Los soportales, un pequeño barrio comercial en plena Avenida de Cádiz

Puerta Tierra cuenta con cerca de 80.000 habitantes, duplicando a los vecinos del casco antiguo; ofrece a propios y extraños la considerada como la mejor playa urbana de España y dispone de varios de los hoteles de referencia de la ciudad. Incluso es más fácil encontrar un aparcamiento ante la abundancia de párking subterráneos, a la vez que cuenta con líneas de autobuses que permiten una buena conexión con toda la trama urbana.

Y a pesar de todo ello, el comercio que llena sus calles, avenidas y plazas no acaba de despuntar como un foco de atracción para quienes nos visitan, cada vez en mayor número, optando éstos por hacer sus compras en el casco histórico.

Hay zonas donde las tiendas tienen un carácter de “barrio”, con cierta lógica urbana. Es lo que pasa con La Laguna, Segunda Aguada y, en menor tamaño, la calle Ciudad de Santander.

A esta relación del comercio con el entorno ciudadano se le une también la zona de los soportales, en la principal avenida de la ciudad.

Cuando comenzó la remodelación y la expansión de esta arteria, a principios de la década de los 50 años, la ordenación urbana obligaba a construir bloques de viviendas con soportales para el paso peatonal. Al final, esta estructura (que se repitió décadas más tarde en el nuevo barrio de Astilleros) se limitó al tramo comprendido entre las calles Marianista Cubillo hasta Antonio Accame.

Recorriendo este tramo de la Avenida, parece que recorremos un pequeño barrio, parece que recorremos un pequeño barrio con un comercio de cercanía muy asentado o, si éste desaparece, rápidamente sustituido por locales con las mismas o parecidas características. Sólo las antiguas dependencias de Corporación Dermoestética, allí donde funcionó el Cine Avenida, siguen vacías, por la dificultad a la hora de encontrar una propuesta comercial que ocupe sus 800 metros cuadrados de superficie.

Es curioso porque se sale de este espacio urbano y la oferta comercial de la Avenida cambia en su mayor parte y se abre más hacia una clientela fuera de este entorno.

Los soportales, además, permiten una extensión en cuanto a la ocupan de la vía pública de algunos de estos locales. Más allá de las terrazas de las cafeterías o bares que allí funcionan, fruterías o zapaterías exponen en la vía pública sus productos.

La crisis económica de la pandemia se llevó por delante a varias tiendas y provocó que, por primera vez en años, quedasen libres locales durante un largo tiempo. Ahora, comienza a recuperarse. Un ejemplo de ello es la próxima llegada de nuevos emprendedores que van a recuperar el local de la antigua La Pasiega. Aquí se ha trasladado también un clásico en la venta de electrodomésticos, Milar, tras dejar su antigua ubicación junto al mercado de San José. O la apuesta de otro joven emprendedor que intenta resistir con una pequeña y cuidada peluquería, junto a veteranos de la moda que abren viejas marcas reconvertidas.

Los soportales ofrecen variedad en zapaterías, bares de toques clásicos y renovadas cafetería. Aquí aguanta una pequeña librería-quiosco de prensa junto a los estancos y venta de lotería.

El micromundo de los soportales (alejados de lo que rodea ante la falta de actividad comercial en la zona de los Chinchorros e incluso en la otra acera de la Avenida, ocupada por la parroquia de San José, la plaza del mismo nombre y los edificios de oficinas de Proserpina y Nereidas, con una limitada oferta comercial), parece limitado a los vecinos de la zona.

Como en todo centro comercial de referencia, siguen faltando marcas de referencia que atraiga a una clientela de otros puntos de la ciudad. Aún quedan algunos locales libres para ello, en una de los tramos de la Avenida con más vida social y con una alta densidad de población.