Algunos sustos en la bahía de Cádiz
Historias de Cádiz
El 'Matagorda', rebosante de operarios de la factoría, quedó sin gobierno y a punto de estuvo de chocar con la punta de San Felipe
Vía de agua en la motonave 'Adriano II'
A lo largo de los años, la bahía de Cádiz ha sido escenario de algunos accidentes marítimos y de desgracias personales. También han tenido lugar algunos accidentes que pudieron ser una tragedia y que, afortunadamente, quedaron en un pequeño susto. Tres ejemplos de lo que decimos ocurrieron en los años treinta y cuarenta del pasado siglo XX y tuvieron como protagonistas a algunos de los vapores que transportaban pasajeros de un punto a otro de la bahía de Cádiz.
El primero de ellos ocurrió el 7 de octubre de 1934, cuando se hundió en el muelle de Cádiz el vapor 'Punta Umbría'. Este pequeño buque, junto con el Adriano, habían sustituido en 1929 al vapor Cádiz, de Antonio Millán, cuya caldera había explotado en su muelle de El Puerto.
El Punta Umbría, con 9 pasajeros a bordo, tuvo un accidente muy similar al que años más tarde tendría el último de los Adriano. Al entrar en el muelle de Cádiz rozó con la punta del Martillo, que le hizo una vía de agua. El Punta Umbría logró llegar al muelle y desembarcar al pasaje, pero poco más tarde se hundía irremisiblemente delante de cientos de curiosos que allí se había agolpado. Fuer reflotado días más tarde pero las averías eran de mucha consideración y nunca volvió a su labor habitual.
El segundo de estos accidentes sin daños personales tuvo por protagonista al 'Adriano II', perteneciente, como todos los Adriano, a la familia Fernández Sanjuán. Estos barcos también relevaron a Millán en el transporte de pasajeros entre El Puerto y Cádiz y durante algunos años compatibilizaron su labor con el Punta Umbría, antes citado.
El 21 de octubre de 1941 el 'Adriano II' pasaba por la barra de entrada al Río Guadalete cuando su fondo tocó con un ancla abandonada y sin señalizar, lo que le produjo una enorme vía de agua. El patrón, con gran experiencia, comprobó que le sería imposible llegar hasta el muelle, decidiendo varar en la cercana playa de la Puntilla.
Con gran serenidad, el patrón de la embarcación, Fernández Sanjuán, mantuvo la calma del numeroso pasaje, entre el que había mujeres y niños, y ordenó que todos ocuparan el centro de la motonave para evitar cualquier escora y lentamente se dirigió a varar en la arena, lo que consiguió sin novedad y sin daños para nadie.
Una draga que estaba trabajando en el cercano Guadalete y un pesquero que salía de El Puerto, acudieron de inmediato a auxiliar al Adriano II. Ambos buques procedieron a recoger el numeroso pasaje en completo orden y sin más incidencias que “el susto y el remojón de algunas personas” como relató el patrón a su llegada a El Puerto.
El vapor 'Adriano II' fue remolcado hasta su base en El Puerto de Santa María para su reparación. Siguió en activo durante muchos años.
Tal vez la situación más angustiosa vivida en la bahía de Cádiz y que, afortunadamente, quedó en un tremendo susto fue la ocurrida el 20 de marzo de 1943 por el vapor 'Matagorda', perteneciente a la Factoría Naval del mismo nombre. Ese vapor, junto al Torregorda, estaba dedicado al transporte de personal desde Cádiz a la factoría y regreso. En una época en la que no existían apenas coches o autobuses, ambos barcos navegaban abarrotados de pasajeros.
Ese día, sábado laborable como todos, quedaron suspendidos los trabajos en el dique a la una y media de la tarde, anunciándose la salida para Cádiz del Matagorda y que el Torregorda lo efectuaría una hora más tarde. Lógicamente, la inmensa mayoría de los trabajadores optaron por embarcar en el primer vapor para llegar pronto a sus casas. Según las informaciones, de aquella época eran unas 500 personas las que embarcaron hacia Cádiz.
El Matagorda salió con fuerte viento de Levante, que fue aumentando durante la travesía. Al encontrarse a la altura de los Astilleros de Cádiz, se rompieron los guardines del timón, quedando el vapor al garete.
Durante hora y media estuvo el Matagorda sin gobierno y derivando peligrosamente hacia la punta de San Felipe. Los bandazos llegaron a ser peligrosos y el vapor perdió hasta los bancos que existían en la cubierta. No obstante, el personal supo mantener la tranquilidad.
Muy cerca de las escolleras de la punta de San Felipe la situación fue muy peligrosa. El Matagorda hacía sonar su sirena pidiendo auxilio y hasta los pasajeros gritaban y agitaban sus prendas de ropa reclamando un auxilio que no llegaba. Unas botellas de oxígeno que estaban a bordo aumentaron la alarma de todos.
Afortunadamente y muy cerca ya de la escollera, el pesquero Juanita, con base en Cádiz, acudió en auxilio del Matagorda. Con gran esfuerzo y pericia, ambos patrones lograron afianzar el remolque y dirigirse al muelle gaditano. Ya dado ese remolque acudieron el remolcador Comes y el de la Corporación de Prácticos Mercedes. Entre todos lograron finalmente atracar al Matagorda a las tres de la tarde. Las familias de los operarios llegaron a conocer la situación ante la tardanza del regreso y el muelle estuvo lleno de público contemplando impotente la peligrosa escena.
En años posteriores el vapor 'Adriano' sufrió algunos percances que afortunadamente se resolvieron sin daños personales. En 1966 y debido a una inesperada y cerrada niebla, el vapor tuvo que estar fondeado durante muchas horas con el natural susto de los pasajeros y de los que esperaban en tierra su llegada. Afortunadamente un barco de la Marina de Guerra consiguió localizarlo y con la ayuda de potentes focos facilitó el regreso al muelle del vapor, sin que hubiera que lamentar desgracia alguna.
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