“Los seminaristas no buscan una vida más cómoda, sino todo lo contrario”
Entrevista con Ricardo Jiménez Merlo, deán de la Catedral y rector del seminario
Dirige el Cabildo que vela por el cuidado y la puesta en valor del principal templo de la diócesis y tiene a su cargo la formación de los futuros sacerdotes, once actualmente
Su misión actual en la Iglesia apenas abarca un radio de acción de unos pocos metros. Pero es el máximo responsable de dos de las principales instituciones de la Iglesia. Una, la Catedral, que es ejemplo de gestión y de actuación patrimonial con un programa de restauraciones y rehabilitaciones objeto de elogio; la otra, el Seminario, que es el foco donde la Iglesia gaditana moldea y prepara a los que en el futuro próximo serán los sacerdotes que dirijan templos y parroquias. En este último edificio de la calle Compañía, entre pasillos donde se respira la historia religiosa de la ciudad, Ricardo Jiménez Merlo hace un alto en su día a día.
–¿Cuál es la historia de su vocación?
–Fue algo que se forjó poco a poco, venciendo el Señor mucha resistencia por mi parte. Yo era un chico de parroquia y estaba muy cómodo en la Iglesia, pero no me veía de cura; yo era muy tímido, y eso de ser cura no lo veía. Quería hacer una carrera, Historia, casarme, tener hijos... lo normal. En mi vocación tienen mucho que ver las Reparadoras, que eran mis catequistas y las que me enseñaron a rezar; ellas me decían que había que preguntarle al Señor qué quiere de nosotros en el Sagrario. Y ya luego un día, un compañero de la parroquia dijo en público que estaba pensando ingresar en el Seminario, y eso me dejó tocado, me removió y me empezó a entrar el gusanillo. Ahí empezó todo.
–¿Es fácil ser cura en estos tiempos?
–Nunca es fácil vivir la vocación; ni la sacerdotal, ni la matrimonial ni ninguna. Todo se basa en ser fiel, y eso es difícil. Pero es hermoso. La sociedad de hoy no se confiesa públicamente cristiana, pero te encuentras a muchas personas que tienen deseo de Dios, y es precioso acercarte a gente que está buscando a Dios. No es fácil, pero es bonito.
–¿Cómo ve el futuro sacerdotal el rector del Seminario?
–Lo miro con mucha esperanza. Conozco a los chicos que están formándose en el Seminario, sus ilusiones, sus esperanzas... Son chicos de su tiempo, como yo lo fui del mío, pero tienen un deseo sincero de ser sacerdotes. No buscan en esto una vida más cómoda, sino todo lo contrario; entrar en el Seminario no es hoy en día una decisión fácil. Yo veo a los futuros sacerdotes con deseo de una verdadera entrega, y eso me hace mirar al futuro con esperanza.
–¿Cuál es el estado de salud del Seminario?
–Tengo que decir que bastante bueno. Hay un ambiente muy sano y bueno, con unos chicos con deseo de entrega. Es verdad que tenemos la dificultad numérica, pero para eso estamos trabajando duro desde la Pastoral vocacional.
–Hablando de dificultades numéricas, es evidente que el número de seminaristas ya no es el de años y décadas atrás. ¿Preocupa esto en la Iglesia?
–La situación vocacional que hoy se vive en Occidente en general es muy común, y es evidente que ha decrecido muchísimo en los últimos veinte o treinta años. Y tengo que decir que hay países de Europa mucho más afectados por esto que España. Por eso la situación de los seminarios es de pocas vocaciones, aunque nosotros, que somos una diócesis media, estamos en la cifra normal entre diez y quince seminaristas, frente a uno o dos de las diócesis pequeñas. En el Seminario, concretamente, hay ahora cuatro diáconos y siete seminaristas.
Pero no nos cruzamos de brazos. Asumimos que son estos tiempos, pero tenemos que trabajar, proponer y alentar la vocación. A nosotros nos gusta decir que no hay crisis de llamadas, sino crisis de llamadores. No podemos esperar a que vengan los futuros sacerdotes, hay que ser propositivos, salir a su encuentro, como haremos en los próximos días con la Campaña del Seminario.
–Está usted al frente de dos de las instituciones más importantes de la Iglesia gaditana, que además conviven a pocos metros de distancia. ¿Cómo se lleva esa doble responsabilidad?
–Con muchas carreras. Corriendo mucho de un lado a otro, intentando atender todo lo mejor posible. El Seminario una de las cosas que más pide es estar, hacerse presente. En muchos momentos los chicos de hoy necesitan hablar mucho y tener a alguien con quien desahogarse. Es curioso, pero hoy hay muy poco tiempo para escuchar a otros; los jóvenes se rodean de mucha gente, pero son pocos los que escuchan, y eso pasa también con los chicos que llegan al Seminario. Por eso necesitan hablar mucho en muchos momentos de la convivencia.
Al mismo tiempo, la Catedral pide también mucho tiempo. Es un trabajo continuo: las visitas, el culto, las obras, las relaciones con otras instituciones... Si no fuera por el Padre Balbino (Reguera) que está allí a diario, por Guillermo (Domínguez Leonsegui) que fue el anterior deán y por todo el Cabildo en general no podría llevar la Catedral. No se puede atender dos mujeres a la vez.
–¿Está siendo el turista la salvación de la Catedral?
–Mantener la Catedral y todo lo que está realizando el Cabildo sin ningún tipo de ayuda es difícil; y por eso el turista es fundamental para hacer todo lo que se está haciendo. No sólo en la Catedral, sino también en la Casa de la Contaduría y en otros espacios. Establecer una gestión profesional de la visita a la Catedral era algo fundamental, fue todo un acierto del Cabildo dar ese paso. Gestionar eso nosotros requeriría, por un lado, dedicación exclusiva de alguno de los canónigos; y por otro una formación específica que los sacerdotes no tenemos.
–¿Es consciente Cádiz del monumento que tiene?
–Yo creo que sí, pero el gaditano quizás por las obras largas en que la Catedral estuvo cerrada o por algún otro motivo, se ha sentido poco orgulloso. Y eso es algo que estamos revirtiendo, porque nosotros estamos muy contentos con el turismo, pero nos alegra enormemente que el gaditano visite la Catedral. Es muy importante que el gaditano se sienta orgulloso de la Catedral porque así la defenderá, como pasa por ejemplo en la ciudad con el Cádiz Club de Fútbol. Y para eso trabaja el Cabildo, porque eso permitirá que el monumento se conserve, que sea motivo de orgullo del gaditano y que, no podemos perder de vista tampoco, sea un faro para la difusión de la fe.
–El Papa Francisco ya ha nombrado al nuevo nuncio, esta semana se ha renovado la cúpula de la Conferencia Episcopal Española. ¿Tiene el clero la sensación de que se avecinan grandes cambios en la Iglesia española?
–Hay que tener presente que una parte importante del Episcopado español ha presentado ya su renuncia al Papa o lo va a hacer en poco tiempo. De hecho, un tercio de las diócesis españolas están en esa situación. Y eso implica una renovación sí o sí. De hecho, yo creo que por eso en los últimos años se han nombrado a tantos obispos auxiliares, para que vayan desarrollando habilidades y aprendiendo cuestiones que ahora pondrán en práctica cuando renuncien los obispos.
–¿Cuáles son para usted los retos de la Iglesia hoy?
–El primero, evangelizar. Dar a conocer a Cristo. Aunque esto es España y aquí parece que la fe la recibimos al nacer, es cierto que esa fe tiene muchas lagunas. Otro reto muy importante es dialogar sin complejos con nuestro mundo de hoy. Nosotros llevamos no ya algo bueno, sino lo mejor; y hay que dialogar de tú a tú con alegría, salir al encuentro de la gente. Y el tercer reto que para mí es fundamental es ser fieles a lo que somos. Somos la Iglesia Católica, no una ong, ni un partido político, ni un sindicato, ni una asociación. Cada cristiano en su vocación tiene que ser fiel a lo que es.
–¿Y cómo se graba eso en el adn de los seminaristas?
–Hay un trabajo muy importante que es la formación podríamos denominar técnica. Pero más allá de eso hay otras acciones. Hay encuentros semanales de formación con los seminaristas; tenemos la predicación diaria en la eucaristía, intentando aterrizar la palabra de Dios en una comunidad muy específica, que son los seminaristas. No es lo mismo una predicación para una parroquia, donde cada uno es de su padre y de su madre, que para los seminaristas. También tenemos entrevistas personales para ver cuáles son sus inquietudes y capacidades e intentar fomentarlas y reforzarlas. Y un acompañamiento espiritual serio, para que el seminarista vaya asumiendo los retos del ministerio. Y luego, el fin de semana, ellos van a las parroquias y viven ese apostolado que han ido aprendiendo en el Seminario durante la semana.
–¿Cómo lleva usted, ahora que ha pasado el Carnaval, las críticas, los tipos y las referencias a la Iglesia?
–Es cierto que uno como gaditano tiene, como diríamos, el cuerpo hecho; pero reconozco que no gusta en absoluto cuando se cae en la crítica demagógica y soez, sin fundamento, redundando en críticas que son comunes y que suenan ya hasta carcas, si se me permite, por repetidas y antiguas. Nosotros no nos sentimos reconocidos en esas críticas. Yo asumo que el Carnaval es crítica, y reconocemos que a veces no estamos a la altura, pero muchas veces las críticas salen de una especie de leyenda negra que no nos identifica.
Yo con esto del Carnaval creo que si los autores o los que cantan esas letras se acercaran a hablar con el sacerdote de su parroquia, cambiarían su planteamiento. Se habla y se critica a la Iglesia desde un pleno desconocimiento, por eso le decía que yo no me identifico con esas críticas, esa no es la Iglesia de la que yo formo parte.
Otras veces, como la agrupación que este año vestía a uno de cristo y a otro de virgen, se ofende de forma gratuita.
Un cura ‘de Cadi Cadi’
Ricardo Jiménez Merlo nació en Cádiz y ha vivido toda su vida, hasta que se ordenó cura, en el casco histórico de Cádiz. En la calle Sagasta, donde siempre ha estado la residencia familiar a la que él se unió en 1978. Bautizado en la parroquia de esa calle, San Lorenzo, siempre estuvo vinculado a la parroquia de San Antonio. Los estudios los realizó este sacerdote entre el colegio de San Rafael y el edificio Valcárcel tan de moda ahora y donde realizó la educación secundaria que hoy se localiza en el IES Caleta junto a Capuchinos.
Y de Valcárcel a la calle Compañía, que la vocación de Ricardo Jiménez fue clara a temprana edad, ingresando al poco de cumplir los 18 años de edad.
Como sacerdote, este gaditano ha conocido tres destinos: Ceuta, donde fue enviado durante un año nada más ordenarse, en la parroquia de Santa Teresa; Benalup, en la parroquia del Socorro que sirvió ocho años; y en el Seminario de San Bartolomé, donde regresó primero como formador y al curso siguiente ya como rector, responsabilidad que lleva ya siete cursos asumiendo.
Estando en el Seminario el obispo lo nombró canónigo ad tempus –por el tiempo que mantenga esa misión en el Seminario– hace ya un lustro; y en las últimas votaciones del Cabildo fue elegido deán, sustituyendo a Guillermo Domínguez Leonsegui. El casco histórico, por tanto, sigue siendo el radio de acción de este gaditano nacido, criado, formado y ahora dedicado a su ciudad sirviendo al Seminario y a la Catedral.
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