"Yo quiero pasar desapercibido, en silencio. Como llevo quince años"
Ceballos destaca como principales logros de su mandato la atención a los inmigrantes, la recuperación del patrimonio o el traslado del seminario de Sevilla a Cádiz · Se muestra con fuerzas para seguir
Hace quince años tomó posesión como obispo de Cádiz y Ceuta. Ahora, Antonio Ceballos Atienza (31 de julio de 1935. Alcalá la Real) hace balance del período transcurrido y de los cambios que ha sufrido la diócesis, los logros obtenidos y los aspectos por mejorar.
"No me gusta hablar de mí", asegura, insistiendo en que nunca antes se había pronunciado tan abiertamente ni había hablado de aspectos tan personales. Pero hoy, cuando cumple una década y media como máximo responsable de la Iglesia gaditana, hace una excepción.
-Quince años ya desde que tomó posesión como obispo de Cádiz y Ceuta, ¿cuál es su valoración?
-Han pasado estos años rápidamente. Entre gozos y dolores. Estoy muy contento de estar en esta querida diócesis a la que amo entrañablemente. Han sido años de intenso trabajo pastoral, realizado con ilusión y con entusiasmo; eso sí, han sido unos años rápidos, quizás por el trabajo tan intenso que he llevado a cabo, del cual no me arrepiento. He procurado servir gratuitamente a esta diócesis y a su gente, los gaditanos y los ceutíes.
-¿Cómo definiría esta diócesis de Cádiz y Ceuta?
-Me lo pones muy difícil. Es una diócesis muy compleja pero encantadora. Una diócesis que se destaca por su gente; el gaditano es una persona muy singular, tiene un ingenio que lo demuestra sobre todo en los carnavales pero también en su humor de cada día.
Esta diócesis tiene de todo. Es muy rica en dones y con muchos problemas, con unos setecientos cincuenta mil habitantes los que tiene entre Cádiz y Ceuta. Es muy muy rica y necesita de mucho tiempo y de muchas personas.
-¿Es complicado llevar una diócesis con dos ciudades distintas y en dos continentes distintos?
-Siempre recuerdo que el Papa Juan Pablo II, en la última audiencia privada que mantuve con él, me lo encontré señalando en un mapamundi Ceuta. Y le dije: "sí, Santo Padre, Ceuta, continente africano; y Cádiz, continente europa". Y él se quedó mirándome. Señalaba Ceuta por los problemas existentes entonces de los inmigrantes.
La diócesis está muy bien dotada; de sacerdotes preparados, de laicos, de religiosos, de religiosas,... que son unos grandes colaboradores. Sin ellos el obispo podría hacer muy poco. Es una diócesis en donde el obispo es como un misionero, por tierra, por mar y a veces hasta por aire; la presencia del obispo es muy importante, y eso lo he querido cuidar, me he hecho presente todo lo que he podido, lo que al mismo tiempo me lleva al conocimiento de las personas y de las instituciones. Esto es difícil, pero se lleva a cabo muy bien, sobre todo cuando se tienen buenos colaboradores.
-¿Y cómo se definiría usted como obispo?
-Ahora sí que me lo pones difícil, porque yo quiero pasar desapercibido, en silencio. Como llevo quince años. Sinceramente, soy un obispo que con sencillez y humildad desea ser un buen pastor. Con lo que tengo, soy y sé quiero servir y realizo este esfuerzo de cercanía con todos. Es decir, deseo servir a las distintas personas e instituciones presentes en la diócesis. Este esfuerzo de cercanía lo he realizado en estos quince años y seguiré realizándolo. Y trabajo y me esfuerzo por la comunión, por la hermandad,...
-¿Destacaría algunos aspectos que haya conseguido como obispo?
-He dedicado diez años a la visita pastoral en toda la diócesis. Se dice muy pronto, pero han sido diez años recorriendo la diócesis, palmo a palmo; todas las parroquias y todos los rincones de la diócesis donde hay un cristiano. Y no sólo las parroquias, sino también los religiosos, los movimientos de todo tipo, todas las hermandades... He gozado mucho, pero debo reconocer que han sido muchas horas. Eso queda ahí.
También he celebrado un Sínodo Diocesano que culminó en el año 2000, en el que colaboraron diez mil personas y mil grupos. He ordenado a lo largo de este tiempo a más de cuarenta sacerdotes y en el seminario actualmente son veintiún seminaristas. El seminario está presente en la diócesis y aquí en Cádiz; era un deseo que cuando llegué de obispo vi que podía hacerlo (el Seminario estaba en Sevilla entonces) y hoy creo que debemos estar contentos por esta determinación.
-¿Ha cambiado la diócesis desde que usted llegó hasta hoy? ¿En qué aprecia esos cambios?
-En primer lugar hay que considerar cómo la diócesis sufre los cambios en lo social, en lo político, en lo religioso,... En quince años ha sufrido muchos cambios y eso ha repercutido enormemente en la vida de todos los que formamos la diócesis. Ha sufrido la ola de laicismo, la mentalidad materialista, el relativismo, el consumismo. Y hay algo que también me preocupa, ese vacío de Dios. Pero ante esto tiene una riqueza, la religiosidad popular y las hermandades y cofradías, que el obispo cuida muchísimo en medio de las dificultades. También está viviendo ahora la situación de crisis y de paro.
Un fenómeno destacado ha sido el de la inmigración, realidad que me encontré apenas llegar y que me obligó a nombrar un delegado. Esta diócesis se define por la sensibilidad de todos hacia la atención a los inmigrantes, una atención, hay que reconocerlo, exquisita. Junto a ello, la atención a los pobres en todas las parroquias, donde Cáritas trabaja magníficamente, y ahora más dado la situación que vivimos.
Otra cosa que destaco es la atención al Patrimonio. Si Dios quiere, en este tiempo va a quedar prácticamente todo el patrimonio consolidado, rehabilitado y embellecido; que no es poco, lo que hay que agradecer a todos los que han colaborado.
-¿Cómo se encuentra en la actualidad la Iglesia de Cádiz y Ceuta?
-Seré muy breve. La Iglesia diocesana goza de buena salud en medio de toda esta situación que estamos viviendo.
-¿Cuáles son sus puntos fuertes y sus necesidades más destacadas?
-Todos están trabajando muy bien: los religiosos, los sacerdotes, los jóvenes, la familia, a la que hemos dedicado tres años de trabajo no sólo teórico. Se está trabajando en la atención a los inmigrantes, que antes se marchaban y ahora se quedan aquí. Tenemos que destacar aquí el centro Tierra de Todos, donde se está realizando una magnífica labor. También hay que destacar las hermandades y cofradías, que están con sus reglamentos al día y cuyos problemas yo creo que hay que hacer como las familias, arreglarlos en casa.
Lo que más me preocupa es el paro, la economía, los inmigrantes, el mundo de la cultura, la formación religiosa permanente e integral de las personas...
Otro aspecto donde no hemos llegado a la altura ha sido en los medios de comunicación social. Para esto, lo último que he hecho ha sido mandar a un sacerdote a que haga periodismo, he visto que ahí está la clave: si tenemos una persona así, tendremos los medios al día. Si no, estaremos un poco ahí renqueando.
-¿A qué se refiere con el mundo de la cultura?
-A la formación cultural, al nivel cultural, a estos problemas, por ejemplo, que hoy existen de la huida de los jóvenes del Bachillerato. El mundo de la cultura es muy importante y en Cádiz se está trabajando, y aquí también, porque es necesario que todos pongamos de nuestra parte porque es de enorme importancia en este siglo XXI.
-¿Ser obispo le ha aportado más alegrías que tristezas, o viceversa?
-Fíjate qué pregunta me haces. Vine para servir a esta diócesis. Y realmente que este servicio me ha llenado de muchas alegrías. También de mucho dolor. El dolor y la tristeza me han acompañado en estos quince años, porque cuando estás cerca de la gente y las instituciones participas de sus dolores y tristezas. Yo diría que el agridulce está a la orden del día de un obispo.
-¿Cuál ha sido su mejor recuerdo como obispo de Cádiz y Ceuta?
-El mejor, porque han sido muchos, el cariño de acogida de los gaditanos y ceutíes tanto cuando llegué como en todos estos años. También el llevar a cabo el Sínodo Diocesano, el trabajo con los pobres e inmigrantes, el traer aquí el seminario,...
-¿Y el peor momento?
-El peor momento, que se me quedó muy grabado, la sepultura de nueve inmigrantes en Barbate cuyos féretros no tenían nombre. También los muertos de inmigrantes en el Estrecho e incluso un niño pequeño en Tarifa. Y también los tres pescadores del Pepita Aurora. Son momentos de mucho dolor, tanto que apenas se puede contener.
-El 31 de julio de 2010 cumplirá los 75 años, edad a la que tiene que presentar su renuncia como obispo. ¿Se siente con fuerzas para seguir?
-Soy hijo de obediencia. Cuando llegue ese momento presentaré al Papa Benedicto mi disponibilidad para cesar en la tarea como obispo. Y estoy dispuesto a continuar el tiempo que el Papa me lo indique con la misma ilusión, entusiasmo y entrega hasta que el Santo Padre decida otra cosa y determine. Mi vida seguirá siendo un servicio gratuito y pastoral a todos los gaditanos y ceutíes.
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