"El protocolo es educación, cortesía, amabilidad... no tiene nada de cursi"

Antonio Sancho, jefe de Protocolo de la Diputación

Entrevista. El próximo agosto Antonio Sancho cumplirá 30 años como jefe de Protocolo de la Diputación, un tiempo en el que se ha convertido en una referencia nacional en la materia

"El protocolo es educación, cortesía, amabilidad... no tiene nada de cursi"
Francisco Sánchez Zambrano

14 de abril 2013 - 01:00

HAY dos Antonio Sancho: uno, el que figura en segundo plano en casi todos los actos oficiales que se han celebrado en la provincia en los últimos 30 años, elegante, serio, atento a todo lo que sucede y presto a solucionar cualquier imprevisto que surja. Pero hay otro Antonio Sancho, el de las charlas a corta distancia, sin oficialismos de por medio. Nunca pierde su saber estar, es cierto, pero en una conversación informal demuestra un carácter mil veces más dicharachero, sin parar de contar anécdotas y sacando a la luz su habla más de Cádiz-Cádiz "del Campo del Sur", precisa orgulloso al recordar su barrio de origen. En su despacho, ordenado como pocos y decorado con los escudos de los 44 municipios de la provincia, Antonio Sancho muestra orgulloso la Encomienda de la Orden del Mérito Civil concedida recientemente por el Rey por su colaboración con la Casa Real. Y durante la entrevista intenta explicar qué es el protocolo, cuál es su finalidad y el grado de comprensión de la sociedad y la clase política gaditanas hacia lo que es no sólo su labor cotidiana sino también su pasión, que le ha llevado a ser todo un referente nacional en materia de Protocolo.

-¿Cuál es el acto más complicado que ha tenido que organizar en estos 30 años como jefe de Protocolo de la Diputación?

-En esta actividad se sufre mucho cuando se están preparando los actos y se disfruta mucho cuando se ve que ya ha empezado y que va sobre ruedas. Yo a los actos que le temo un poco son a los del Día de la Provincia -cada 19 de marzo desde 1996- cuando se llevan a cabo en el salón regio. Esa sala tiene capacidad para 120 personas y hay años en los que hemos tenido que acomodar a 500. Eso nos ha obligado a utilizar, aparte del salón regio, las dos galerías de la primera planta e incluso el salón de la planta baja. Y ahí hay que decidir qué personas se quedan fuera y hay a quienes no les agrada no poder acceder al interior del salón regio. Incluso ha habido ocasiones en las que alguna autoridad se ha tenido que quedar fuera. Esos momentos son muy delicados. Por eso, cuando me comunicaron que el Día de la Provincia de este año se celebraba en el Teatro de Las Cortes de San Fernando, yo daba saltos de alegría.

-Yo no sé si la sociedad en general conoce las normas de protocolo pero ¿las entienden los políticos de nuestra provincia?

-Sí, sí, normalmente las entienden y se comportan. Yo siempre digo que en los actos oficiales es donde una autoridad descubre la situación real que tiene en la provincia, cuando ve el asiento que le ha tocado. Y aunque es verdad que alguno ha mostrado su disconformidad con su situación posicional dentro de un acto, es raro que monten un numerito. Vamos, que se conforman con lo que hay.

-¿Algún político le ha llegado a decir alguna vez que no quiere sentarse al lado de fulanito o de menganito?

-Sí, sí, por supuesto. Eso ha ocurrido en muchas ocasiones.

-¿En serio?

-Claro que sí. Eso sucede sobre todo cuando miembros de grupos políticos diferentes se llevan a rabiar. Entonces hemos tenido que modificar un poquito la situación, aunque sin alterar el orden protocolario, claro. Dentro de lo posible, nosotros intentamos siempre que los asistentes a un acto estén lo más cómodos posible.

-Lo bueno del Protocolo es que al ser una materia tan desconocida para tanta gente los fallos pasan más desapercibidos, ¿no?

-Sí se ven esos fallos. O al menos yo sí los veo y los analizo para intentar que no se vuelvan a repetir. Yo siempre digo que se aprende más de los fallos que de los aciertos. Cuando ha empezado un acto oficial y el responsable de Protocolo está en una esquina viendo quién está situado y cómo está situado, es cuando se da cuenta de los errores que ha cometido. Son fallos de ubicación, de colocación de enseres, y piensas que si tal mueble no estuviera allí quizás no le taparía la visión de esa persona. Los errores suelen venir muchas veces por cosas que no están reguladas pero que son de sentido común. Lo que sí está regulado es la ordenación protocolaria, la vexilología -procedimiento de colocación de las banderas-, los escudos, etc.

-¿Entiende el protocolo de ideologías? Es decir, ¿puede afirmarse por ejemplo que a los políticos de derecha les gusta más el protocolo que a los de izquierda?

-No, el protocolo no sabe de ideologías políticas. Yo lo que sí me atrevo a aconsejar es que se separe lo que es la política de lo que es protocolo o ceremonial. No deben ir unidos porque si un acto en cuestión está más apegado a un signo político yo me tengo que decantar más hacia un lado que hacia otro. Y el protocolo tiene que ser totalmente imparcial y totalmente justo porque la normativa debe aplicarse a todo el mundo por igual. Si se hace así nunca habrá problemas.

-¿Pero el protocolo evoluciona con el tiempo o la normativa es la misma desde hace décadas?

-El decreto de Protocolo que está vigente actualmente en España data del año 1983. Con la llegada de la democracia aparecieron nuevos cargos, otros puestos, autoridades elegidas por elección popular y otras designadas. Después a ese decreto se le han ido aplicando algunas modificaciones.

-Entiendo por tanto que el margen de maniobra a la hora de organizar un acto es muy escaso, ¿no?

-En los actos oficiales en sí la normativa es muy estricta. Pero en los actos privados, porque hoy todo el mundo quiere hacer protocolo, la normativa estatal puede aplicarse con cierta libertad.

-¿Cuántos responsables de Protocolo hay hoy en la provincia?

-Muy pocos. Aparte de la Diputación, el único ayuntamiento que tiene un responsable de Protocolo es el de San Fernando, que creó la plaza hace dos o tres años. Es una pena que, por ejemplo, el Ayuntamiento de Cádiz no haya creado esa plaza, sobre todo con lo que ha vivido Cádiz en los últimos meses, con actos de mucha relevancia internacional. Y si no han puesto un responsable de Protocolo para conmemorar el Doce, creo que ya no lo pondrán. Afortunadamente cada vez hay más interés por el protocolo y el ejemplo es que desde hace tres años hay ya una titulación oficial al respecto, impartida por la Universidad Camilo José Cela de Madrid.

-En cualquier caso, ahí está la Diputación, y usted en concreto, para asistir a los ayuntamientos que solicitan asesoramiento en materia de Protocolo, ¿no?

-Es que una de las misiones fundamentales de la Diputación es la atención a los municipios, sobre todo a los menores de 20.000 habitantes. Por eso, cuando ocurre algún acontecimiento especial y ese municipio solicita colaboración al presidente de la Diputación, él me lo comunica y nosotros estamos encantados de ayudar en lo que se pueda.

-¿Hasta cuándo van a durar los maceros en los actos oficiales de la Diputación?

-¿Y por qué tienen que desaparecer? Todo lo antiguo no es malo. Yo creo que los maceros constituyen una tradición que no debería perderse. Si eso sucediera sería una pena porque dan caché y prestigio a la institución.

-Desde fuera pudiera entenderse que el riesgo del Protocolo es que tiene una línea muy delgada que separa todo lo que es educación y normas de comportamiento de la cursilería. ¿Lo ve usted así?

-Eso de la cursilería igual puede darse en otras esferas pero hoy en día el protocolo se simplifica mucho. El protocolo es educación, cortesía, amabilidad... no tiene nada de cursi. El protocolo no solamente son normas legales, también hay normas sociales, normas orales, normas de comportamiento, normas internas de cada institución...

-Hace apenas 15 años aún había un ordenanza que le acercaba y le separaba la silla al presidente de la Diputación al inicio de cualquier acto, aunque fuera un pleno. Eso me parecía de otra época...

-Pues yo lo sigo haciendo cada vez que puedo pero no para ayudar a sentarse a ese político sino para indicarle dónde tiene que hacerlo. Es una señal de respeto. Y yo tengo demostrado que el político que tiene cerca a un responsable de Protocolo o a alguien que sabe cómo tiene que transcurrir un acto, se siente más tranquilo, más seguro.

-¿En qué acto de los organizados en estos 30 años ha disfrutado más?

-Yo disfruto cada día de mi trabajo. Es que esto tiene que gustar mucho. Si no es así, no aguantas aquí ni una semana porque es una labor muy esclavizante, por la dependencia que se tiene a la institución. Son muchas horas de trabajo, incluidos sábados, domingos y festivos, y sin días de vacaciones. Después cada acto es distinto y supone un reto. A mí me gusta plasmarlo primero en un papel para después ir preparándolo y solucionando los problemas que vayan surgiendo. En los últimos meses he disfrutado mucho organizando los actos del Bicentenario, con la Cumbre de Jefes de Estado por ejemplo. También quedó bastante bien la entrega de la Llave del Cante a Camarón y eso que era un acto muy complicado porque hubo que conjugar a las autoridades con muchos artistas y también con el sector de los patriarcas gitanos. Creo que logramos que nadie quedara desplazado y que todos se sintieran importantes.

-Me imagino que después de todo este tiempo tendrá usted mil anécdotas que contar.

-Sí, claro, anécdotas hay muchas pero contarlas es delicado porque con un simple detalle ya se puede saber de quién estoy hablando, y eso no me gusta. Pero hubo una cosa que me hizo mucha gracia. Resulta que había un hombre, académico él, que siempre se sentaba en primera fila en todos los actos que se celebraban en el salón regio. Y no podíamos cambiarlo de sitio, aunque ese era un espacio reservado a las autoridades. Así que un día nos la ingeniamos y le dijimos que tenía una llamada en Presidencia, lo cual era falso, claro. Y cuando fue a coger el teléfono, ocupamos su sitio. Claro, eso sólo sirvió para esa vez porque a los dos días ya estaba otra vez en primera fila. Así que buscamos un sillón más cómodo, lo pusimos en un sitio adecuado, aunque no en primera fila, y siempre quedó reservado para él.

-La imagen que tengo de usted es siguiendo un acto oficial en segunda fila y sin alterarse jamás. ¿Usted no se enfada nunca?

-Bueno, si puedo estar en tercera fila, mejor que en segunda. Y sí, claro que me enfado, muchas veces, pero estoy obligado a disimular. Mire, hubo una vez un acto en un salón de la Diputación con unos 80 invitados. Y de pronto el político que lo presidía dice "y ahora, señores, vamos a tomar un café". Y yo pensé "¿pero qué café si no está previsto?". Y encima para 80 personas, imagínese. Entonces tuvieron que salir los ordenanzas con jarras para buscar café y leche por todos los bares cercanos, otros se pusieron a buscar las tazas, otros fueron a por los manteles... Y a los cinco minutos me pregunta el político: "¿No está el café aún, Antonio?". No sé cómo pude aguantarme pero el caso es que al cuarto de hora ya estaba todo listo.

-Y usted, que nunca se salta el protocolo, ¿se come las gambas con las manos?

-(Risas). Hombre, por supuesto, lo contrario sería un pecado.

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