El puerto de Cádiz está que arde
Mar de Leva
Los remolcadores se pusieron en huelga pero tanto los amarradores, como los prácticos o la estiba esperan la ocasión para defender sus reivindicaciones
La huelga protagonizada esta semana por los remolcadores del puerto de Cádiz es sólo la punta del iceberg de un cierto malestar que se vive dentro de la comunidad portuaria que les afecta seriamente tanto a su bolsillo como a la estabilidad y futuro de todos los servicios portuarios.
Ya hay quien incluso vaticina que, como no se ponga rápido pie en pared, la ola podría hacerse tan grande que podría llegar incluso a parar toda la actividad portuaria mientras no se sienten a negociar todos los afectados.
Puede que los remolcadores hayan sido los más valientes porque la comunidad portuaria deCádiz no es precisamente un colectivo que se caracterice por su valentía y mucho menos por su espíritu grupal. En el puerto de Cádiz, cada uno va a su rollo. Por un lado va la estiba, por otro los remolcadores, por otro los amarradores y más de lo mismo ocurre con los prácticos.
En la mente colectiva de todos quedó esa imagen vivida el 11 de diciembre de 2005 cuando el socialista José Luis Blanco, entonces presidente de la Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz (APBC), logró reunir en el solar de la futura terminal de contenedores a representantes de distintas fuerzas sociales y económicas de Cádiz para, juntos, comprometer sus esfuerzos por el futuro del puerto.
En el documento que todos firmaron, sindicatos, empresarios, algunos alcaldes de la Bahía (Kichi no, porque no estuvo presente), estibadores, prácticos, amarradores, etcétera, lanzaron un grito dirigido a Sevilla y a Madrid para que tanto la Administración central como la autonómica se comprometieran con una serie de cambios e infraestructuras que supondrían la supervivencia del sector.
De manera soterrada, los operadores portuarios se comprometieron a rebajar o congelar sus costes como granito de arena para conseguir ese objetivo de ser más competitivos y luchar contra los puertos tanto de nuestra misma cornisa como contra los del continente africano que empujan con fuerza y con riesgo.
Y ahí se congeló la historia.
Dejamos ese 11 del 12 de 2005 y volvemos a junio de 2021, 16 años después. La terminal de contenedores sigue sin uso, sigue sin saberse si su futuro propietario será la Concasa que hoy conocemos o si esta empresa vendrá ya avalada al 100% por la empresa de don Vicente Boluda, algo que todo el mundo da por hecho, pero que, al parecer, siguen sin salir las cuentas.
Los cruceros han ido para arriba, han llegado empresas como Boluda o Containerships para darle sentido presente y futuro a la actual y a la nueva terminal, pero los operadores portuarios se sienten olvidados y poco respetados por la Autoridad Portuaria.
En el caso de los remolcadores, la huelga no está motivada por la pérdida de dinero sino por el temor de que Boluda prescinda de parte de sus tripulaciones. De hecho, gracias a las negociaciones con don Vicente Boluda, los remolcadores pasarán ahora a cobrar más. Su miedos están basado en el pliego de prescripciones que ha aceptado la APBC existen una serie de cambios que fundamenta la pesadilla de los remolcadores.
Hasta ahora, eran obligatorios tener dos remolcadores disponibles las 24 horas del día y durante los 7 días de la semana, a los que se sumarían otros dos barcos que debían estar disponibles de ocho de la mañana a ocho de la tarde, pero con la tripulación en sus casas y sólo con un guardián. El pliego que ahora se negocia nada más que les obliga a tener esos dos remolcadores 24/7, un tercero de 8 a 8, pero el cuarto ya no es obligatorio. De ahí deducen que Boluda podría prescindir de parte de sus tripulaciones, algo que niegan en rotundo fuentes de la propia empresa.
Esta es una batalla que ha sacado a la lucha a parte de los soldados. Otros muchos permanecen callados, con miedo a no señalarse, pero que aguardan en tensión a una temperatura que si la APBC y, sobre todo, su director Agustín Romero, no levanta el pie del freno y no decide a negociar con respeto, le podría salir caro al puerto de Cádiz y caro a la ciudad.
Ahí están, callados muchos de estos afectados que llevan años denominándose comunidad, una comunidad de propietarios en la que el vecino del primero no sabe nada de la penas y de las alegrías del vecino del tercero o del bajo izquierda.
Otros, los amarradores. Se les pregunta y parecen felices desde que Boluda compró su empresa y les salvó la ruina. Tiene motivos para estarlo, ya que durante la pandemia se han visto forzados a poner 12.000 euros mensuales de los ahorros acumulados durante su vida profesional para poder pagar las nóminas de sus trabajadores, una decisión que dice mucho de ellos.
Llegó don Vicente y les sacó del atolladero pero aguardan la renovación de un convenio laboral digno, con horarios dignos, que aún mantiene sus precios en pesetas, algo que hace idea de lo antiguo y obsoleto que puede resultar.
Por otra parte, los prácticos, que han llegado a llevar a la Autoridad Portuaria al Contencioso Administrativo porque llevan años prorrogando su licencia y con los precios congelados como el mismísimo Walt Disney.
La Ley prohibe esta prórroga de las licencias pero parece que la Autoridad Portuaria se lo toma con calma y prefiere no actualizar los términos de esa licencia, ya que en esa actualización podrían perder una serie de beneficios europeos que no conviene perder. Y, por supuesto, tendrían que negociar una subida de tasas, o más que una subida, una digna actualización.
El ideólogo de esta filosofía que quedó seriamente impregnada en la mente de la Dirección de la APBC fue el admirado José Llorca, que fuera presidente de Puertos del Estado, al que mucho le debe el puerto de Cádiz porque le plantó cara a resto de puertos de España para que pusieran dinero para conseguir que La Cabezuela tuviera un tren, algo por lo que el puerto de Cádiz siempre le deberá agradecimiento. Pero asentó la filosofía de que los servicios portuario no podían ganar ni mucho ni poco, sino siempre lo razonable, pero nunca dejó claro el significado de la palabra “razonable”.
La APBC barrió para casa y entendió que razonable significaba ganar lo mismo o menos que hace diez años.
Y no olvidemos a la estiba, uno de los sectores, sobre el papel, más batalladores. En su batalla particular parece que la APBC sí está actuando a su favor y está mediando con las empresas radicadas en La Cabezuela en un conflicto que duerme con un ojo abierto y otro cerrado y con el aliento en la nuca de los estibadores algecireños.
En el caso de este colectivo, la llegada de Boluda les ha supuesto en plus de trabajo y un plus de felicidad y estabilidad que debería llegar de la mano de un aumento de plantilla en consonancia con ese crecimiento de la actividad que va mucho más allá del 100% con respecto al existente hace dos o tres años.
Corre en su contra que La Cabezuela se encuentra ahora en horas bajas y los graneles sólidos se mueven menos, se trafica con menos clínker, sobre todo tras el cierre de la cementera Holzim de Jerez.
En esta contienda están, por un lado los estibadores que quieren aumentar su plantilla, que sigue sin superar el medio centenar de personas, pero las empresas de La Cabezuela no lo permiten. Ambos púgiles tienen sus razones para defender sus posturas pero todo pende de un hilo muy fino que, si se rompe, podría dejar parado a un puerto que parece en calma, pero que, en realidad, está que arde.
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