Un ‘sí’ sacerdotal con bemoles en Cádiz
Jesús Francisco Molina estaba decidido a estudiar Física, pero sus dotes con el piano y su inquietud por el órgano de la Catedral le han llevado, a sus 25 años, a ser el sacerdote más joven de la diócesis
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Los caminos del Señor son inescrutables. Y si no, que se lo digan a Jesús Francisco Molina, que este sábado se convertirá, con diferencia, en el sacerdote más joven de la diócesis. A sus 25 años de edad sorprende, impone casi, la rotundidad de sus palabras, la claridad de su pensamiento y la fuerza de su entrega a Dios y a la Iglesia. Una suerte de conversión que se produjo al filo de la mayoría de edad y que provocó un drástico cambio en la vida que hasta el verano de 2015 creía que iba a asumir.
Jesús Molina es de San Fernando, donde nació en 1998; ha sido alumno del Liceo carmelita, donde saltó un curso en Primaria por las altas capacidades que tenía. Ese curso ganado al curriculum natural de un alumno le llevó a tener que aguardar un año antes de iniciar los estudios universitarios. Hasta ese momento, el nuevo sacerdote diocesano tenía claro que iba a estudiar Física en la Universidad de Sevilla. Y hasta formalizar la matrícula un año más tarde, dedicaría esa especie de año sabático a finalizar los estudios de Piano que comenzó a la edad de 4 años y que le llevaron al Conservatorio, primero en la Torre Tavira y luego “al lado del Corte Inglés”, que es como se identifica en Cádiz a todo lo que se sitúe en el barrio de Astilleros y en parte de la Barriada de la Paz.
Con la decisión adoptada de estudiar Física, la música sería el vehículo que llevó a Molina al Seminario. “En ese tiempo yo tocaba en una orquesta barroca que se había creado, se llamaba El renacer de los afectos, me acuerdo perfectamente, y yo tocaba el clave”, comenta este joven sacerdote. Pasar del piano al clave le hizo interesarse por el órgano de la Catedral, y en esos primeros coqueteos con esa música celestial “entré en contacto con los seminaristas y con el Padre Andrés Muñoz” que pronto se convirtió en su confesor y en la persona que definitivamente lo pondría en el camino de Dios.
Su querencia por el órgano catedralicio, su ‘año sabático’ hasta poder ingresar en la Universidad y sus primeros interrogantes vocacionales lo llevaron ese curso a vivir en el Seminario, hasta que llegó el momento clave; una fecha que Jesús Molina recuerda sin pestañear. “El 25 de febrero de 2016, lo recuerdo perfectamente. Estaba estudiando Piano y viviendo en el Seminario porque ya estaba en proceso de discernimiento. Y ese día, mientras celebrábamos misa en Santiago, llegó un momento concreto en que percibí clarísimamente que decir sí al sacerdocio era en realidad el acto absoluto de libertad que podía hacer en mi vida. Fue una auténtica revelación”, recuerda.
Y es entonces cuando este alumno de altas capacidades y aspirante que se creía a físico terminó ingresando en el Seminario Diocesano, que abandonará este sábado para ingresar en la plantilla secular de Cádiz y Ceuta. De la Física confiesa que “sigo leyendo y estudiando alguna cosa por mi cuenta”, a la vez que reconoce que esa pasión por la Ciencia “ha ido dando paso a las Humanidades, que era algo que rechazaba por completo en el colegio”. “Esto me ha servido para aprender que en esta vida uno no puede ser solo de algo”, añade para justificar su deseo de “seguir estudiando Historia”. Y de la música le ha quedado su relación con el órgano de la Catedral, que ha estado tocando estos ocho años en el Seminario, lo que considera “todo un privilegio”.
¿Son 25 años una edad muy corta para un paso tan grande? “Parece raro adquirir un compromiso tan grande con tan corta edad, efectivamente. Pero ahora es cuando uno tiene tanto que ofrecer, tiene toda una vida por delante para entregarse. Hay que ser generoso, en este caso con el amor de Dios”, responde Molina con este mensaje que quiere dirigir especialmente a la juventud, a la que invita a “aprender a rezar” para descubrir que la oración es “una fuente de amor incomparable en la vida”.
Jesús Molina ofrecerá su primera misa como sacerdote este domingo (a la una de la tarde) en el Carmen de San Fernando, su casa, donde la fe que le inculcaron sus padres echó a andar en su niñez. Y a la espera de su primer destino, este proyecto de físico con alzacuellos y amante ahora de la Historia no se identifica de manera especial con ningún colectivo de la Iglesia, con ninguna espiritualidad ni rama concreta. Ni cofradías, ni el Opus, ni las reuniones de Emaús “que estoy deseando poder asistir”, ni la música de Hakuna que llena estadios por todo el mundo. “En el Seminario he aprendido los carismas de la Iglesia, que son muy ricos y variados; y he podido conocer algunos. Yo creo que solemos caer en dividir o enfrentar carismas; y en lugar de eso, hay que acercarse a todos con la mente y el corazón muy abiertos, porque todos tienen algo que ofrecer”, considera.
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