"La propia configuración del mundo exigía que existiera Cádiz"

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Julio Malo de Molina no nació ni se crió en Cádiz, pero ha pasado buena parte de su vida y trayectoria profesional en esta ciudad para la que sigue proyectando ideas

Virginia León

09 de febrero 2014 - 01:00

JULIO Malo de Molina es canario de nacimiento y gaditano de vocación. Un apasionado de Cádiz, de la arquitectura, el urbanismo, la rehabilitación, la literatura, la política y la oratoria... Porque el arquitecto habla, y mucho, de una ciudad que venera, analiza y también critica, en el sentido constructivo y más amable de la palabra.

-Nació en Santa Cruz, donde pasó la infancia. ¿Qué recuerda de aquellos años?

-Nací en Tenerife por casualidad, porque mi padre era ingeniero y dirigía la obra del aeropuerto de los Rodeos, y allí pasé buena parte de mi infancia. Como decía James Barrie, toda locura cometida después de los doce años carece de importancia. Tengo recuerdos de mucha viveza, de mis primeras lecturas de las aventuras de Guillermo Brown, porque me sentía como Richmal Crompton, un niño que no comprendía el mundo de los adultos. La infancia es una edad donde hay una lógica de conducta totalmente diferente. Es como la mutación del gusano en mariposa. Y como decía Rilke, la patria es la infancia, así que mi patria es Tenerife.

-¿Y qué supuso la siguiente etapa en Cádiz?

-Cádiz fue la preadolescencia y la adolecencia. Cuando la crisálida se transforma en mariposa. El descubrimiento de la vida, del sexo, te sale la barba, se pone ronca la voz, empiezas a jugar a ser otra cosa diferente. Abandonas los tebeos y soldaditos y empiezas a bailar con las niñas...

-Y de aquí a Madrid.

-Me fui a los 15, porque me mandaron a estudiar a casa de mis abuelos, al colegio del Pilar. Allí acabé el bachillerato y empecé mis estudios de arquitectura en la Politécnica de Madrid. Luego allí fui profesor y me doctoré, hice la carrera rápido.

-¿Y qué le trajo de vuelta?

-Fue en el 81. La verdad es que todas las cosas buenas que me han pasado en la vida han sido de casualidad y por sorpresa. A mí Cádiz siempre me fascinó, porque si soy canario de nacimiento, fui gaditano de vocación. Siempre volvía a veranear. Siempre hablaba de Cádiz, cuando era una ciudad absolutamente desconocida. Nadie sabía que era una ciudad tan maravillosa, con este casco histórico tan fascinante que parece un palacio marino con esas murallas bañadas por el mar. Vine de casualidad pero fue como si me tocara la lotería, a los 32 años. El Ministerio de Obras Públicas tenía mucho interés en poner en orden el planeamiento urbanístico de todas las ciudades españolas porque eran muy deficientes y se hizo un convenio con cada diputación. Y me tocó Cádiz de rebote, pues pensaron en otras personas previamente. Entonces era profesor y también responsable de publicaciones del Colegio de Arquitectos de Madrid y me convertí en coordinador del convenio del Mopu con Diputación y en director de la revisión del planeamiento de la provincia.

-Y desde la madurez y experiencia que avala toda una trayectoria. ¿Cómo califica el papel que tuviste al frente de aquel reto?

-Soy autocrítico. Se hicieron cosas buenas, muy interesantes. Pero lo que se hizo bueno no fue obra mía, sino del equipo que capitaneaba. Ojalá se siguiera practicando esa política de prevalencia de ordenación general por encima de proyecciones a pequeña escala. En una ciudad como Cádiz no ha sido así porque se ha desarrollado de una forma positiva en general, aunque habría que matizar. Pero en otras ciudades se produjo un desarrollo desaforado.

-Siempre ha dicho que el mar de Cádiz ha sido su tabla de salvación.

-Cádiz es de las pocas ciudades del mundo junto a Manhattan y Venecia a la que ha salvado la geografía, que ha evitado el anillo periférico que es la causa de destrucción de muchas ciudades españolas.

-Cádiz se salvó, ¿pero cómo se ha conservado?

-Razonablemente bien. En buena parte porque Cádiz es una ciudad que tiene un casco antiguo reciente. A pesar de ser milenaria, su centro actual se configuró en el XVIII y XIX, por lo que sus caseríos no son tan débiles como los centros de Sevilla y Córdoba, que son medievales. Cádiz está construida con más solidez, con muros de piedra ostionera. Además, ha seguido siendo el corazón vivo de la Bahía, el centro de un área metropolitana de casi medio millón de habitantes, la tercera aglomeración de Andalucía, después de Málaga y Sevilla. Así que siempre ha tenido un gran valor, al filo de la crisis, eso sí, decadente dicen algunos, pero yo la veo enormemente vigorosa, a pesar de los grandes problemas que ha soportado. Y aunque sigue siendo una ciudad notablemente mejorable, es muy agradable para vivir y siempre una ciudad amable. Presenta valores urbanos de alta calidad.

-'Un paseo. Cádiz. A journey', es el título de su último libro. Como gran observador y amante de la tierra. ¿Cómo se pasea por Cádiz?

-Es de las ciudades más agradables de pasear del mundo, sin duda alguna. He dejado por escrito lo que mucha gente vive. La delicia de recorrer el borde amurallado al mar es uno de los paseos más increíbles. Aquí viven muchos extranjeros que llegan, la descubren y se quedan. Ahora sí, Cádiz es mejorable. Por supuesto.

-¿Hay un buen plan de gestión urbana? ¿Qué mejoraría?

-Lo primero que haría sería la absoluta peatonalización del centro histórico, que siempre encuentra muchas reticencias, aunque al final se acepta bien. Lo haría de forma progresiva. Primero el área de La Caleta, de manera que los vehículos no pudieran hacer el recorrido periférico completo. Y después la zona de la plaza de Sevilla, pasando por el derribo de la Aduana, pues es un disparate mantener este edificio que no tiene ni el más mínimo interés. Ya luego peatonalizaría el resto del centro, con las excepciones que toda peatonalización admite, como el permiso para repartos, acceso a bomberos, minusválidos...etc. Y habilitaría el carril bici por el tramo periurbano.

-Ahora parece que se va a retomar el tema Aduana.

-Pues sí. Esto lo entorpeció una absurda plataforma que se creó y que algunas personas de la oposición usaron para torpedear. Fue una mala praxis política. Este edificio se levantó además en un lugar inadecuado, en medio de una plaza pública, pues todas las estaciones tienen una. Una plaza que tenía el lujo de dar al mar, y nos lo cargamos.

-Para sostener todo esto hace falta una red competente de transporte público.

-Eso por supuesto. En Cádiz y el conjunto de la Bahía hay un gravísimo problema de desequilibrio en relación al transporte público. Hay un 80 por ciento de personas que usan vehículo privado frente al 20 por ciento que usa el público. En las zonas desarrolladas como Copenhague o Manhattan es alrevés. En el plan intermodal de transporte de la Junta de Andalucía que quedó archivado, el objetivo era llegar al 50 y 50. Ha mejorado mucho en los últimos años la red ferroviaria y la trama de carreteras. Ha sido un enorme acierto el desdoblamiento en tres carriles del Puente Carranza y creo que la ampliación del tablero hubiera evitado el segundo puente. Yo no lo hubiera hecho. Si acaso la construcción del túnel propuesto por el Foro Cadiz 2012.

-¿Para cuándo la integración del puerto en la ciudad?

-La política portuaria en esta ciudad ha sido siempre un desastre. Es un disparate que el frente marítimo de cara a la ciudad se haya perdido. Yo creo que los recursos industriales debían de trasladarse a otros lugares como el Bajo la Cabezuela y liberar el muelle de usos industriales, que además está especializado en cruceros. Respecto al relleno que se ha hecho ha sido bastante desafortunado. El estudio de impacto ambiental seguramente habrá sido falseado para hacer una actuación que además ha estropeado un patrimonio arqueológico, porque cuando finalmente se ha llamado la atención, se han salvado restos de dos pecios. La Bahía ha sido durante milenios un puerto de tal importancia que aparece en todos los mapamundis de la Antigüedad. La propia configuración del mundo exigía que existiera Cádiz, porque es la charnela entre el fondo del mediterráneo y el norte de Europa. Aunque afectó mucho el Canal de Panamá.

-¿Y qué opina de la actuación en el Castillo de San Sabastián?

-Que ha sido muy pobre, limitada y torpe. Cuando lo vi ya estaba oxidada la barandilla, porque a nadie se le ocurre poner una barandilla metálica en un lugar tan expuesto al mar. Habría que hacer una inversión considerable, pero para eso debe existir un proyecto de uso. Yo propondría que se instalase el Centro de Arqueología Subacuática, que podría superar al de Cartagena. Y volvería a darle al Balneario de la Palma el uso de balneario.

-Son muchos los edificios vacíos, sin uso. ¿Por qué no reutilizarlos en lugar de construir un nuevo Museo del Carnaval, por ejemplo, o para solucionar el grave problema de la vivienda?

-Efectivamente. Creo que hay que hacer un inventario de los edificios públicos de la Junta y el Ayuntamiento y hacer un plan de reutilización. Algunos pueden servir para resolver el problema de la vivienda, como albergue. Muchas personas no tienen techo y es uno de los derechos fundamentales básicos recogidos en la Constitución. A mí me gustaría que se hicieran proyectos de alojamiento para ellos, como por ejemplo en el Palacio de Recaño. Luego el Museo del Carnaval o la Ciudad de la Justicia, los pondría en edificios ya existentes, como por ejemplo Varcárcel, en este último caso. Pertenezco al un grupo que se llama AC (Alojamiento y Ciudad), que estudiamos estos temas.

-Estamos hablando de cerca de cien fincas vacías contabilizadas sólo en el casco antiguo...

-En Cádiz sé que existen unas 4000 viviendas vacías. Y hay una demanda de 3000, así que hay menos demandantes que viviendas vacías. Es un problema de fácil solución.

-Pero no hay voluntad política.

-En España es necesario un cambio en la Constitución. Una persona sin vivienda está condenada a morir en la calle. Todo estado democrático debe garantizarlo. El Estatuto Andaluz lo recoge con mayor contundencia, pero tampoco establece mecanismos claros.

-La rehabilitación ha sido su especialidad. La Casa Pemán o el edificio de la UNED, ¿han sido sus grandes referentes?

-Lo son en Cádiz. También Diputación, fui el encargado de cambiarle el color, y creó mucha polémica pero era el color primigenio. Luego ha gustado.

-Hablando de arquitectura contemporánea y polémica en Cádiz. Edificios como el Centi, el Cómico, Hotel Atántico, ¿Han sido fruto de la incomprensión o no han sido arquitecturas acertadas?

-Ha habido actuaciones más o menos acertadas. Pero en general, en Cádiz ha habido una buena práctica en las intervenciones modernas salvo excepciones como Hollywood o edificios de Diputación en la Viña. Destaco Entre Catedrales y le rehabilitación del Mercado. Además Cádiz es una ciudad que por su potencia morfológica soporta fácilmente la nueva arquitectura. Por ejemplo, el edificio en Candelaria de vidrio o las intervenciones de Sánchez Esteve y de Fernández Pujol en Hermu, Cine Municipal, y la Escuela de Náutica, que por cierto puede ser otro contenedor. Aunque desafortunadamente quieren tirarlo.

-¿Qué más hay que hacer para proteger este tipo de arquitectura moderna recogida en catálogos de referencia?

-Náutica debe permanecer como ejemplo de buena arquitectura y formar parte del patrimonio como el del XVIII y XIX. Si cae es una pérdida. Y el Olivillo está en mal estado, pero si se derriba desde luego me parece una burla a la cultura arquitectónica reproducirlo tal cual estaba. Esto no es un decorado.

-¿Qué papel debe adoptar hoy día el arquitecto?

-Europa entera se está transformando. No me gusta hablar de la crisis, no es una crisis. Es una coartada para justificar un cambio político y económico. Se está imponiendo el modelo americano, neoliberal como le llaman algunos, donde prima la competitividad frente a otros principios. Y en medio de esta coyuntura, el arquitecto se está redibujando, como cualquier otro profesional. Ahora la competencia para determinados grupos de profesionales está desapareciendo. Y los colegios profesionales, que se están desmontando, cumplen una gran función garantizando que el producto que ofrece el profesional es adecuado.

-Como primer decano que fue, ¿cómo califica la hazaña actual?

-No me gusta opinar, por respeto, prefiero no intervenir. Cuando uno se va, tiene que saber irse. Pero ser decano fue de las cosas más bonitas y curiosas que me han pasado en la vida. Tuve suerte porque tuve un gran equipo y muchos recursos y se convirtió en uno de los colegios más conocidos por su proyección cultural. Cuando se creó en 2001 se realizaron varias reuniones para promover una candidatura progresista. En una reunión mantenida en la Estación Marítima a la que llegué tarde, me gritó Juan Jiménez Mata: "ya está todo resuelto, hemos decidido que seas tú". Fue de las cosas más bonitas que me han pasado.

-Tiene una hija arquitecta en Brasil. ¿Qué consejos le da?

-Me veía trabajar y le gustaba. La arquitectura es una carrera muy bonita. Y ahora el arquitecto debe diversificarse porque tiene una formación excelente. Un arquitecto es un todo terreno y sirve para muchos campos. Sólo tiene que poner en valor su gran formación.

-¿Qué le hubiera gustado proyectar a Malo de Molina en Cádiz?

-Me hubiera gustado hacer un análisis del conjunto de la ciudad para llegar a su consolidación como ciudad amable. Un estudio de peatonalización de la ciudad y de recalificación de sus espacios públicos como Plaza de Sevilla, Caleta, Castillo de San Sebastián o Parque Genovés.

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