El parqué
Álvaro Romero
Subidas generalizadas
Imagine que acude a su primera clase en un centro universitario y que, al llegar al aula, no encuentra sitio donde sentarse. La lección del profesor la tiene que escuchar desde el pasillo, rodeado de otros compañeros que tampoco han podido acceder a la instalación por falta de espacio. Imagine pizarras tan desgastadas que son incapaces de sostener ya el polvillo de la tiza. Proyectores que no funcionan. Tornos y maquinarias que acumulan décadas de uso y costras de óxido. Aulas con amplios ventanales por donde los reflejos del sol se cuelan a sus anchas debido a la ausencia de persianas. Imagine también profesores y estudiantes de un mismo centro en continuo movimiento por la calle porque los despachos y las aulas se encuentran repartidos en distintos equipamientos.
Imagine todo esto mientras otros -docentes, alumnos y personal de administración y servicios de la Escuela Superior de Ingeniería- lo viven. Cada día. Año tras año.
El director de la ESI, Juan José Domínguez, denunció ayer en este medio la "situación de precariedad" por falta de espacio en la que se encuentra la Escuela, y así lo confirman diferentes testimonios de estudiantes y profesores. "Es horrible. Yo he comenzado este año el grado en Ingeniería Técnica Industrial y es lamentable el aula que nos han asignado. Como no hay pupitres para todos, han colocado varias sillas de palas en las que resulta incomodísimo tomar apuntes y dibujar. Además, hay una pizarra en la que ya no se puede escribir, así que han puesto una más pequeña encima, pero si se baja el proyector no se puede ver la pizarra. Y hay otro proyector manual que no funciona". "Es tercermundista", agrega María a las palabras de su compañero Eduardo Ruano, y entre los dos explican también que el grupo de 1º C de su titulación está recibiendo las clases teóricas en el Aulario La Bomba, a 500 metros de la sede principal de la ESI. "Allí tampoco hay espacio para todos en las aulas, y encima tienen que estar desplazándose hasta aquí para realizar las prácticas".
Otro alumno, con prisas, resume la situación en pocas palabras: "En una clase me tengo que sentar en una silla y coger los apuntes sobre las piernas porque no hay mesas para todos". Y a la vez que echa a andar, añade: "Pero yo ya estoy acostumbrado, ya llevo varios años estudiando aquí". Sonríe.
El pasado 28 de septiembre, en el acto oficial de apertura del curso académico 2012/2013, el rector de la Universidad de Cádiz, Eduardo González Mazo, destacó la responsabilidad y prudencia de su comunidad universitaria: "Nuestra comunidad universitaria es responsable y prudente, como lo demuestra todo el personal de la Escuela Superior de Ingeniería que lleva esperando más de una década el traslado a su futura sede". Y agregó: "A día de hoy aún no se han resuelto los problemas de financiación para la conclusión de las obras, la dotación y el traslado al nuevo edificio". Responsabilidad. Prudencia. Y quizás, ¿resignación?
Uno de los docentes de la ESI considera que si los propios profesores (entre quienes se incluye) y los alumnos se negasen a seguir en estas condiciones, "quizás la situación cambiaría". Reflexiona sobre ello: "No podemos dar clases con alumnos de pie o en el pasillo. Ni tampoco los alumnos deberían resignarse, porque han pagado una matrícula para recibir una formación de calidad, y encima ahora les han subido las tasas".
Su compañero José Cano aceptó a hablar con este periódico pero en movimiento, ya que abandonaba la sede principal de la ESI para dirigirse al edificio ESI2 (Aulario Simón Bolívar), donde le esperaban sus alumnos. "Lo que ha denunciado el director de la Escuela en 'Diario de Cádiz' es totalmente cierto. En las dos primeras clases que he impartido este año había alumnos de pie. Son aulas con capacidad para 90 personas y había más de 120 alumnos. Y no podemos colocar más bancos o sillas porque está prohibido por motivos de seguridad. Así que se ha 'solucionado' el problema trasladando esos grupos al aula magna de Simón Bolívar que es un espacio que tampoco reúne las condiciones apropiadas para la docencia, pero al menos los alumnos están sentados".
La profesora María Luisa de la Rosa también hizo referencia a la "masificación" de las aulas de Ingeniería, aunque agregó que esta situación "no es una novedad. Llevamos así muchos años ya". A diferencia de otros de sus compañeros, la docente no se ha encontrado este curso con aulas sin capacidad suficiente para albergar a todo su alumnado, pero reconoce que las instalaciones de la ESI no reúnen las condiciones idóneas. "Mis alumnos de primero aún no se han quejado, pero acabarán haciéndolo", afirma. La conversación concluye porque la profesional debe seguir caminando: "Aquí estamos andando constantemente. Yo tengo el despacho en este Aulario de Simón Bolívar, e imparto clases en los demás edificios".
Y hay estudiantes que no solo deben desplazarse de una sede a otra dentro del Campus de Cádiz, sino que también deben acudir, una vez a la semana, al Campus de Puerto Real, porque es allí donde está el laboratorio de Tecnología Ambiental. Nelson Castaños es uno de los estudiantes de segundo curso de Ingeniería Tecnológica Industrial que debe ir a ese otro campus. El joven critica este hecho, así como que la maquinaria que utilizan en los laboratorios esté anticuada e incluso oxidada. "A un profesor le preguntamos cuántos años tienen los tornos y otras máquinas de los laboratorios, y nos dijo que cuando él era estudiante de esta Escuela ya los utilizaba".
Su compañero Pedro Ruiz, que se mueve con muletas al tener escayolada la pierna derecha, se queja ahora más que nunca de los continuos desplazamientos que debe realizar entre las diferentes sedes de la ESI, pero le irrita aún más que muchos estudiantes no puedan desarrollar las prácticas de la asignatura de Termotecnia "porque no hay ordenadores suficientes para todos". "Hay 20 ordenadores y se han establecido tres sesiones para que puedan ir 60 alumnos, pero es que somos muchos más, más de cien, y la solución que nos dan es que llevemos nuestros propios portátiles; y si no, nos quedamos fuera. Nos quedamos sin las prácticas, y para la nota solo nos cuenta la teoría".
"¿Y por esta formación he pagado yo este año 1.200 euros?", se lamenta.
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