Los secretos del bar más antiguo de Cádiz
La Antigua Parra del Veedor
Las hermanas Bernárdez toman el relevo en la regencia del establecimiento en 2003, aunque la familia lleva desde los sesenta despachando detrás de su barra
Natalia y Cristina. Cristina y Natalia. Las hermanas Bernárdez. El bar de 'las niñas' como se le conoce en el barrio del Mentidero. La esquina de la calle Veedor con Plata alberga este establecimiento desde hace siglos. Eso es solera, que no exageración. La fecha que luce orgullosa esta casa, La Antigua Parra del Veedor, data de 1791, cuando sería probablemente un despacho de vinos. Desde entonces no han parado de regarse las alegrías dentro de estas paredes, y los sinsabores, que tanto tiempo dan para mucho.
Ese año de nacimiento es uno de los secretos de este bar. Se lo llevó para siempre José Bernárdez, el padre de las niñas, gallego que vino a Cádiz a trabajar siendo un adolescente, que creció tras la barra y que prosperó quedándose con la propiedad del local. La presencia de los Bernárdez cuentan los últimos 60 años de este comercio, mientras que la historia anterior tenemos que buscarla en recortes de prensa, archivos históricos y menciones literarias. Sería José el que puso el 1791 como fecha inaugural en el espejo que enmarca la pared del fondo del local. Dejó constancia de la solera del lugar, pero inserto en el reflejo de lo que es hoy día. De dónde se conoce ese año como el principio de su historia no hay escritos. José sabría.
Los primeros legajos en los que aparece La Parra del Veedor los hallamos en el inventario que un madrileño anónimo deja de los freidores existentes en la ciudad en 1813 o en el Censo de Industrias elaborado un año antes, según recoge el investigador gastronómico Manuel J. Ruiz Torres. El asedio de los franceses a la ciudad de Las Cortes que serviría de escenario a una novela de Pérez Reverte menciona a La Parra del Veedor como una de sus localizaciones.
Diario de Cádiz se ha hecho eco de la vida e historia de este local en varias ocasiones, como reflejan los recortes que atesoran Cristina y Natalia. Desde un robo en su interior en 1879, la representación de los bares para la celebración de las fiestas de verano y velada de los Ángeles de 1907, un par de sucesos en 1929 o la visita del torero Juan Belmonte en 1930.
Pero volvamos al espejo de los secretos. Aquel que refleja todo el interior del local, parcheado de azulejos de diferentes estampados y que dan buena cuenta de que el bar rezuma historia y naturalidad. La que da el paso de los años. La que normaliza toda una vida pasada por una barra de metal. El espejo vino a sustituir un cuadro de esos con cervatillos, un riachuelo y su puente para cruzarlo. José convirtió el decorado costumbrista en un marco desde el que mirar lo que pasaba allí dentro. Pero dejando constancia de su origen. En todos los sentidos, porque la parra existió, en un patio trasero que pudo estar donde hoy encontramos la trastienda. Y donde se esconde otro de los secretos de este local legendario. Un altillo, más bien un contenedor de madera en altura, de varios metros cuadrados que cruza hasta tres pequeñas estancias de lo que hoy es el interior del bar. Allí durmió José durante un tiempo cuando vino de Galicia. A su lado, no sabemos cuántos jóvenes. Los relatos de chicucos cántabros que dormían tras la barra de los almacenes que jalonan la historia gaditana, aquí, en La Parra del Veedor, el bar más antiguo en activo de Cádiz, mantienen su vigencia sin que pase el tiempo si nos ponemos las gafas del blanco y negro.
La casa de los Bernárdez, el bar donde el cuadro de salón dejó paso al espejo, la cocina en la que Manoli Rodríguez elaboró una vida, aquel establecimiento vio correr, jugar, crecer y empezar a trabajar a las dos niñas. Natalia y Cristina. Cristina y Natalia. Que empezaron por echar una mano, por recoger unas mesas, por acercarle este plato a ese señor o tal vaso a aquella señora y que, cuando José se puso malito y se planteó vender o alquilar el local, ellas, las niñas del Mentidero le dijeron, quieto, papá, que esta es nuestra casa y lo seguirá siendo. Y a pesar de que Manoli les aconsejara que siguieran estudiando, que la vida del bar es muy sacrificada, ellas, las niñas, con la naturalidad que las caracteriza y con la que tratan a todo aquel que supera sus puertas, se ataron el mandil a la cintura e invitaron a pasar a su salón, su cocina, su casa, a la extensa parroquia que hoy día para en sus mesas. Ah, y encima se come bien.
Un espacio abierto a la gaditanía
La Antigua Parra del Veedor rezuma un ambiente familiar, desde los sabores de su cocina tradicional hasta los nombres de pila por los que Natalia y Cristina llaman a la mayoría de su clientela. El bar es parte del barrio y como tal se abre a él para convertirse en sede de multitud de actos gaditanos. Los 'Mentideros gastronómicos' que organiza allí la asociación Agar Agari son buen ejemplo de ello. Pero también actos de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, la Asociación de Amigos de Fernando Quiñones antes de tener espacio propio, exposiciones y presentaciones de libros (la próxima será el 21 de noviembre, con José Pettenghi y su Calendario ateo), ensayos generales de romanceros y agrupaciones de Carnaval... El bar está abierto todos los días excepto los miércoles de 9.00 a 16.00 y las noches de los viernes y sábados, además de los días que alberga alguno de los eventos.
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