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"Me siento deudora de Cádiz. Es mi sello y además lo cultivo"

La Chirigota de Las Niñas no nació de una reivindicación, sino de un deseo, señala su 'alma máter', Ana López Segovia. Se recuerda "fanática" del Carnaval desde los 16 años

Ana López Segovia posa en la calle José del Toro de Cádiz.
Beatriz Estévez

20 de julio 2014 - 01:00

LUGAR de nacimiento: Zaragoza. Así reza en el DNI de Ana López Segovia, que resta importancia a este hecho circunstancial y presume de sentirse gaditana y de llevar a Cádiz por bandera a cada ciudad en la que actúa con Chirigóticas, la compañía de teatro que integra junto a Alejandra López Segovia y Teresa Quintero. La actriz, que lleva 14 años residiendo en Madrid, reflexiona en esta entrevista sobre su vínculo con esta tierra y habla también sobre su profesión, el Carnaval, el humor y la política.

-Actriz, cantante, letrista y persona de teatro. Así se define en su perfil de Twitter. ¿Aspira a algo más?

-Sobre todo me siento persona de teatro, es un concepto que engloba todo lo demás. Es lo que vivo con más pasión y desde hace más años. Con 14 años entré a formar parte de un grupo de teatro, Esfinge se llamaba, y luego fundamos Caramba Teatro. Hilé una cosa con la otra y me di cuenta de que estaba dedicando mi vida al teatro. Además, es lo que más me emociona. Una siempre quiere hacer películas, quiere... ganar dinero, que no está mal por otra parte (ríe), pero desde hace tiempo soy consciente de que estoy haciendo lo que quería. Vivo o malvivo de mi profesión. Ahora mismo mi objetivo es vivir sin expectativas. Todo lo que venga...

-¿Tiene algo de culpa esta ciudad en su elección profesional y en su trayectoria artística?

-Yo nací en Zaragoza porque mi padre, ferroviario, estaba destinado allí, pero del tirón nos trajo para Andalucía. Mi madre es de La Línea y mi padre, de Córdoba. Tenía yo cuatro años cuando nos fuimos a vivir a Jerez, luego nos mudamos a un pueblo de Córdoba y llegó un momento en el que mi padre tuvo que elegir entre Sevilla, Cádiz o Granada. Mi hermana Alejandra y yo siempre bromeamos con eso, decimos que si nos hubiésemos ido a Sevilla, habríamos sacado un coro rociero en lugar de una chirigota. Pero aunque nací en Zaragoza, me siento de Cádiz y mi idiosincracia es de Cádiz. Mi forma de ver la vida y de entender el arte es absolutamente de aquí. No concibo otra forma de ver la vida que no sea a través de lo que Cádiz ha hecho conmigo. Le debo todo a Cádiz. Es de cajón. Llevo varios años sin hacer Lorca, ni Oscar Wilde, ni na, hago representaciones que nacen del espíritu de Cádiz y es con lo que me estoy ganando la vida.

-Su primer recuerdo de Carnaval.

-'Los pollitos mi compare'. ¡Quién me iba a decir que cuando, con siete años, vi a esa chirigota me iba a calar tan hondo! Y además, fue en Cerro Muriano, en el pueblo cordobés donde vivíamos entonces. Yo veía que una vez al año mis padres metían la tele en su cuarto, y una noche me asomé a la habitación para ver qué pasaba y vi a esos pollos volando. Ese 'Maspapas'... ¡Pero espera, miento! ¡Hay un recuerdo anterior, ahora que caigo! Mi primer recuerdo es de cuando vivíamos en Jerez y veníamos a Cádiz, a la playa. Es una imagen poética porque me recuerdo por la carretera, por Cortadura, contemplando el azul del mar y escuchando de fondo 'Raza Mora' en el R5 de mi padre. ¡Tremendo! Se me ha venido la imagen y el olor y todo.

-¿Y cuándo decidió pasar a la acción carnavalesca?

-Mis hermanos Emilio, Alejandra y yo nos convertimos en unos fanáticos del Carnaval Oficial, tendría yo unos 16 años; y dos años después empezamos a disfrutar del Carnaval de la calle y nos emparanoiamos con él. Conocí a Coqui Sánchez, que saca una chirigota callejera de mujeres desde hace muchos años. En el 96 me invitó a salir en su agrupación y a participar previamente en las sesiones de elaboración del repertorio. Vi cómo se hacía: esto así y esto asá; así que al año siguiente me animé a sacar una chirigota con Alejandra. La escribimos entre las dos y se sumaron las niñas de Caramba Teatro. 'Las pornochachas' nos llamábamos. Yo llevaba años diciendo ¡Yo quiero!, pero no lo viví como una rebeldía, sino como un deseo. La Chirigota de Las Niñas nació de un deseo, no de una reivindicación.

-¿Nunca se ha sentido tentada a participar en el Concurso Oficial?

-Muchas veces tuve la cosita de hacerlo, pero desde que montamos la compañía Chirigóticas y pisamos las tablas del Falla con nuestros espectáculos no he vuelto a sentir esas ganas. La cuota de Falla la tengo ya cubierta con esas actuaciones. Sé que no es lo mismo, pero a mí me basta. Siento el calor del público, y ése sería el único motivo por el que me presentaría al certamen, por sentir eso. Los premios están bien para el ego, pero hay una competitividad que a mí, como persona muy competitiva que soy, no me haría bien. No es que no vaya al Concurso porque me sienta por encima, sino todo lo contrario (ríe).

-¿Qué supuso para usted encarnar al Dios Momo?

-Al principio me lo tomé con mucha tranquilidad, pensaba escribir sobre la maternidad para un romancero y en ese tema basé el pregón. Pero también quería que ese día estuviera allí conmigo la gente con la que me encuentro en la calle durante los carnavales. Estaba tranquila, pero ese día, cuando me di la vuelta en el pasacalles y vi a toda esa gente, me entró como una especie de angustia... Entre ese momento y el cariño de tanta gente... Fue espectacular. Se produjo algo. Y eso que no interpreté bien el romancero. En otras ocasiones me ha salido infinitamente mejor, estaba nerviosa. Y lo que vino después del pregón, que no estaba preparado, fue muy grande. Cada agrupación cantó un cuplesito y a mí se me agarró algo en el estómago. Nunca esperé vivir algo así. Demasiada emoción. Estuve tres días como flotando, con una sobredosis de emoción y de cariño (se emociona). Superó las expectativas de todo el mundo, y no fue por mérito de nadie, simplemente sucedió.

-Su pregón le valió el Premio Crítica del Carnaval 2013 que concede la Asociación de la Prensa de Cádiz.

-Y encima el premio, es verdad. Ya me lo habían concedido por el romancero 'La emigranta gaditana' (2003), pero no lo viví con tanta emoción como esta segunda vez por lo que suponía compartirlo con tanta gente. Para mí fue un reconocimiento mucho más potente, sin desmerecer el primero, ¿eh?

-¿Qué tiene Ana López Segovia de emigranta gaditana?

-Todo. El desarraigo, el enfado a veces. Ahora estoy mucho más serena y conforme, y me siento súper bien en Madrid, pero hubo una época en la que estaba muy enfadada y cada vez que venía a Cádiz me hartaba de llorar. Ya son 14 años los que llevo fuera, pero es verdad que nunca he perdido el vínculo con esta ciudad. Nunca he pasado unas navidades ni un verano en Madrid, he tenido mucha suerte. No vivo esta distancia con el dolor con el que lo viven otros gaditanos que sí están atados a otra ciudad por el trabajo. Yo no he perdido el vínculo.

-El pasado mes, Chirigóticas participó en Montevideo en un taller de humor para mujeres. ¿Qué destaca tanto de la experiencia como del Carnaval uruguayo?

-Es increíble el paralelismo que hay entre el Carnaval de Cádiz y el de Montevideo. ¡Y allí todo el mundo conoce Cádiz! Las mujeres se están prodigando en el concurso, aunque aún de manera testimonial, como en Cádiz. Pero en Uruguay, en general, las mujeres tienen menos presencia en la fiesta, aunque es verdad que hemos conocido a letristas de murgas muy batalladoras. En el taller expusimos nuestra experiencia como mujeres que nos hemos adentrado en un terreno de hombres. Es verdad que tiramos de los mismos chistes, pero hay cosas que nunca se había escuchado en boca de mujeres. Es una perspectiva nueva.

-Chirigóticas ha presentado, con éxito, su espectáculo La copla negra en Argentina y Uruguay. ¿El humor no tiene fronteras?

-La clave está en los temas y en la forma de abordarlos, desde lo genuino y lo personal. Cuando uno es sincero es más fácil llegar a todo el mundo, porque en el fondo no somos tan diferentes. Esto lo he aprendido de Antonio Álamo, autor del texto de La copla negra y elaborado a partir de improvisaciones con nosotras, las actrices. Antonio defiende que lo importante es ser sincero y no escribir sobre temas que nos resultan ajenos. Eso también lo defendían García Márquez, Fernando Quiñones y Tolstói. Habla al mundo desde tu aldea, habla desde ti. Si no, estás mintiendo y así es más fácil caer en el tópico. Lo que debes aportar como original es tu perspectiva, tu cuerpo, tu ciudad, tu país. En mi caso, hablo desde Cádiz. Me siento deudora de Cádiz. Es mi sello y además lo cultivo. La gente me dice: "Uy, tú no has perdido el acento". Y les digo: "Hombre, mi trabajo me está costando. ¿Cómo lo voy a perder, si es la marca de la casa?"

-¿Hay Chirigóticas para rato?

-Yo espero que sí, pero soy consciente de que, a priori, todo tiene su fin. Hay que preparar cada montaje como si fuera el último y, por supuesto, no caer en el aburrimiento. Me inicié en esta profesión buscando, de alguna manera, la inestabilidad. Inconscientemente he buscado siempre la incertidumbre. Soy muy consciente de que las cosas son muy frágiles. Prefiero pensar en Chirigóticas en su día a día.

-¿Cómo lleva trabajar con su hermana?

-Tiene su parte positiva y su parte negativa, como todo. En las discusiones laborales se mezcla lo personal, pero eso también nos pasa ya con Tere porque es prácticamente familia. Pero claro, con Ale todo es más intenso. Cuando discutimos, arde Troya. A veces es complicado, pero lo bueno es que en el terreno creativo funcionamos de puta madre. Siempre se me menciona a mí como la letrista, pero los mejores chistes y muchas de las grandes ideas de la chirigota y de Chirigóticas son de Alejandra. Otra cosa es que yo agarre el boli y le dé forma. Me siento súper deudora de Alejandra. Es un puto crack, tiene una mente privilegiada.

-En 2011 declaró en una entrevista: "Hace tiempo que no esperamos nada de los políticos". ¿Lo sigue manteniendo?

-Ahora, tras las últimas elecciones, hay entusiasmo. Entiendo que hay mucha ingenuidad en ese entusiasmo pero a lo mejor nos hace falta volver a ser un poquito ingenuos. No creo en el culto a las personalidades, pero entiendo que hace falta un o una líder con carisma. Ahora ha aparecido una persona que te puede o no gustar, pero es cierto que es capaz de movilizar... hablo de Pablo Iglesias. Yo tengo muchas sensaciones encontradas al respecto, pero es verdad que la gente que está alrededor de ese proyecto me interesa mucho. Han movilizado a personas que hacía tiempo que habían renunciado a la política. Es interesante. Vamos a ver hacia dónde va esto, y no sólo me refiero a Podemos, sino a cualquier otro partido minoritario. Puede ser un buen momento para pensar que se pueden hacer las cosas de otra manera. Es necesario, porque estábamos en un callejón sin salida. Y reconozco que no voté a Podemos porque no me había enterado de nada. No sabía ni quién era ese nota, y cuando fui a votar vi la papeleta de Podemos con su cara y me dije: ¿Esto qué es, cómo voy a votar a un nota que pone su cara en la papeleta? Reconozco que no estaba yo muy al día por aquel entonces (ríe).

-¿Cómo ve Cádiz?

-Aquí sí que hay que limpiar... La casta está para cagarse en sus castas. Hace falta un o una pedazo de líder para que pueda llegar a la Alcaldía. Hasta el momento no ha salido nadie que le haga sombra y es necesario. Si alguien quiere cambiar algo aquí, tiene que competir con ese animal político, y no lo digo con desprecio, ni mucho menos. La situación de Cádiz produce angustia. Cada vez que vengo noto el declive, cada vez es más desolador. El remozado de Cádiz está muy bien, la ciudad está bonita, pero vas por la calle y te preguntas dónde está la gente joven. La decadencia es brutal. Es verdad que se están haciendo cosas interesantes, se está trabajando mucho en movimientos de arte contemporáneo. Eso puede ser interesante para la ciudad, pero es necesario que haya gente joven y emprendedora que tire de ello.

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