Al rescate de la última salina de Cádiz
iniciativa privada en el parque natural | arranca un proyecto acuícola, de ocio y turístico
Arrancan las labores de limpieza en la última finca rústica del término municipal que compró un ingeniero isleño por tan solo 10.000 euros
Cádiz/Puede que nos equivocásemos cuando en el mes de junio decíamos que no podía haber una inversión más ventajosa que comprar más de 40 hectáreas de salinas en pleno Parque Natural de la Bahía de Cádiz con un molino de mareas del siglo XVIII y dos construcciones militares de la misma época en uno de los últimos terrenos rústicos del término municipal por poco más de 10.000 euros.
No hace todavía ni un mes que cerró la operación y el ingeniero isleño Héctor Bouzo lleva ya gastado en labores de limpieza y de seguridad en un par de edificios bastante más de lo que le costó la finca. Pero en realidad se trata de un coste absolutamente necesario y urgente que sólo puede dar buenos frutos a corto, medio y largo plazo. Y no sólo en su favor, sino también en el de la recuperación, uso y disfrute público de este valioso pero degradado paraje natural.
La inversión era urgente porque debajo del engañoso aspecto semisalvaje de las salinas de Roqueta, situadas justo a la derecha de Torregorda tal y como se conduce desde San Fernando hacia Cádiz, lo que hay en algunas zonas son auténticos vertederos de todo tipo de residuos que han ido creciendo a lo largo de cuatro décadas de total abandono por parte de sus anteriores propietarios. Y gracias, también, a la desidia de las administraciones que se han sucedido, que seguro no han sido lo suficientemente perseverantes como para hacer que cumpliesen con sus obligaciones.
Es difícil describir con palabras lo que están sacando de allí a máquina y a mano: lavadoras, televisores y vídeos de un par de generaciones, neumáticos de todos los calibres, botellas, latas, un sinfín de bidones, somieres y persianas de todos los modelos de los últimos cuarenta años utilizados como cercados y escombros procedentes de una especie de poblado estilo Mad Max protegido por centenares y centenares de metros de chumberas plantadas por sus habitantes.
Precisamente las labores de limpieza se están centrando, además de en la retirada de cantidades ingentes de basura -ya van entre 10 y 15 toneladas-, en la eliminación -con la autorización de la dirección del espacio protegido, claro- de tunas, pitas y cañizales, especies vegetales invasoras que nunca debieron crecer en este parque natural. Pese a contar con permiso de Medio Ambiente, Héctor ha sido denunciado ante el Seprona por los responsables de la ocupación de los terrenos y de la acumulación de la mayor parte de las inmundicias que ensucian este último rincón rústico de Cádiz. También ha recibido advertencias por parte de algún "ecologista" un tanto despistado a la hora de valorar el daño que son capaces de infligir a un hábitat tan frágil las agresivas plantas alóctonas. "Las tunas lo invaden todo y a veces es difícil retirarlas sin rozar otras plantas, pero lo que estamos haciendo es mejorar esta zona del parque natural catalogada como muy degradada", explica el ingeniero durante un recorrido por la finca privada.
Porque en realidad lo que ha comprado Héctor a Jens Witthaus y a sus socios es una sociedad propietaria de unas diez hectáreas de terrenos, ex titular de la concesión de explotación de las 40 hectáreas de salinas colindantes, pertenecientes al Dominio Público Marítimo Terrestre. La zona privada se extiende desde la entrada situada justo al lado del Club de Pesca Deportiva Santibáñez hasta las ruinas del antiguo Molino del Arrierillo y de una casa salinera, rodeando la isleta de propiedad pública del área recreativa del parque natural, un merendero al pie de unos eucaliptos gigantes sitiado hasta ahora por la basura. Por enmedio discurre el carril de acceso. Se trata de una compensación al parque natural por la expropiación de los terrenos del desdoble de la vía férrea.
Héctor está ahora en pleno proceso de delimitación de la finca privada para evitar que se sigan colando cazadores furtivos y desaprensivos que sigan vertiendo allí todo tipo de basuras. Respetando el acceso hasta el área recreativa, ha cerrado con verja y candado el carril que conduce hasta el molino. El trabajo de las máquinas y el estado de cierta parte de las ruinas obligan a extremar las precauciones. Pero no siempre lo consigue y ya le han reventado varios candados, pese a que la servidumbre de tránsito discurre por la linde del Dominio Público Marítimo Terrestre. "Estamos negociando con las administraciones que el Eurovelo, el carril bici proyectado hasta Grecia, discurra por el borde del estero, rodeando la finca, porque nos parece interesante y atractivo para el proyecto", aclara. Y advierte de que el actual sendero estará cerrado durante unos meses por las obras y que prevén reabrirlo en primavera.
"Nuestro proyecto consiste en llegar a un acuerdo con las administraciones para que el área recreativa tenga un uso público privado de manera que podamos mantener una vigilancia y unos horarios de apertura ofreciendo servicios a los usuarios", explica Héctor. "Vamos a mantener la parte pública, la vamos a ampliar con zona privada y ahí queremos introducir actividades de pago que complementen lo público", insiste.
"La situación en la que nos hemos encontrado la finca nos ha obligado a frenar nuestra planificación. Ya hemos respondido a los requerimientos de seguridad que nos ha hecho el Ayuntamiento, hemos derribado la casa salinera y vamos a utilizar los sillares en la rehabilitación del molino, que es la única construcción que está protegida", añade el ingeniero.
"Por otro lado teníamos dos ocupaciones, una en la caseta de vigilancia del polvorín y otra en el propio polvorín. Los primeros se fueron la semana pasada y los segundos, lo harán la que viene, porque tenían que retirar enseres e incluso unas colmenas de abejas. Y junto al área recreativa había varias personas que tenían un huerto y que también van a marcharse", aclara Héctor.
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