"El secreto del Cambalache es que el cliente se convierte en amigo"
Ciudadanos de cádiz
Hassan Assad. El propietario del mítico bar de copas, todo un templo del jazz, rememora sus inicios en el local y reflexiona sobre la noche gaditana
Toma asiento en uno de los taburetes que hay a ese otro lado de la barra que le es ajeno. Desde esa otra perspectiva, Hassan Assad (Casablanca, 1959) escudriña las fotografías que cuelgan en la pared a la que siempre que conversa con sus clientes, sus amigos, le da la espalda. Esas imágenes le ayudan a recordar a artistas que han pasado por ese emblemático bar de la calle José del Toro y momentos inolvidables que ha vivido entre esas cuatro paredes. Algunos de ellos los comparte durante la charla. "¡Qué de cosas he vivido aquí y cuántos años han pasado, madre mía! Me he puesto nostálgico con esta entrevista", sonríe al término de la misma.
-¿Por qué Cambalache?
-En la primera semana de apertura, en el año 85, vino al bar mucha gente extranjera. Había marroquíes, ingleses, franceses... y Miguel, un amigo mío artista, me dijo: "Quillo, este bar lo vas a llamar Cambalache, porque mira qué cambalache tienes aquí, mira qué mezcla". Me pareció bonito ese nombre y se quedó Cambalache.
-¿Y cómo surgió el negocio?
-Yo estudié Náutica en Agadir (Marruecos) y con 20 años me concedieron una beca para proseguir los estudios. La solicité para Francia, porque sabía francés, pero no había plazas y me dieron a elegir entre Rusia y España. Y Rusia, con tanto frío... qué va, qué va. Cuando llegué a Madrid me dijeron que eligiera entre Vigo, Huelva y Cádiz, y elegí esta ciudad. Elegí bien (ríe). Pero no sabía hablar español. Me vine a estudiar patrón de pesca de altura, pero la verdad es que no estudié nada porque no entendía el idioma. Fue en la barra del bar de Náutica donde aprendí español, pero no concluí la beca (vuelve a reír). Iba a Lanzarote a hacer días de mar y ganar algo de dinero. Y cuando Isabel y yo nos casamos y decidimos tener un niño, pensé que eso de ir a Las Palmas y volver cada seis meses no era lo adecuado. Así que decidí buscar algo aquí, un negocio o lo que fuera. Yo frecuentaba este bar, que por aquel entonces era un discobar, y su dueño, Maxi, estaba harto y me dijo que si le daba tanto, me lo quedaba. Y acepté. Pedí un prestamito al banco, me lo concedieron y aquí estoy desde 1985.
-Cambalache es un templo del jazz. ¿Lo abrió ya con esa intención?
-No, no. Se ha hecho, se ha ido haciendo. No abrí el bar con la idea de hacer de él un local de jazz. Empecé con la música rock de los 80. Esto empezó como un pub, nosotros éramos jóvenes y esto se llenaba. Se llenaba de lunes a domingos, no había fines de semana. Es que antes en Cádiz había trabajo, había gente con dinero. Cádiz estaba ambientadita. Los Astilleros funcionaban, también Delphi, el muelle... Pero también era una época muy difícil para trabajar de noche, ¿eh? Había mucha gente enferma, mucha droga... Era un sinvivir. En aquella época no había seguratas en Cádiz, venían de Sevilla y contratarlos costaba una barbaridad. Recuerdo que le comenté a un amigo policía que iba a cerrar porque no podía aguantar más el macarreo nocturno, y me dijo que no me preocupara, que me iba a mandar a dos amigos policías para la puerta y que yo ya les diera lo que fuera. Y la verdad es que me limpiaron el local y comencé a trabajar más tranquilo. Luego quité la música de los 80 y aposté por el café-teatro. También se hacían aquí exposiciones de pintura, recitales de poesía... Y ponía discos de jazz, que es la música que me gusta.
-¿Y cómo surgieron los conciertos?
-Fue en los años 86 y 87 cuando aposté fuerte por el teatro, la poesía y el jazz, y en el 88 empezaron a frecuentar el bar Chano Domínguez, Alfonso Gamaza... El tema de los conciertos surgió hablando con ellos. Chano me decía: "Quillo, ¿me traigo el piano y tocamos, tal y cual?". "¡Pues claro! Sí a mí gusta". Y venía El Chano con el piano. Horas y horas se pasaba tocando... ¡Y mira dónde está! Del tiempo que se pasaba aquí tocando... (ríe). Él quería tocar, tocar. Y Alfonso Gamaza, igual. Luego vinieron Manolo Perfumo, Tito Alcedo, Nono García... Éramos jóvenes, nos gustaba el jazz y aquí se fraguó, sin proponerlo, un local de jazz.
-Teatro, poesía, pintura, música... Es usted un hombre de inquietudes culturales.
-Todo viene de mi hermana, Khadija, que es una artista cómica de teatro, famosa en Marruecos. De ella y de su marido, Aziz, que es quien escribe las obras teatrales, aunque ya están jubilados. Mi hermana también fue mi madre, porque yo no tuve padres, y en su casa siempre se han organizado reuniones en torno al teatro y la poesía, y también iban cantautores. Yo, de pibito, siempre estaba por ahí, escuchando. Creo que así nació mi pasión por la cultura y la música.
-Esa fotografía (una que cuelga tras la barra y en la que está disfrazado de Humphrey Bogart) delata que también le gusta el Carnaval.
-(Ríe). ¡Hombre, por favor! Es que tenemos una fiesta de artistas. Aquí todo el mundo sabe tocar la guitarra, el bombo o la caja, y quien no, sabe cantar. Y el Carnaval es como un teatro. Para actuar en una obra teatral tienes que aprenderte un guión, aprender música, disfrazarte... y todo eso lo tiene el Carnaval. En esa foto estamos mi amigo Ignacio Córdoba El Brochita y yo con el romancero Casablanca. He sacado romanceros cinco años. Dejé de salir hace dos, pero puede que me anime el año que viene. Casablanca, el de Obama y McCain, el del Lago Azul, Aladín... Y con Tere Quintero saqué un año La máquina de la verdad. Todos nos los escribió Ana López Segovia, salvo el de Vicios de Moraes, que es de mi amigo El Gómez.
-¿Se siente gaditano?
-Mucho, claro. Llegué a esta ciudad en el año 1980, cuando tenía 20 años, y ahora tengo 56. Más de media vida aquí ya, entre música, pintura y teatro. Y Cádiz me encanta. Es lo más parecido a la medina de Casablanca, con sus callejones.
-¿Y cómo le acogió Cádiz? ¿Ha sufrido alguna vez un trato discriminatorio o humillante por ser marroquí?
-Nunca, nunca. Al contrario, siempre me han tratado muy bien. La gente en Cádiz es amable y hospitalaria, se vuelca por ayudar. Todo eso se ve en la calle. Nunca me han hecho sentir incómodo por no ser de aquí. Una vez, tres graciosos entraron en el bar y me preguntaron: "¿Tú eres de Bin Laden?". Y les contesté: "No, yo soy de la chirigota del Noly". Dio la casualidad de que el Noly y su grupo estaban aquí, porque estuvieron ensayando en este bar unos diez años, desde el 95, el año de 'Las viudas'. Y cuando los notas lo vieron, dijeron: "¡Pues es verdad, quillo. Es del Noly!". Se rieron, pagaron y se fueron. El gaditano trata bien al extranjero. ¡Si todos hemos emigrado! ¡Si gracias a la inmigración se inventó la rueda! (ríe).
-Veo también en una de las fotos a José Luis Figuereo, El Barrio.
-Con lo chica que es Cádiz, por este bar han pasado demasiados artistas (sonríe). Entre el jazz, el carnaval, el flamenco... Aquí empezó Selu el de El Barrio con su primo Diego Magallanes, y también David Palomar. Empezaron aquí de chicos. Cambalache es una cuna de músicos, de artistas sobre todo. Aquí han empezado muchos. Chano, Alfonso Gamaza, Javier Galiana, Juan Sainz, José López, Antonio Lizana... Y ahora tenemos una nueva generación de gente joven, de unos 25 años, a la que le gusta el jazz y viene aquí para escuchar y tocar. Y yo me alegro mucho.
-Es que son ya 31 años de Cambalache... Algún secreto debe tener este bar de copas.
-El único secreto que hay es que el cliente, con el tiempo, se convierte en amigo, y él mismo cuida la casa. Se siente en su casa y la cuida, sabe que la tiene que cuidar. Justo eso es lo que siempre ha ocurrido aquí. Y otra cosa también ocurre. Si vienes y no hay actuación, lo que te puedo asegurar es que te vas a ir riendo. Aquí hay risas todos los días. Hay tanto loco aquí, que siempre alguien suelta un chascarrillo y le contestan con otro. Aquí hay risas siempre.
-¿Hay muchos aficionados al jazz en Cádiz?
-No, no tanto. Hay gente, pero no tanta. Pero sí hay muchos músicos de jazz. Muchos músicos en general. Y esos músicos e iniciativas como la Escuela de Música Moderna y Jazz de la Universidad de Cádiz o el propio Cambalache sacan a la juventud de la calle y de la play station y hacen que cojan un instrumento y se pongan a tocar. Eso es bueno para ellos pero también para la propia ciudad. Es difícil enganchar a un niño o a un chaval al jazz, al flamenco o a la música clásica, pero los directos ayudan mucho. Ver música en directo es muy distinto a escucharla por la radio o en un cd. La Escuela de Jazz de la UCA tocó en este local todos los miércoles durante más de 15 años. Organizaban aquí la Jam Session. Por esa Escuela han pasado músicos como Pedro Cortejosa, José López, Juan Sainz...
-¿Toca algún instrumento?
-Nada, yo sé escuchar. Soy de los desafinados de máquina (ríe).
-Antes ha comentado que el bar se llenaba de lunes a domingos. ¿Por qué la noche ya no es lo que era?
-La noche ha aflojado un poco. Está quemaíta. El ambiente nocturno ya no... Llevamos tres o cuatro veranos... Pero no hablo sólo del Cambalache, sino de la ciudad. Ahora estamos aguantando como podemos, y esperamos siempre los piquitos altos de Carnaval, Semana Santa y verano. Antes había trabajo, había gente con dinero. Y la juventud no es que haya dejado el botellón o la noche, es que ha dejado Cádiz. Mi hija está en Londres, trabajando y estudiando inglés. Yo quiero que esté aquí, pero qué va a hacer aquí... Es alucinante la de jóvenes gaditanos que están en el extranjero buscándose un futuro.
-¿Ha notado algún cambio en la ciudad desde que hay nuevas caras en el Ayuntamiento?
-No veo ningún cambio, pero vamos a darle tiempo, ¿no? Acaban de empezar, vamos a darle un añito o dos, que queremos que cambie Cádiz de un día para otro... Por lo visto, están ahorrando dinero. Y por lo menos, en el nuevo gobierno local hay gente joven con ganas de trabajar. Yo quitaría a todos los viejos del Parlamento y metería a gente joven de todos los partidos, ¿eh? Ahí debe estar la juventud, que tiene ganas de trabajar, de hacer cosas. Pero hay políticos que se han agarrado al sillón y no lo sueltan. ¡Dejad a la juventud!
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