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Economía
Los galos de Cádiz son comerciantes y venden ropa. En su particular aldea resisten ante el imperialismo de la moda, que son las franquicias, las multinacionales que han ocupado los cascos históricos haciendo una competencia brutal a los pequeños empresarios. Asediados también por la crisis y la relajación en el vestir de la ciudadanía, estos últimos de Filipinas de los pantalones y las faldas cuentan cómo subsisten en el centro de la ciudad mientras siguen viendo cómo compañeros de profesión echan el cierre y dicen adiós a décadas de trabajo. Pero entre tanto enemigo han encontrado buenos aliados para su resistente lucha: los turistas.
Todo se reduce al tiempo. El tiempo les avala. El que llevan abiertas sus tiendas y el que echan cada día detrás del mostrador. "A esto hay que echarle muchas horas". Y que lo diga. Un amigo común, presente en la entrevista, se sorprende porque el empresario ha cogido ¡tres días de vacaciones! Y encima dice venir con las pilas recargadas. Luis Tinoco manda desde la caja en su establecimiento de la calle Pelota. Cling, clong. No se le escapa un detalle. "Niño, mira qué quiere esa mujer", ordena. Un histórico. "Los turistas nos sacan fotos porque somos un comercio tradicional y en sus países no quedan", cuenta. Todo un clásico. Hasta en el hilo musical suena Frank Sinatra. Dos tiendas, la otra en la calle Compañía, y once personas a su cargo. "Somos clásicos para todo. Al personal lo hacemos fijo en cuanto vemos que vale. Es norma de la casa. Deseando seguir para arriba y crear más empleo", confiesa. Los cruceristas le están dado aire al negocio. Es hora de recuperar "lo que hemos perdido en estos años de crisis".
Hace lo que vio hacer a su padre, que abrió en 1948 en otro sitio. La tienda que nos ocupa tiene 30 años. "Una leyenda", añade orgulloso. Ángel Tinoco Fernández. Porque al cliente "le gusta que le atiendan, que le digas qué talla es la suya nada más mirarle, que le des consejos y si encimas chapurreas su idioma, mejor". Al turista, sobre todo. Pero Tinoco se apresura a aclarar que el 80 por ciento de su clientela es de la provincia de Cádiz. Porque el comprador autóctono es "una maravilla". Luis Tinoco lo explica: "Si lo gana, se lo gasta". Quién mejor para certificar la recuperación económica. "No es para tirar cohetes, pero hay menos miedo a gastar", confirma.
Tinoco saca a relucir la preocupación de sus compañeros por la venta ambulante, últimamente prolífica en la calle Compañía. "Son humanos, hay que ayudarles, pero nosotros tenemos que defender nuestros puestos de trabajo. No pretendemos que les expulsen, simplemente que les busquen otra ubicación. Venden delante de nuestras tiendas ropa sin pagar impuestos", destaca.
En la calle Columela, la vía comercial por excelencia, Eutimio mantiene el tipo junto a Goya como paladines del comercio textil tradicional. Todo lo demás es franquicia. La fórmula mágica no es secreta, como la de la Coca-Cola. "Dar muchas vueltas a la cabeza, poner muchas ofertas, no resignarse y establecer una buena relación calidad-precio. Si al final tienes que cerrar, que no sea porque no hayas hecho todo lo posible", señala Alberto Domínguez, que regenta Confecciones Eutimio en la esquina de Columela y Sacramento junto a su hermana María del Carmen. Los otros dos hijos del fundador, María José y Sebastián, llevan la tienda de la calle Compañía. El progenitor, Eutimio, abrió su primer establecimiento en la calle San Antonio Abad, tras el Ayuntamiento, en 1967 como sastrería.
Adaptarse o morir. Centrado en una clientela "de 25 años para arriba" porque las franquicias se llevan "de calle" el público más juvenil, Eutimio guarda en el verano lo que no ha de ganar en invierno. Los turistas han supuesto "un balón de oxígeno", mientras que el cliente de aquí "está ahogado por la crisis". María del Carmen apunta que los turistas nacionales que cruzan las puertas de la tienda "echan de menos en sus ciudades el comercio tradicional, que ha desaparecido casi por completo porque mandan las franquicias". Los Domínguez dicen que morirán "con las botas puestas". No han sucumbido a la tentación de las "numerosas" ofertas que algunas multinacionales han hecho por el local. Los músicos del Titanic venden moda urbana y de ceremonia, como reza en la fachada dele stablecimiento.
A escasos veinte metros de Eutimio, Paco Zubiela, al que contemplan 50 años en la tienda Álvarez, primero pañerías y ahora confecciones, no tiene una perspectiva muy halagüeña. Veinte metros de diferencia es un mundo si la calle no es transitada. Álvarez se encuentra en Doctor Dacarrete, donde llegan los turistas "que se han perdido". La tienda sólo vende para mujeres. "Señora clásica", dice Paco. Hay que ir a comprar allí expresamente, de ahí que dependa de la clientela de toda la vida. La que sigue comprando a plazos, una fórmula que era habitual en Cádiz hace unas décadas. Dice Zubiela que las personas mayores, clientes potenciales de Álvarez, tienen cada vez más cargas en sus casas. "A eso le unimos que las personas no se visten como antes, la venta ambulante y que la ropa de los chinos es muy barata. En tiempos de crisis, da igual vestir peor. Veo muchos matrimonios que entre los dos no llevan encima más de treinta euros en ropa. Se sacrifica la ropa antes que tomarse una tapa", explica. Por algo sostiene que el textil "es el sector más castigado por la crisis".
Joaquín Lluch, en la tienda de la calle Ancha, abierta en 1971, está seguro de la causa de mantener abierto el negocio. "Haber seguido una línea y no caer en el error de intentar competir con las franquicias, con una línea propia apartada de los quinceañeros", expone. Lluch tuvo tiempos mejores. Ahora solo tiene la tienda de Ancha y la de Callejones de Cardoso, que data de 1953. Llegó a tener cuatro tiendas y 27 dependientes. Coincide con Eutimio en que los veraneantes les dicen que venden "muy barato". El turismo les está "ayudando" a capear la crisis. Los turistas se interesan por el producto español. "Calles Columela llenas de franquicias ya tienen en sus lugares de origen. Buscan algo diferente", sostiene. Y precisa que "hemos tocado fondo, pero ya se nota un poco más de alegría en los bolsillos". Entre el cliente de paso y el gaditano, fiel a esta casa, Lluch logra defenderse.
Como le ocurre a Eutimio, "ofertas mostruosas" por el local le hicieron dudar hace "unos 15 años". Joaquín se veía joven y con ganas. "Me lo ofrecen ahora con 60 años y sería otro cantar", confiesa. No ve mucho futuro más allá de Luis Tinoco, Paco Zubiela, los Lluch y los Domínguez. "Los hijos no quieren heredar esta sacrificada vida. Este negocio, como no hayas echado en él los dientes no va a ningún lado. Abren muchas tiendas de ropa que tienen que cerrar enseguida", concluye. La resistencia acabará, por tanto, cuando se jubilen. La sangría del comercio tradicional no cesa. En Cádiz, donde surgen plataformas para muchas nimiedades, no se ha creado todavía una que frene el cierre de estas reliquias de una ciudad que se perdió. Los galos resisten al asedio, pero necesitan ayuda.
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