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Cádiz/Cuando el grito de guerra ¡Aylé! sale de la talentosa boca de Riki Rivera y los vientos de su Cádiz lo empujan para regalar los oídos de propios y extraños, se activa una especie de resorte mágico, casi místico, que conecta esas almas dispuestas a dejarse cautivar por la fuerza de las palabras en su más hondo y esencial significado.
Aylé –el más reciente sencillo publicado por el cantante, compositor y productor gaditano– abarca más de uno y todos se alternan, complementan y encierran una interesante historia que él mismo desgrana con la ilusión de las primeras veces. “Aylé significa ‘de noble linaje’ y es una variante del nombre Ayla, que es ‘piedra preciosa’ y que, a su vez, proviene del gaélico Ail, que significa ‘roca’, el tener la fuerza y la valentía de luchar contra todo pero siempre sin arramplar, sin perder la bondad ni los valores”, explica el artista.
Acto seguido, con lengua siempre ocurrente y certera, salta de la etimología a la semántica a través de un gaditanísimo ejemplo. “Aylé también conecta a personas creativas, imaginativas y soñadoras”, prosigue. Se trata de un término que “invoca ese sentimiento de pararte en la esquina y decir: ¡mira qué bonito esto! O, de repente, un olor... Por ejemplo cuando llego a Cádiz y voy a La Caleta, digo: espérate, que tú estás aquí pero yo no, picha. Ese olor... Cualquiera te puede tildar de majareta, pero ese tipo de cosas también llevan dentro el grito Aylé”, relata divertido.
Y del significado a la aplicación práctica de los conceptos. “Se ha creado una cosa increíble con esta canción porque yo realmente tenía en la cabeza eso de aylé, aylé, aylé –lo canta–. Pensaba: esto es un coro, podemos hacer algo con esto. Todo el que la escuchaba o al que le mandaba la maqueta decía: ¡qué guay! Y luego nos ponemos a hacer el videoclip, de esos que cuestan una pasta y que tenemos que pedir ayuda a unos y a otros. Pues todo ha ido no bien, sino excelente. Nunca pasa eso”, cuenta sobre este nuevo lanzamiento.
Siguiendo las señales que esparce por doquier el destino, Riki Rivera se propuso en esta ocasión mostrar Cádiz a vista de pájaro en el videoclip de Aylé –obra del realizador sevillano Nano Montero y que ya supera las 60.0000 visualizaciones en YouTube– a sabiendas de que el reto merecería la pena. Un trabajo de perspectivas alucinantes engarzado a una historia que desafía los límites de la causalidad. Una narración que se ha convertido en su anécdota fetiche en la promoción de la canción. “Teníamos la coña de que con el coro de Aylé estábamos invocando una fuerza antigua, dormida, que es bonita y benevolente, que nos está ayudando en todo”, admite.
Para las localizaciones “queríamos el pirulí, pero el Ayuntamiento, que se ha portado de gran categoría, no tenía la competencia, que es de la empresa Ilunion. Llamamos entonces al dueño, Diego Gallego, y me dijo que era posible pero un día antes me dice que no se puede porque lleva tiempo cerrado y por riesgo laboral”, cuenta. También tanteó el artista la posibilidad de rodar en el Faro del Castillo de San Sebastián –a la postre fallida–, hasta que el Consistorio ofrece la opción de las Puertas de Tierra. Una señal inequívoca desde las alturas, una alternativa viable y un gran acierto, a tenor del resultado.
Rivera cita en este punto a Luis García, el director del Museo Litográfico, una suerte de ángel custodio del monumento que da acceso al casco histórico de la ciudad, quien permitió al artista y su equipo acceder al torreón de la fortaleza. “Esto es muy místico. Te juro que ese hombre es un mago –afirma–, con una guasa gaditana, de la antigua, de la que nos gusta”.
La mañana del rodaje, reveladora al máximo, “cae una niebla en Cádiz de Stephen King...”, recuerda. “Y, de repente, desaparece el pirulí. Había una fuerza que nos decía que el pirulí no era el sitio. Eso es Aylé”, remata Rivera.
Fuerza también la de Cádiz como generadora de momentos geniales que brotan de cada esquina. Rostros anónimos que acudieron espontáneamente a la llamada de Aylé –no existió convocatoria oficial para ello, aclara el artista–, que quisieron ser parte de la figuración. “Hubo una calle en la Plaza Pinto para la que necesitábamos como 40 personas y solo teníamos 25. De repente aparecen seis o siete matrimonios de Cuenca, de Zamora, los paro y les pregunto: ¿queréis salir en el videoclip? Y me dijeron: ¡Hombre, por supuesto!”, rememora Riki Rivera.
Como las anteriores, mil anécdotas más recorren la génesis y desarrollo de esta aventura, surgida de la fuerza telúrica del verbo y aupada por la calurosa acogida que está teniendo su mensaje. “Es una locura, que gente que admiro como Manuel Lombo, Sergio Ramos o Fabiola Martínez, directora de la Fundación Bertín Osborne, interactúen y lo compartan. Son cosas bonitas que ayudan a que la música siga”, cuenta.
En definitiva, Riki Rivera concreta el espíritu de la experiencia Aylé afirmando que “yo no quiero tener impacto por los números, sino para seguir haciendo música y tener el privilegio de compartir, conectar”. Esa gente, su público, que "se me acerca y dice: Riki, esta canción me ha cambiado la vida, me ha acompañado en tal o cual situación...”, narra. Por mor del destino, de la determinación o de una sabia combinación de ambos, Aylé suena en las alturas, con eco rotundo, al tiempo que se aferra al terreno de las obras bien hechas.
El entusiasmo, casi perplejidad, con que Riki Rivera asimila el impacto de Aylé le pilla “con una edad en que valoro un montón que alguien me diga que una canción le ha marcado, que le ha cambiado la vida, acompañado en tal o cual situación...”, narra. “O que en los conciertos haya gente en las primeras filas a la que veas cantando no solo los estribillos, sino las estrofas. Eso viene de la educación emocional, que me parece primordial”, reflexiona.
En Aylé, el artista gaditano canta: “Somos la gente que viene de vuelta, abriendo la puerta con la mirada eternamente valiente”. Admite que “es osado poner esa frase ahí porque he descubierto que en la vida nunca se puede decir que vienes de vuelta, porque la vida se entera y te manda otra”. Añade al respecto que “es verdad que hay algunas cosas que se vuelven a repetir, que siguen el mismo patrón. Por ejemplo, ser iluso. Venimos de vuelta de ilusionarte al primer segundo. Pero eso ya no nos pasa. Cuando llegan las cosas, las cogemos, miramos y analizamos para, a partir de ahí, tomar decisiones. Tengo la suerte de que la vida no me manda grandes catástrofes ni tormentas, pero cuando pasa es porque la vida te enseña”, sentencia.
No es extraño, por tanto, que la palabra que mejor define a Rivera a día de hoy sea resiliencia, ya que “dice mucho de una persona que la aplica porque se está mirando por dentro y quiere contar de dónde ha salido. Es la capacidad de asumir con flexibilidad situaciones límite, sobreponerse a ellas y salir fortalecido. Eso es lo bonito”.
Aylé, por otra parte, se incluirá en un disco “que saldrá a finales de año, creo que para noviembre –adelanta el artista sin desvelar su título–. Lo que venimos haciendo todos estos años es sacar singles sueltos y a final de año los recopilamos con tres o cuatro canciones nuevas en un álbum”.
Ganador en 2015 del Premio Goya a la Mejor Canción Original por el tema Niño sin miedo, de la película El Niño, Riki Rivera anuncia una nueva participación en sendos proyectos de cine. “Estamos trabajando en una canción que una productora me ha encargado para una película protagonizada por Paco León y dirigida por Martina Seresesky. Y también estaré en la banda sonora de otra peli que no te puedo decir porque es un tiro gordo”, deja entrever.
Aparte de conciertos –Dos Hermanas, Utrera, Matalascañas,Trebujena, Torremolinos, Sevilla o San Fernando–, un proyecto muy especial asoma en la agenda del artista, de nuevo con Cádiz en el horizonte de su arte. “Me hace una ilusión del carajo, no te lo puedes imaginar –afirma–. Este año voy a colaborar en la música de una agrupación de Carnaval muy importante, tiene un montón de primeros premios. Me lo ha pedido el autor y le he dicho que sí de cabeza. Aunque estoy hasta arriba de curro, me da exactamente igual porque ¡ahí muero, quillo!”, exclama.
Sobre la fiesta grande de la capital gaditana, el que fuera miembro del grupo musical Levantito comparte su deseo de documentar en algún momento “el proceso creativo del Carnaval, porque yo vengo de ahí, yo salí un montón de años en Infantiles, con la Peña Nuestra Andalucía, tengo ese honor, ese privilegio”. Rescata también que “José Herrera fue mi primer maestro de guitarra flamenca, en paralelo fue Pacoli y años después Antonio El Piojo, que en paz descanse. Con él aprendí carnaval flamenco, copla y luego saber estar. Él sabía que tenía niños de la calle, no éramos niños que nos acostáramos sin comer, mucho cuidao, pero estábamos todos el día en la calle. Y cuando había un catering nos inculcó eso tan maravilloso de cucharón y paso atrás”. Además “nos enseñó, sin querer, el proceso creativo –recuerda–, cómo se montaban las cuartetas. A veces venía El Noso, que era el poeta, y nos explicaba la letra del pasodoble. Luego venía El Chupa, que en aquella época era el contralto por excelencia, y armonizaba. Ese proceso creativo es el que a mí me gustaría poder rodar y lo haremos”, avisa.
A la música, finalmente, Riki Rivera le pide “que nunca deje de sorprenderme, que hay música buena, potente, discos de compañeros pa ponerte y gente haciendo cosas bonitas. A mí me dan igual los estilos”, asegura.
Y sobre lo que depara el futuro, el músico asevera que “hay cosas para las que no he encontrado el momento y que sacaré cuando lo sea. Ahora es el momento de hacer música, conectar y de aportar algo a ese sentimiento de lucha”.
Embajador musical de su tierra en 2023 dentro del IX Congreso Internacional de la Lengua Española con la canción precisamente titulada La Lengua, Riki Rivera echa la vista atrás hacia “una experiencia impresionante porque realmente yo no conocía ese congreso y cuando llegó me aportó un montón de cosas. Sobre todo, la conexión superbonita con Luis García Montero. Aprendí mucho y me pareció una cosa brutal para la ciudad y un impacto muy bonito en el resto del país. Se escribió una página en la historia de Cádiz”.
Como imagen resumen de aquella cita, Riki Rivera elige, sin duda, la de “Felipe VI tocando el cajón delante del Teatro Falla. Fue un espectáculo que no hubiera conseguido ni el creativo más grande del mundo”, dice.
En cuanto a la próxima edición del evento, que se celebrará en Arequipa (Perú) en 2025 y del que, precisamente, García Montero anunció que “Cádiz estará presente”, el cantante y compositor no esconde su deseo de aportar de alguna manera. “No me lo han ofrecido –confiesa– pero sería la bombísima. Estaría dispuesto a hacer un concierto, una canción que hermane aquello, lo que fuera con tal de formar parte. La cultura es al final lo más importante, es progreso. Sin ella no avanzamos”, finaliza.
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