“Muchos pronostican la muerte del Cristianismo, pero los datos no dicen eso”
Rafael Zornoza | Obispo de Cádiz
Tras doce años al frente de la diócesis valora “la vitalidad que tiene y el bien que hace a las personas” y los cambios realizados
Al final de este curso presentará su renuncia al Papa
El obispo de Cádiz y Ceuta, Rafael Zornoza, ha encarado con la misma vitalidad acostumbrada el curso recién iniciado, que pudiera ser el último al frente de la Diócesis. Y en su siempre apretada agenda analiza el estado actual, en la antesala a la celebración del Día de la Iglesia Diocesana el próximo fin de semana.
–¿Cómo es la Iglesia que pastorea Zornoza?
–A mí me admira y me conmueve la vitalidad que tiene y el bien que hace a las personas. Eso se ve perfectamente en los grupos, que son numerosos, en la riqueza de las comunidades, la labor social, el trabajo con los migrantes, con los refugiados, con los enfermos… Llegamos hasta donde podemos, con los que somos; porque como dijo Jesús, la mies es mucha pero los obreros son pocos y aquí todo depende mucho de la implicación de la gente. La Iglesia Diocesana tiene hoy muchos retos, que afrontaremos si estamos unidos y si salimos de las viejas rutinas para hacer las cosas con un sentido más claro.
–¿Y cómo está la Iglesia de Cádiz y Ceuta hoy?
–Eso sería muy amplio de responder. Yo veo que la vida de los grupos ha crecido mucho estos años, que cada vez hay más oferta para vivir la fe en grupos de oración, de catequesis, de caridad, de voluntariado. Se ha avanzado mucho en la Pastoral Juvenil, aunque sigue siendo insuficiente porque echo de menos una atención mayor a los jóvenes, que son los que cogerán el testigo de la fe y tendrán en sus manos la vida de la Iglesia en los próximos años. Hemos cuidado bastante la Pastoral Familiar, abriendo nuevos centros de orientación familiar para atender a tanta gente herida que necesita consuelo y ayuda. En Caridad no vamos a descubrir la labor de Cáritas, aunque necesitamos más voluntarios; y es notorio también el trabajo con los migrantes, haciendo un buen papel en un contexto muy complicado y muy sensible. Es un orgullo estar en primera fila como estamos intentando aportar nuestra ayuda. También hemos hecho en la Diócesis un esfuerzo por adoptar métodos que son muy eficaces y que van dando frutos. Es un camino lento pero que se ha iniciado y que lo vamos marcando poco a poco.
–¿Qué camino?
–Pues mire, en este curso estamos dando un impulso grande al cuidado de la Liturgia en las celebraciones, que aunque no están mal necesitan ser mucho más expresivas porque una buena Liturgia ayuda mucho más a encontrarse con Dios. Creamos la Escuela de Evangelizadores, que supone una aportación fuerte a la diócesis presentando nuevos métodos de evangelización, conociendo nuevos carismas y propiciando un fuerte sentido de unidad. Estamos haciendo una apuesta muy grande por la formación, que es lo único que nos garantiza superar el relativismo imperante; ahí está el Instituto Diocesano, que ya ha superado el millar de matrículas y que siendo una oferta nada pretenciosa sí está prestando un servicio muy bueno a la evangelización y a la formación.
–¿Está contento el obispo entonces con la diócesis?
–Veo que hemos ido afrontando muchos retos, aunque también veo que queda mucho pendiente; y todo gracias a mucha gente muy comprometida que ha dado su tiempo y dedicación para poner todas estas nuevas herramientas en marcha. Tenemos que seguir mejorando la atención a los jóvenes, a las familias, al Catecumenado de adultos, quiero poner en marcha la Pastoral del Duelo, hay una gran necesidad de aumentar el voluntariado de Cáritas, que esté además preparado para atender las nuevas pobrezas que han surgido en este tiempo. Y echo de menos un mayor conocimiento de la doctrina social de la Iglesia.
–Por lo que cuenta, le ha tocado afrontar un camino de renovación estos años en la acción de la Iglesia.
–Es lo que exigen los tiempos y lo que nos piden los sucesivos Papas. No es fácil, y aún nos queda mucho. Se pronostica mucho la muerte del Cristianismo, pero los datos no dicen eso; lo que sí ocurre es que la oferta tradicional que ha hecho la Iglesia, y que sigue sirviendo, tiene ahora que presentarse de forma atractiva y tiene que adaptarse a las necesidades y sensibilidades de la gente. En eso estamos haciendo el esfuerzo, no solo en esta diócesis sino en todas.
–Todos los cambios que ha realizado en la Diócesis también le ha costado asumirlos al clero.
–Sí, ha costado mucho. Estamos acostumbrados a cierta rutina y el Papa insiste en que se necesita una renovación personal antes de asumir los nuevos retos de la Iglesia. Se ha ido avanzando estos años, pero poco a poco. Es un cambio de mentalidad, y no es fácil.
La gestión de la Diócesis
–Este Día de la Iglesia Diocesana busca, entre otras intenciones, concienciar sobre la necesidad de contribuir al sostenimiento económico. ¿Hay un compromiso real de los fieles en este campo?
–Cada vez hay más conciencia, pero es cierto que eso no se traduce en formas distintas de colaboración. Hay muchos países en los que no se entiende que el fiel no tenga una aportación estable, normalmente por vía bancaria; pero aquí sigue establecida la aportación mediante la colecta, las campañas que se organizan o cuando se pide colaboración. Es como si la Iglesia disfrutara de una autonomía económica que no es tal; por eso con motivo de este día de la Iglesia Diocesana se da tanta información sobre la labor de la Iglesia, y por eso apostamos por la transparencia.
–El Patrimonio es otro campo importante en la gestión de la Diócesis.
–Aquí hay que diferenciar entre el patrimonio histórico y artístico y lo relacionado con la vida diocesana. En esto último, tenemos que partir de que en estos años ha cambiado todo en el panorama civil con nuevos protocolos y exigencias que ha supuesto un gran esfuerzo y una gran incomodidad también. No estábamos acostumbrados a tanta normativa y nos ha costado adaptarnos. Eso se une que desde 2011 hasta ahora hemos asumido, o sufrido, los avances económicos, el cambio social, las crisis económicas que prácticamente empiezan cuando no ha terminado la anterior, la pandemia mundial… Y en todo ese período la Iglesia tenía que adaptar una estructura de gestión que se había quedado antigua. No es nuestro fin, pero la gestión es importante para hacer nuestra labor.
–¿Y cómo se ha conseguido esa adaptación en la gestión?
–Con varias medidas de calado. Con un nuevo Consejo Económico formado por profesionales de altura y experiencia; con un programa de gestión que viene de la Conferencia Episcopal Española; con una mejora de la contabilidad que nos permite utilizar mejor los recursos y estar a la altura de Transparencia que se nos exige hoy; con una mejora de la gestión documental gracias a la digitalización; con muchos protocolos que hemos activado, a través también de la Conferencia Episcopal Española, en materias de blanqueo de capitales, contratación de obras o prevención; con la implementación en las oficinas del Obispado de un servicio jurídico y otro de contabilidad.
En definitiva, mi preocupación es que los párrocos puedan desempeñar bien su oficio.
–¿Y el Patrimonio histórico, qué supone?
–Pues una carga muy pesada que hay que soportar como se pueda. Aquí veo que hemos ido haciendo un gran esfuerzo de conservación, rehabilitación y restauración. Le diría que en los últimos seis años, por fijar un período de tiempo, habremos invertido 4 millones de euros, con muy pocas ayudas externas y un esfuerzo muy grande.
Al mismo tiempo, vamos dando pasos en esa puesta en valor del patrimonio que tenemos; por ejemplo con la visita al Oratorio, o la de la Catedral, o con la iniciativa Cádiz Sacra que pusimos en marcha hace un año para poner en valor la Santa Cueva o la capilla de El Pópulo.
Las iglesias de Cádiz capital
–A nivel patrimonial, el único ‘debe’ que mantiene la Iglesia en Cádiz es la Pastora, que sigue cerrada.
–Eso ya está en marcha. Ya se han hecho arreglos, pero otra cosa es la apertura como tal, sobre todo teniendo en cuenta que a 200 metros de la iglesia está la parroquia de San Lorenzo. Hay que pensar que la Pastora puede ser un lugar especial que se destine a una actividad concreta de pastoral. Se puede ver el uso, pero que sea un poco distinto. Hay que tener en cuenta que en Cádiz interior hay 28 templos para menos de 40.000 habitantes. Hay parroquias con muy poca feligresía.
–¿Se podría reducir el número de parroquias?
–En la práctica ya se hace. Se hizo en su día con la Merced y Santa Cruz, aunque luego llegaron los padres mercedarios y ya no hizo falta; y está funcionando como una parroquia San Antonio y el Rosario, aunque a la gente le cuesta aceptarlo.
–¿Y los nuevos templos previstos? El más necesario parece el de Santa Ana, en Cortadura.
–Ahí había previsto la permuta de un terreno, pero no reúne las condiciones para construir un templo. De todos modos, Cádiz tiene nueve parroquias en el interior y diez en extramuros, donde además están las grandes iglesias de los colegios. No veo una necesidad especial de construir nuevos templos.
–Para atender todos esos templos hacen falta vocaciones, que no abundan precisamente en estos tiempos.
–En la Diócesis se ordenan una media de dos sacerdotes al año, que teniendo en cuenta la población que tenemos es insuficiente, pero no es una laguna insalvable. A mí me preocupa más la vitalidad de las comunidades cristianas, porque de ahí es de donde salen las vocaciones y ahí es donde hay que procurar una evangelización fuerte. Ahora hay bastantes más curas que cuando yo llegué, y se está produciendo también un cambio generacional, a lo que se une la ayuda de curas que vienen de fuera a prestar un servicio pastoral. Luego están las órdenes religiosas, que viven un gran envejecimiento y que se marchan, aunque estamos procurando siempre atraer a otras nuevas.
–¿Teme que Roma cierre el Seminario, por esa propuesta de agrupar aquellos centros donde no haya más de una quincena de seminaristas?
–Yo pienso que no va a ocurrir, pero no sabemos nada hasta que nos lo digan. Es cierto que parece que hay una pretensión de hacer seminarios numerosos, pero hay que esperar. Lo que sí puedo decirle es que los visitadores del Papa que estuvieron a principios de año se fueron contentos porque vieron una realidad muy viva del Seminario.
La realidad cofradiera
–Hablemos de los cofrades, que también dan que hablar lo suyo.
–Cada hermandad tiene que ser un lugar donde se anime a vivir la fe para ser diques ante la secularización y un gran atractivo para vivir la vida de la Iglesia. Una gran virtud que tiene la hermandad es que rompe con el individualismo que impera en la sociedad y nos lleva a vivir la fe en comunidad. Cada hermandad tiene que ser el ámbito para conocer y vivir a Jesucristo, y desde ese enfoque entender el culto, la caridad y el resto de la acción de las cofradías. En todo eso es donde hay que poner el interés, y no tanto en las salidas procesionales y otras cosas que siendo importantes no es lo esencial. Si no, se desvirtúa la vida interna y se imponen el politiqueo, las rivalidades personales y otro tipo de cosas. Por eso nuestro empeño tiene que ser fortalecer la identidad cristiana y eclesial de las cofradías, y esto aunque a alguno le pueda parecer ser poco práctico decidirá luego el talante con el que resuelven las dificultades prácticas que surgen.
–¿Se dan demasiado a menudo esas dificultades?
–Tenemos un gran número de hermandades y quitando algún problema muy localizado se está funcionando bien, con el reto de crecer y con el compromiso, que es algo que hoy cuesta mucho. Los consejos locales están dando también mucha respuesta a lo que se necesita. Yo tengo mucha esperanza en las hermandades, en su misión y en que cada vez lo hagan mejor. Por eso publicamos los Obispos del Sur el documento en relación al aniversario de la visita del Papa San Juan Pablo II al Rocío, que creo que resume las cualidades que necesita hoy una hermandad. Hay que crecer, con ayuda también de los directores espirituales, que creo que cada vez son más conscientes de que tienen que estar presentes en las cofradías.
–Uno de esos problemas muy localizados es el del Huerto.
–En eso hay que dejar margen al Consejo Local y a la Delegación. Es un problema que no se puede definir en dos palabras, no se puede resolver fácilmente. Es algo complejo que necesita su tiempo y diálogo. Hay que dejar a esos organismos que hagan su trabajo.
–¿Qué me puede decir del cambio de gobierno en Cádiz?
–Yo tengo que decir que con los alcaldes y la alcaldesa que he conocido he tenido siempre una relación buena y fluida; no por mí además, sino por ellos que siempre se han ofrecido muy amablemente. Con el alcalde de ahora creo que hay también una buena disposición, sobre todo porque estamos convencidos de que estamos al servicio de bien común y bajo esa premisa tenemos que sacar todo adelante.
–Acaban de salir unas cifras sobre Pederastia en la Iglesia que son una auténtica tragedia.
–En esto suscribo lo que ya ha dicho la Conferencia Episcopal Española, y debo añadir que la Iglesia es el único estamento que con prisa y diligencia ha abierto más de 200 oficinas para la prevención y la actuación ante estos delitos, sobre los que se da formación en parroquias y colegios. De hecho, suben estos casos en la sociedad y sin embargo en la Iglesia no. Se trata de un problema muy amplio que hay que afrontar, y en lo personal me supone un dolor muy grande que esto pase en la Iglesia, siento una vergüenza enorme.
–Han sido llamados todos los obispos españoles al Vaticano.
–Sí, pero esa llamada se debe a los informes que han dado los visitadores de Roma sobre la realidad de los seminarios. Quizás nos han convocado para darnos indicaciones.
–¿Es fácil ser obispo hoy?
–Creo que es una responsabilidad muy grande, que en mi caso asumo considerando que tengo muchos límites pero muchas ganas de servir a la Iglesia y una vocación de pastor. Es cierto que la vocación se vive de una manera como cura, y como obispo supone una atención al gobierno y a las funciones propias, que hoy son muy difíciles. Pero en esa labor tenemos el apoyo del resto de los obispos y del resto del pueblo de Dios, no estamos solos. Esto no es obra mía, sino de muchas personas aunque yo visibilice las decisiones.
–A final de este curso cumplirá 75 años, lo que le llevará a presentar la renuncia como obispo a Roma. ¿Cómo afronta ese momento?
–Lo estoy viviendo sin ninguna preocupación, con mucha paz. Yo vivo al día, no hago planes, primero porque pueden pasar muchas cosas, teniendo en cuenta además que los nombramientos se están dilatando varios años, según estamos pudiendo ver. No sé qué perspectivas tengo, lo que sí le puedo decir es que tengo planes para los próximos 5, 6 o 10 cursos. Al mismo tiempo, tengo una disponibilidad muy clara, y cuando el Santo Padre nombre nuevo obispo, le facilitaré todo lo que pueda, y tan contento. Seguiré ejerciendo de Pastor, pero con algunas cargas menos (ríe).
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