"El que quiera meterse hoy en la hostelería debe hacer algo distinto"
Nicolás Lucero Caro. Economista y hostelero
De ascendencia asidonense, rinde culto a la memoria de su padre reconvirtiendo y modernizando el histórico bar frente al muelle.
S IEMPRE estuve involucrado en la hostelería. Soy un empleado de hostelería metido a economista". Nicolás Lucero repasa su vida, ligada al histórico bar que lleva su apellido y en el que "echaba mano" con su hermano cuando su padre lo necesitaba. Ahora comparte el trabajo en su despacho, Nicolás Lucero Consultores, en el Edificio Fénix, con los primeros pasos de un bar Lucero renovado.
-¿Cómo llegan los Lucero a Cádiz?
-Venimos de una familia bastante humilde de Medina Sidonia. Los Lucero, huyendo de la miseria, se establecen en masa en Cádiz. Once hermanos. Creo que se vienen casi todos. En aquellos tiempos la gente de Medina se venía para ser guardia municipal o montar un bar. Mi abuelo tenía un bar en Medina. Todos mis tíos fueron montando bares en Cádiz. Hubo una época en que los Lucero teníamos aquí varios bares: el Sancho, el Serrallo, el Compostela, el Bahía, el Lucero... que es el único que queda. Mi padre lideraba un poco a la familia y los fue trayendo para acá. La siguiente generación nos beneficiamos del gran trabajo que hicieron ellos. Y pudimos dedicarnos a otras cosas gracias al sacrificio de nuestros padres, que nos dio la oportunidad de estudiar. Yo estudiaba en Sevilla y cuando me corría alguna juerga enseguida me acordaba de mi padre con un mandil en el bar desde las tres de la mañana. Y eso me responsabilizaba porque gracias a ese sacrificio yo podía estudiar.
-Su padre nunca le impuso seguir en el negocio familiar.
-No. Mi padre respetaba que estudiáramos, pero cuando había que echar una mano, había que echarla. Él entraba a las tres de la mañana. En los 70, había lleno rebosar a esa hora de las prostitutas que salían de los cabarets, de los trabajadores del muelle, de los que iban a pescar. Todo el mundo acababa allí. Y hacía falta echar un cable.
-¿Cómo fueron sus primeros pasos profesionales?
-Nada más acabar la carrera de Empresariales en Sevilla encontré empleo allí mismo. Pero me llamaron para un puesto en el Ministerio de Trabajo. Vine a Cádiz con desgana para hacer la entrevista y a la semana me avisaron de que estaba admitido. Tenía ganas de volar, pero el destino me devuelve a Cádiz. Trabajé dos años y medio pero pedí la cuenta. Me aburría a pesar de ser funcionario. Trabajaba en el INEM cuando pertenecía a Trabajo, teníamos un equipo de creación de empresas, en la calle Acacias. Nunca entendí el funcionariado. Mi padre estuvo 50 años haciendo lo mismo. Pensaba en estar haciendo algo aburrido toda mi vida y me aterraba. Un amigo me propuso montar un despacho de asesoría de empresas. Me embarqué y lo abrimos en la calle Beato Diego. Pero cuando terminaba el mes no me salían las cuentas para pagar las inversiones, había que comprar un equipo informático pagando 48 letras. Y me decía dónde me he metido. Menos mal que era joven y necesitaba poco para vivir. Decidimos separarnos y me vine a seguir con el asesoramiento de empresas al almacén del bar, en la segunda planta del Trocadero, entre cajas de licores y de café. Allí disimulaba el despacho como podía.
-Háblenos de su paso por la presidencia de Bares y Cafeterías en Horeca.
-Fui a Horeca a hablar con Antonio de María. Habían salido entonces los módulos fiscales, surgiendo así un campo para asesorar a los bares. Le pedí una relación de bares y en lugar de darme la lista, me pidió que fuera presidente de los bares. Fui a pedirle trabajo y me dio un marrón. Estuve 12 años en la patronal. Me sirvió para relacionarme con gente y aprender mucho. También en esa época me metieron en el comité ejeuctivo de la Cámara de Comercio. Y en todo esto, me llama Antonio Muñoz para ser consejero del Cádiz. Y recuerdo que me cogió también de presidente de la comunidad de mi casa. Parte de culpa de mi divorcio vino por ahí, fue una época muy tumultuosa.
-¿Cómo fue su paso por el Cádiz Club de Fútbol?
-Entré de consejero y ascendimos en Las Palmas a Segunda División. A los dos o tres meses de ascender me fui. No estaba de acuerdo con la manera de hacer las cosas de Antonio Muñoz. Fueron tiempos difíciles. El Cádiz no tenía nada. Yo llevé mesas de mi propiedad porque no había casi nada. Recuerdo que me puse en taquilla a repartir carnés de abonado y se me llevó el coche la grúa.
-¿Faltó mayor riesgo económico para seguir mucho tiempo en el fútbol profesional?
-Eso es relativo. El fútbol es algo muy ingrato. Tú puedes llevar una gestión perfecta y si luego la pelota no entra, eres el peor del mundo. Y al revés. Yo colaboré con la candidatura de Mariano Pastrana que le disputó la presidencia a Irigoyen. El Cádiz era un auténtico caos. Pero la pelota entraba. Aunque la gestión era un desastre, el Cádiz continuaba en Primera un año tras otro y a Irigoyen lo aclamaban.
-¿Le han vuelto a tocar para ser consejero?
-Sí, yo siempre estoy ahí. Siempre fui muy cadista. Ahora sólo me une buena relación con Manolo Vizcaíno. Pienso que puede ser bueno para el Cádiz. Para lo que ha venido al Cádiz en los últimos años, es el mejor con diferencia. A años luz. Está curtido en esto del fútbol. Tiene un concepto totalmente distinto al de Muñoz en lo que es la organización de un club de fútbol.
-¿Qué futuro le ve al Cádiz?
-Tiene futuro si asciende. La Segunda B es una ruina. Y si no salen las cuentas, los que están poniendo dinero se podrían cansar. Si sube, se generan ingresos y se puede pagar. De lo contrario, lo veo muy negro. Por muy buenas condiciones que hayan surgido del concurso de acreedores, todo pasa por ascender. Y si subes, tienes que incrementar el gasto. No sé cómo hay gente que se mete en el fútbol. Todo el que viene quiere ganar dinero, por mucho que digan otra cosa. Lo del fútbol no tiene lógica.
-¿Qué ha querido conseguir con El Lucero del Muelle?
-Hace año y medio falleció mi padre y me planteé alquilarlo, venderlo o ilusionarme. Y elegí hacerle un homenaje a mi padre.
-El nuevo Lucero. Tan nuevo que es distinto.
-Claro, era ya algo agotado. En los últimos años la culpa era mía, que salgo toda las noches del despacho a las diez y no le estaba poniendo interés. Como el local es nuestro y no hay que pagar alquiler, pues van pasando los días y lo vas dejando. Al final, entendí que era el último bastión de la familia Lucero. Me lo podía permitir. Y opté por hacer algo distinto.
-Ha sido un trabajo coral, tengo entendido.
-Totalmente. Han participado muchos de mis clientes de mi despacho. Amigos, fundamentalmente. Cadigrafía desarrolló el proyecto. No hemos abierto un bar por abrirlo. El Lucero es un bar donde no hay nada improvisado. Magníficos profesionales han trabajado aquí hasta el último detalle. Queríamos que todo fuese distinto.
-Como la cerveza, que dicen que no embota.
-Exactamente. Porque no tiene gas carbónico. Viene directamente de fábrica. La de barril viene muerta y para que suba hay que meterle gas. Esta cerveza es tal como sale de la fábrica. Viene en un camión ya fría y se meten en unos toneles que tenemos. En Cádiz capital no la hay.
-Siempre mirando los bolsillos y la situación económica, ¿no?
-Por supuesto. Eso es lo que pretendemos. Así se lo dije a Mauro Barreiro, a quien le encargué la carta. Si yo hago algo distinto y hay bolsillos que no lo pueden pagar, para qué nos metemos en esto.
-¿Cómo han ido los primeros compases?
-Muy bien a pesar de que hemos tenido la 'magnífica' suerte de la obra de la parada de autobús. El boca a boca nos está ayudando. Luego, como es natural, necesitaremos un rodaje.
-¿Es una carta para nuevas exigencias, para no caer en lo de siempre?
-Claro. Para montar un bar con albóndigas, ensaladilla y filetitos siempre hay tiempo. Queríamos algo distinto, pero siempre teniendo claro que tenía que ser en el Lucero.
-No se hubiera embarcado usted en otro proyecto hostelero, entonces.
-Para nada. Esto era un homenaje a mi padre, es algo romántico. Conozco bien la hostelería y conozco su lado malo, que es mucho. Sobre todo de la barra para adentro.
-Pero la hostelería ha dado un subidón en Cádiz, ¿no?
-Va mejorando, es la verdad. Pero hubo una época mala, en la que se abrieron muchos establecimientos chabacanos. Cualquiera que se hacía con unos millones por una indemnización o un despido abría un bar.
-Ahora se nota buen gusto en los establecimientos que abren, ¿no le parece?
-Sí, es verdad. Hay que seguir esa línea. Aquí han venido personas con unos ahorrillos para montarle a su hijo, parado, un bar. Sin experiencia en la hostelería, sin conocer el concepto de bar que quería. Voy a poner una barra, una máquina de café y las cuatro tapas típicas. De eso ha habido mucho en Cádiz en los últimos tiempos. Hoy, el que quiera meterse en la hostelería, tiene que apostar por algo distinto. El público está demandando otras cosas. A la gente le gusta lo bueno, y si está bien de precio, mejor. Pero eso es difícil ajustarlo.
-Por la ubicación de su bar, supongo que espera con ganas la reforma de la plaza de Sevilla.
-Va a cambiarlo todo, espero. Va a ser el centro neurálgico. No sé qué esperan para tirar la Aduana. Detrás tenemos una joya como la antigua estación. Un edificio sin valor no puede obstaculizar el progreso y un proyecto tan importante.
-¿Cómo ha visto el resultado de las elecciones en Cádiz?
-He sido teofilista. Creo que ha sido un animal político que hemos tenido la suerte de tener aquí y que durante mucho tiempo ha trabajado por Cádiz. Pero no ha sabido elegir el momento de irse. No tiene ningún sentido exprimir tanto su figura. De haberse marchado antes, sería recordada más de lo que va a serlo. También es cierto que de haberse marchado antes, no veía yo un buen relevo. ¿Quién se dedica a la política local? Pues un parado, un funcionario de mucho tiempo, un señor jubilado con mucha pasta o un majara. Pocos profesionales liberales se dedican a eso. Empiezas a espulgar y ¿quién te queda en política? Hay personas muy interesantes que harían mucho por Cádiz, pero no quieren perder sus empleos o estropearlos con la política. No veo a Teófila ni gobernando en minoría ni en la oposición, una mujer con esas miras y después de 20 años mandando.
-Como gaditano, ¿le preocupa el futuro de la ciudad en plena incertidumbre política?
-Claro que me preocupa. Yo sé que después, el día a día, la vida es igual. En Medina, después de muchos años de PSOE, ganó hace cuatro años IU y ahora ha repetido. ¿Ha pasado algo? No. Hemos venido de una dictadura, de una Transición... cuando se legalizó el PCE mucha gente se quería tirar de los pelos. Y no pasó nada. Supongo que si entra Podemos en el Ayuntamiento, tendrá que ser realista con lo que hay. Los recursos son los que hay. Limitados e hipotecados. Hay ideas buenas. El comunismo es una forma ideal de asociacionismo. Pero el humano es que lo complica todo. Una idea comunista bien llevada es una maravilla. En mi profesión asesorábamos a muchas cooperativas, y todas se iban a pique. El hombre no funciona si no hay alguien que mande. La inestabilidad no es buena para nadie.
-Esa misma ciudad que le hizo Rey Mago en las últimas navidades.
-Ufff, eso fue un regalo que me hizo Cádiz. Nunca podré devolvérselo. Y además porque lo viví con toda mi familia. He visto la felicidad en la cara de mis hijos, y eso que son ya mayores. Estás dentro de un personaje viendo las reacciones de las personas por ver a alguien que creen que eres. Eso queda para toda la vida.
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