El regreso de Cervera a Puerto Real
Historias de Cádiz
Aniversario del combate de Santiago de Cuba
El almirante volvió a su domicilio gaditano en enero de 1899
Todos los oficiales del Departamento acudieron a recibirlo
El 19 de septiembre de 1898 entraba en el puerto de Santander el buque Cyty of Rome llevando a bordo al almirante Cervera y a los demás supervivientes del combate de Santiago de Cuba, donde los buques españoles habían sucumbido ante los muy superiores barcos norteamericanos. Los marinos españoles habían sido hecho prisioneros y enviados a la base naval de Annapolis, pero los norteamericanos, entabladas negociaciones de paz con España, consideraron oportuno ponerlos en libertad y que pudieran regresar a la península.
El Gobierno de Sagasta quiso evitar que el barco con Cervera y los demás supervivientes tuviera a Cádiz o a Ferrol como puerto de destino. Temía una explosión de solidaridad hacia el almirante de la escuadra por parte de sus compañeros y también temía que la solidaridad con Cervera pasara a ser una dura crítica a la gestión de la crisis y guerra con Estados Unidos. A medida que transcurría el tiempo y se conocían detalles del conflicto, la opinión pública llegaba al convencimiento de que los barcos de Cervera habían sido enviados a luchar contra un enemigo muy superior y que el desastre era previsible e inevitable.
A pesar de estas circunstancias, Cervera y sus hombres fueron recibidos en Santander por muchos compañeros, que no dudaron en viajar desde las distintas bases navales de la península para expresar su admiración y respeto. De inmediato, Cervera marchó a Madrid donde comenzaría un largo y complicado procedimiento judicial para dilucidar las posibles responsabilidades por la pérdida de los buques.
El almirante Pascual Cervera, con la salud muy quebrantada, manifestó reiteradamente su deseo de descansar algunos días en su domicilio de Puerto Real, pero el Gobierno no consideraba oportuno conceder el permiso reglamentario. Sujeto a los inconvenientes judiciales, Cervera permaneció en Madrid hasta enero de 1899, cuando, al fin, le fue concedido permiso para descansar unos días en su domicilio gaditano.
La llegada del héroe de Cuba al Departamento de Cádiz también se quiso rodear de silencio. Pero el 13 de enero de ese año, una multitud de personas acudió a la estación de ferrocarril de Puerto Real para saludar a su ilustre vecino. El corresponsal de Diario de Cádiz envió a las siete de la tarde de ese mismo día una carta a la redacción del periódico anunciando que el tren correo en el que llegaba Cervera venía con retraso, pero que cientos de vecinos, marinos y militares aguardaban en los andenes la llegada del almirante.
Esa misma mañana, el comandante general del Departamento, Alejandro Churruca, tomó el tren hacia Jerez para recibir a Cervera en la primera parada del ferrocarril en la provincia de Cádiz. Junto a Churruca marcharon sus ayudantes, el almirante de la Escuadra, Cámara, los almirantes Jácome, Guerra y Viniegra, comandantes de los buques de la zona, jefe de administración, Biondi, sobrinos de Cervera y numerosos jefes y oficiales.
La noticia de la llegada de Cervera fue conocida rápidamente en Jerez y la estación se llenó completamente en pocos minutos. Cuando entró el tren correo, comenzaron los vítores a Cervera. El almirante, acompañado de su esposa e hija, apareció de paisano y muy demacrado. El público comenzó a dar repetidos ‘vivas al hombre honrado’, mientras el comandante general le abrazaba diciendo: ¨Pascualito”. Cervera, saludado por todos, solamente podía exclamar: “No puedo hablar. Me falta aire, me ahogo’.
El tren, con todos los marinos a bordo, emprendió de nuevo camino para detenerse en El Puerto de Santa María, donde subieron otros jefes y oficiales de la Marina para saludar a Cervera.
La llegada a Puerto Real tuvo lugar poco después, con los andenes rebosantes de público. En el vapor San Antonio habían llegado poco antes desde Cádiz el almirante Santaló y el capitán de navío Eulate, acompañados de numerosas personas.
En la estación tuvieron lugar de nuevo las ovaciones y vítores al heroico marino, que se mostraba conmovido y muy cansado. Cervera tomó del brazo a Eulate y marchó a su domicilio seguido por infinidad de personas que querían saludarlo. Ya en su casa, recibió numerosas visitas, a pesar de encontrarse muy cansado y sin apenas poder apenas hablar. A todos comunicó que pasaría unos días en Medina, su lugar de nacimiento, para reponer su estado de salud.
Al día siguiente, envió sendas cartas al comandante general y al almirante de la escuadra agradeciendo la acogida y pidiendo transmitieran a sus subordinados su gratitud, ya que su estado de salud le había impedido realizarlo personalmente.
Cuatro días más tarde, Cervera interrumpió su descanso para acudir a San Fernando y asistir a la inhumación de los restos de su jefe de Estado Mayor, el capitán de navío Joaquín Bustamante, en el Panteón de Marinos Ilustres. Poco antes de la salida de la escuadra de Santiago de Cuba fue necesario que las columnas de desembarco de marinería de los barcos de Cervera prestaran su ayuda en Las Lomas de San Juan para hacer frente a las tropas norteamericanas. A Bustamante, como jefe de Estado Mayor de la escuadra, le correspondía el mando de estas brigadas y fue herido mortalmente, falleciendo poco después. Sus restos, junto a los de Cristóbal Colón, fueron trasladados a España en vapor al finalizar la guerra.
Relata la crónica de Diario de Cádiz que Cervera presenció la ceremonia de inhumación de su jefe de Estado Mayor sentado en silencio en un banco del Panteón de Marinos Ilustres y con aspecto de estar muy fatigado.
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