"Me siento muy gaditano y muy orgulloso de su gente"
rafael zornoza boy. obispo de la diócesis de cádiz y ceuta
El madrileño dice que está identificado con la ciudad y da su opinión sobre los cambios en los cargos de responsabilidad del Obispado y los retos del futuro de la Iglesia gaditana
Está viviendo su tercer curso al frente de la diócesis de Cádiz y Ceuta, que ya ha tenido ocasión de conocer y que poco a poco ha ido transformando con la renovación de los cargos de responsabilidad y la implantación de nuevas iniciativas dirigidas hacia la nueva Evangelización que plantea la Iglesia. La mano de Rafael Zornoza Boy empieza a ser ya visible en la ciudad y en la diócesis, lo que también le ha supuesto alguna que otra crítica.
En su despacho de Hospital de Mujeres, cuya antesala 'custodian' sus predecesores Ceballos, el recién desaparecido Dorado y Añoveros, hace un hueco en la antesala de la Semana Santa el obispo de Cádiz y Ceuta para valorar el presente y el futuro de la Iglesia que desde 2011 le ha tocado pastorear.
-¿Se ha hecho ya plenamente a la diócesis?
-Bueno, si hacerse plenamente quiere decir conocer, visitar, calibrar... yo creo que sí, estoy ya muy metido. Me siento muy gaditano, y creo que he conseguido bastante familiaridad con un número bastante importante de gente, yo diría que con las fuerzas vivas de la Iglesia: las parroquias, los consejos, la gente que trabaja en Cáritas, catequistas, delegaciones... La diócesis es muy grande si se mira el territorio, pero luego es muy familiar; hay vínculos de mucho cariño y mucha familiaridad.
-¿Le ha costado adaptarse?
-No. Ha sido muy sencillo. La gente da muchas facilidades, es tan cercana, simpática y abierta que se hace querer. Y por otra parte a mí no me cuesta nada la cercanía de la gente, al contrario; yo me pasaría el día entero en la calle.
-¿Y cuál es el balance?
-Soy poco amigo del balance, que me parece como muy comercial. Pero sí puedo decir que me siento muy satisfecho de este tiempo y encuentro que la gente tiene un deseo muy grande de vivir mejor la fe, de estar atendida; y percibo también una gran demanda, la gente pide mucho a la Iglesia, a los sacerdotes, al obispo, quieren que estemos muy cercanos. Y por otra parte me siento muy orgulloso de esta gente que es muy alegre, muy sufrida, muy solidaria...
Después, hay realidades que me tocan mucho el corazón, como son nuestra situación tan penosa económica y de empobrecimiento de la gente; el tema de los inmigrantes, a los que he dedicado mucho. Y digo que es penoso porque no sabes qué salida tiene, ves que todo va muy lento y que la gente sufre mucho.
-En este tiempo ha reformado casi todos los cargos de responsabilidad de la diócesis. ¿Cómo ha sido ese proceso?
-Tampoco es verdad que haya cambiado todos los cargos; he intentado gobernar con la gente que había, y me he dado cuenta de que había que empezar a cambiar, como es lógico y hace todo el mundo en todas partes y en todos los estamentos civiles, empresariales, eclesiásticos... Uno necesita hacer un equipo y dar una impronta propia, y en base a eso ha habido cambios en algunas delegaciones y en otras no porque están funcionando muy bien. Tengo que decir que se ha formado un equipo estupendo que parece que participamos y sincronizamos en ese objetivo de la nueva evangelización.
Gracias a estos cambios, creo que vamos trabajando en iniciativas que van saliendo positivamente. Como la nueva vía que hemos abierto gracias a las tres escuelas de evangelización en las que participan más de seiscientas personas, los cursos Alfa, los cenáculos, los oratorios para niños... Son propuestas nuevas que en muchas diócesis no existen y nosotros estamos liderando unos esfuerzos que no son espectaculares en los frutos pero que suponen una siembra. También se le ha dado un impulso a la catequesis, a Cáritas, donde creo que se está haciendo un equipo muy eficaz, a los medios de comunicación con la web y la revista Piedras Vivas, a la formación permanente del clero, trayendo primeros espadas del panorama teólogico y pastoral... Todo esto nos hace ver que vamos intensificando la misión pastoral.
-¿Y cómo ha llevado los comentarios e incluso las críticas que ha podido recibir por los cambios?
-Yo no me siento nada criticado, sino todo lo contrario, muy acogido. Cuando ha habido alguna pequeña crítica, como este verano (en referencia a la dimisión del anterior director de Cáritas Diocesana), lo que me he encontrado son centenares de mensajes, de cartas, de correos de adhesión y de ánimo, lo cual me hace sentirme muy bien. Por otra parte, me siento muy libre de las opiniones y procuro no contaminarme por los cotilleos. Una cosa son críticas serias, que yo agradezco mucho y se lo pido siempre a mis colaboradores, y otra son este tipo de comentarios que dicen muy poco, y que si son calumnias no se puede entrar. Procuro obrar en conciencia, y en todos los cargos que he tenido en mi vida he consultado mis decisiones y he actuado colegialmente. Las opiniones, en esta sociedad donde todo el mundo opina de todo, no tienen nada en particular, no creo que sea algo preocupante. Más me preocupa la resistencia a los cambios, porque ya dice el Papa Francisco que no es una época de cambios, sino un cambio de época. Y ya me gustaría a mí que fuéramos abiertos y flexibles para afrontar esta situación nueva donde la Iglesia tiene que dar una respuesta distinta.
-Ha hecho referencia a lo ocurrido pasado verano, cuando dimitió el director de Cáritas Diocesana. ¿Puede ser ese incidente o la sucesión de vicarios generales los 'lunares' de su misión en este tiempo?
-No, no. No me preocupan estas cosas. Hay cosas que sí me preocupan, como cuando los curas lo pasan mal, cuando algún cura sufre por alguna razón personal, eso sí me quita el sueño. O cuando me comunican alguna muerte en una patera en el Estrecho y no se puede hacer nada, ni decir nada. Esas son tragedias que te dejan descolocado, falto de recursos para remediar las cosas. También veo en las visitas pastorales situaciones de pobreza; he visto infravivienda donde viven quince personas en dos habitaciones. Casas pateras, las llaman. Estas cosas sí que me hacen sufrir.
-¿Cómo están siendo esas visitas pastorales parroquia por parroquia?
-El primer curso no pude hacerlas, pero ya el año pasado comencé por la zona de extramuros y este curso estoy haciendo las visitas en Cádiz interior. Es una experiencia muy bonita, porque los que tenemos alma de párroco significa volver a la parroquia y encontrarse con la realidad más viva. Se palpa las dificultades de la gente, sus alegrías, su cariño, sus dudas; uno puede ver los esfuerzos tan grandes que se hacen en las parroquias, la dedicación de los curas, a los que la Iglesia y la sociedad deben tanto porque trabajan tan esforzadamente sin ánimo de remuneración ni de éxito y a pie de calle; las cáritas parroquiales... Palpar esa situación es palpar la belleza y la grandeza de la vida de la Iglesia.
-¿Y cómo ve a la Iglesia de Cádiz después de estas visitas?
-En general, creo que estamos en una situación de transición entre una fe vivida y adquirida desde mucho tiempo atrás, que ha creado una cultura cristiana; y la necesidad de una renovación que viene fundamentalmente por la evangelización. Y veo que nos faltan muchos resortes, muchos recursos; es muy difícil conectar con la gente que se aparta de la Iglesia, o comprender el lenguaje de las nuevas generaciones. Ese es el gran reto que tenemos.
-¿Percibe que en la sociedad gaditana está calando la llegada del Papa Francisco y sus mensajes?
-Creo que sí y me gustaría que fuese así. Tengo un deseo muy grande de transmitirlo, y de hecho los planes pastorales que he podido hacer hasta ahora son un reflejo directísimo de las propuestas del Papa Francisco, por aquello de la renovación para una nueva época, para la que el Papa nos dice que hace falta de una renovación muy honda que además lleva a una renovación personal. Eso no acaba con hacer unas conferencias, unas propuestas o unos eslóganes; supone una reflexión, entrando en cosas y renovándolas.
-¿Y eso cómo se hace?
-Por ejemplo, la semana pasada hice los ritos para el bautismo de unos adultos; en estos momentos hay veintitantos adultos preparándose para recibir el Bautismo. Esta situación no existía en España hace treinta años, y hoy rara es la diócesis que no tiene incluso un directorio para la iniciación cristiana de adultos sin confesar. Estamos dando pasitos. Y como esto, muchas otras cosas. Los mensajes del Papa van calando, afortunadamente; los de contenido social muy especialmente, que la gente los aprecia más directamente, y otros de renovación pastoral que tenemos que comprenderlos mejor y que exige una profundización para aceptarlos y buscar vías y estructuras para acometerlos. Y esto no se hace en un día.
-No sé si vinculado o no al nuevo Papa, la semana pasada hablaban de un repunte de vocaciones en el Seminario...
-Hay un repunte en toda España y nosotros también hemos notado un pequeño aumento de las vocaciones. Lo que pasa es que en esto, como en todo, el progreso no es lineal en el paso de los años. Hoy en día hacen falta unos jóvenes cristianos que vivan la fe de manera personal, una cultura vocacional; es muy distinto ir amparado en una sociedad muy cristiana y muy confesante, que encontrarse en medio de una dificultad para seguir la fe. Y con esto quiero decir que hoy entregar la vida como sacerdote es muy exigente y exige primero haber escuchado la llamada de Dios y luego dar un paso de muchísima generosidad. Tiene mucho mérito. Y estoy convencido de que el número irá creciendo.
-¿Por qué el cambio de la Universidad de Granada a la de San Dámaso?
-Cuando sólo llevaba aquí unos meses me sorprendió que había vencido el convenio con la Universidad de Granada y era el momento de renovar o de buscar qué interesaba. Esto lo sometí a la consideración y a la discusión con los órganos de gobierno, consejos, consultores, claustro de profesores, otros sacerdotes.. Y efectivamente, había mucho agradecimiento a la Facultad de Granada pero reconocían que nos servíamos poco de lo que pudieran ofrecernos. Les hice comparar lo que pudiera ser más asequible por distancia, buena comunicación, calidad de enseñanza, rigor... En estos momentos, la Universidad de San Dámaso, que yo conozco muy bien, ofrece unas posibilidades enormes y pensamos que iba a ser muy enriquecedora y efectivamente así lo está siendo. Seguramente, en estos momentos es la facultad que tiene más alumnos de Europa. Me parece que la elección será muy beneficiosa. Así se vio, tengo que decir que sin ninguna opinión en contra, y se pidió a Roma. Ahora nosotros tenemos la exigencia de aprovecharlo, y creo que va a dar mucho juego para la formación del clero y de los laicos también.
-Hablemos de otro repunte. Hace unos días se celebraron las elecciones en Andalucía, en las que Podemos se convirtió en la fuerza más votada en Cádiz capital. ¿Cómo valora ese resultado?
-Veo que hay una situación política extraña en toda España. Yo puedo opinar poco en esto porque realmente no es mi mundo ni soy muy conocedor, pero desde fuera sí veo aque aquí hay unos factores que se me van un poco de las manos. Veo una reacción a la crisis extrema, a la pobreza, también una reacción a los casos de corrupción que están muy extendidos; en el panorama político al mismo tiempo hay nuevas fuerzas emergentes... Yo creo que para poder sacar alguna conclusión sensata, habría que esperar un poco más, por lo menos hasta las municipales y las generales, que ya nos marcarán algo más fiable. Aunque ya le digo que no soy muy experto.
-¿Pero le preocupa que Podemos pudiera llegar a gobernar?
-La relación que pueda tener con la Iglesia habrá que verlo. Aquí hay una relación muy buena con los políticos de los distintos partidos; y en la geografía de la diócesis, hay prácticamente formaciones de todo el panorama político gobernando y la relación es buena. Yo creo que en estas cosas se impone al final el sentido común del servicio a las necesidades de la gente. Luego se hablan de otros temas de la Iglesia, que si los privilegios y cosas así, que cuando se estudian en profundidad no es lo mismo que cuando se da una opinión superficial; no cabe duda de que la Iglesia llega capilarmente a toda la sociedad, con elementos muy integradores; y nadie duda de que hace un papel muy benéfico, incluso para el que no tenga fe.
-¿Qué objetivos se marca para el futuro?
-Más o menos ya me he ido refiriendo a eso anteriormente. Hoy hay una vida pastoral digamos ordinaria que necesita un impulso; la catequesis, la vida cristiana, la transmisión de la fe... La pastoral caritativa también ha variado. Algo que me tiene muy satisfecho es la pastoral de la Familia, donde se está haciendo un trabajo inmenso; la pastoral de Juventud, que también es un reto que necesita un trabajo estable y coordinado. En estos momentos estoy abriendo una vía de trabajo con adolescentes, para que aquellos que reciben la comunión o la confirmación puedan encontrar en las parroquias su casa, su ámbito donde acrecentar la fe. Para ello estamos haciendo campamentos de verano, campamentos urbanos... En definitiva, hay muchos campos abiertos, donde el denominador común es la evangelización.
“El patrimonio supone una preocupación y una carga grande”
- Es una diócesis con mucha historia y con templos con alto valor artístico. Al mismo tiempo, eso supone una pesada carga para su conservación. ¿Cómo afronta el obispo este asunto?
- Pasamos por una situación muy difícil. Es verdad que tenemos una riqueza patrimonial muy grande, y tenemos muy pocos recursos, por no decir que estamos en una necesidad extrema. En esto tiene mucho que ver la labor social que hace la Iglesia. Mire, el cardenal de Valencia decía que habría que dar el 10% a los necesitados, cuando nosotros estamos en el treinta y algo por ciento; esto es insólito, yo no sé en otro sitio de España que sea así. Y eso explica muchas cosas, por qué a veces hay tanto deterioro en las iglesias. Yo me encuentro a curas que no llegan a fin de mes para pagar el recibo de la luz, así de sencillo; y sin embargo están manteniendo y ayudando a ciento y pico de familias. Y no hay la menor duda de que tiene que seguir siendo así, por supuesto. Ahora, se comprende que a lo mejor no podamos arreglar una iglesia que se cae, o que tengamos que buscar ayudas o colaboraciones particulares. Ojalá que los organismos de las administraciones públicas aportaran su colaboración porque son bienes sociales que están al uso de todos, aparte de que son un gran atractivo y son un gran beneficio por ejemplo para el turismo. Esto es el patrimonio de todos. Cuando mejore la situación económica a lo mejor podremos mejorar algo. Pero es una gran carga. Por otra parte, es un medio de evangelización, es un centro de unión, la gente se siente muy orgullosa, tiene mucha sensibilidad artística y disfruta con las obras de arte, con la iglesia, con los retablos, con las imágenes con las que se enternece y emociona...
- Hace unos meses se estipuló con que usted quería llevarse el cuadro de El Greco de la capilla de Hospital de Mujeres, ¿cómo vivió ese episodio?
- Como una anécdota insólita. No se le puede pasar por la cabeza a nadie sensato. Me parece una anécdota que como tal ha quedado, porque se ha visto claramente que el trabajo que se ha hecho con El Greco es magnífico, que ha tenido una aceptación estupenda en la exposición y que otra vez está aquí.
“Veo que las hermandades tienen el mismo reto de evangelizar”
- En estas fechas, la pregunta es inevitable: ¿qué le parece la Semana Santa que ha tenido ya la oportunidad de conocer?
- Es intensísima. Tiene una dimensión pública, lo llena todo, te envuelve de alguna forma y te hace participar de los misterios de la fe. Eso tiene un valor inestimable. Es muy bonito, muy trabajoso, implica a muchísima gente y se vive con mucha devoción, con mucho arte, con una sensibilidad especial en pasos, imágenes, música... que crea todo un entorno que consigue que el que participa entre con alma, vida y corazón en lo que está celebrando. Y eso es muy bonito.
- ¿Cómo ve el mundo de las hermandades?
—Me encuentro muy a gusto y creo que ellos también. Es verdad, como todos os habéis encargado de recordarme, que esto no era mi fuerte porque venía de Castilla, aunque algo conocía; y sí es cierto que aquí se vive con una intensidad y con unas características un tanto especiales, así que me he dejado enseñar, he intentado aprender. Tengo que decir que la acogida de los consejos, los hermanos mayores, el Secretariado... ha sido espléndida y yo he intentado corresponder con modestia, aprendiendo y siendo útil para que ellos puedan vivir mejor la fe. Ahora estoy comprobando en cada parroquia a la que voy que en todas las hermandades hay un deseo grande de vivir la vida cristiana, aunque con las dificultades grandes con las que se encuentra el mundo de hoy. Parece que hay una demanda de formación, que necesita un mejor cauce y buscar nuevos caminos. Y en el fondo veo que las hermandades tienen el mismo reto que estábamos hablando antes de evangelizar; ya no es tan automática la transmisión de la fe, ya no hay tantos hermanos, tantos penitentes...
- ¿Y cómo vive las polémicas en torno a las cofradías?
- Siempre hay anécdotas que a veces, por desgracia, tienen mucha relevancia, son noticias que enseguida son espectaculares. Pero me parece que deben ser anecdóticas en comparación con la seriedad con la que se vive en las hermandades. Estas anécdotas imagino que existirán siempre, porque es tan complejo el mundo de las hermandades que no se puede englobar en una palabra a todo el mundo. No es lo mismo un devoto que ni siquiera vive la vida cristiana en la Iglesia, que los hermanos mayores que en algunos casos son gente muy capacitada que tienen una vida de fe practicante. No se puede englobar todo en una palabra.
- ¿Algún deseo para la sociedad en esta Semana Santa?
- Me gustaría con la facilidad que tenemos de todos los cultos públicos que hay, que hubiera una interiorización de lo que celebramos, que es lo que nos da vitalidad para vivir como cristianos. Así irá a mejor la sociedad. Y también me gustaría que igual que preparamos la Cuaresma de una forma tan pormenorizada y trabajosa, con la misma intensidad aprovechemos la Pascua, que es muy larga y a veces se queda en unos días y tiene una riqueza inmensa para vivir la fe.
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