El testamento de la ‘dogaresa’ gaditana
En la muerte de Nadia Consolani
Nadia Consolani fue eslabón de unión entre el panorama poético de su oriunda tierra mestrina y el escenario cultural español
Muere Nadia Consolani, la dama veneciana a la que Fernando Quiñones regaló Cádiz

Y cuando llega el momento del “último viaje, al partir la nave que nunca ha de tornar”, es una encomienda ardua y, desgarradora a la vez, encontrar las palabras exactas para glosar el recuerdo de quién, hasta que llegue también nuestro momento, no volveremos a ver más: a ti, Nadietta, la de la brava estirpe de los Leopordi, privilegiada hija de la Serenissima Repubblica, aquella niña que siempre estaba leyendo…
Sirvan estas palabras para completar su óbolo, para acompañarla con una luz de esperanza por su tránsito por la laguna Estigia, camino de esa otra eterna orilla, en la que su Fernando la estará esperando… con la misma inocente ilusión con la que esos jóvenes, en 1955, forjaron su historia en común teniendo aquel puente como testigo.
Y entre lagunas y bahías, desde las corrientes serenas del Canal en el que abrió sus ojos a la vida al regalo, lleno de amor, del tesoro quiñonero en la orillita del santuario caletero; las aguas y el mar fueron el escenario fundamental que forjaron la personalidad de una mujer que, con una comedida maestría nunca descubierta y evidenciada, modelaba la creatividad de su alma entre arcillas, cuadros, esculturas y versos: desarrollando una obra y un legado de arte entre las paredes de su habitación propia, y de la que tuvimos la inmensa fortuna de poder abrir sus ventanas al mundo en 2019; tras muchas mañanas de confidencias y conversaciones en torno a la mesa de su salón, cuando inauguramos la exposición antológica en su 80º aniversario que impulsó, con un justo y merecido acierto, la Fundación chiclanera que salvaguarda el patrimonio y la obra de su compañero de vida; empresa fundamental en la que trabajó con gran tesón y ahínco durante muchos años, ya que el contexto y la historia le llevó a ser “la cola del cometa”, como bien acertó la escritora Yolanda Vallejo a definir, sin pretender más allá, pero brillando tanto como él, teniendo su espacio aún por redescubrir y reivindicar.
Eslabón de unión entre el panorama poético de su oriunda tierra mestrina y el escenario cultural español, y por consiguiente, gaditano, a su poliédrica vertiente artística incluso sumó la labor de editora; siendo la antología VenezianaMente (2006) un corpus bilingüe y de edición, por primera vez, de autores y autoras reconocidos en la esfera artística véneta, pero desconocidos en la literatura hispana; sin embargo, el libro fue, sobre todo, el cuidado presente, al reconocimiento de la amistad verdadera, entre todos esos intelectuales que dieron forma a una generación, de gran agitación cultural, en torno a una Galería donde los recitales, las exposiciones,… donde la cultura estaba latente; y luego, esa hermandad de versos y anécdotas se afianzaba en posteriores veladas con sprizzetti y cicchetti, sintiéndose agentes de las nuevas propuestas y corrientes que estaban llamando al despertar de la aletargada conciencia italiana, casi que “congelada” desde la época de la dopoguerra: y ahí, también estuvo Nadia.
Autora de una producción escultórica y cerámica, de la que se puede evidenciar incluso influencias y ecos de la malograda Camille Claudel en lo que a la reivindicación del poder de la condición femenina se refiere, lamentablemente no hemos podido “abrir de nuevo las puertas de su habitación propia”, que su exposición siguiera en el camino de itinerar, para continuar divulgando la importancia de una artista que, sin ningún aire de ostentación desmedida, debería haber tenido espacio y hueco en el discurso museográfico de cualquier institución. Este es el testamento que en nuestras manos nos deja la “dogaresa más gaditana”, de una mujer paciente “que nunca esperó nada”, y que asumimos, con humildad y compromiso, seguir trabajando en el empeño de poner, con el beneplácito y de la mano de sus vástagos Mauro y Mariela, en medio de la historiografía artística y académica actual, el nombre de Nadia Consolani Mauro.
Vai serenamente e avanti perché “non sei ancora stanca”, cara dogaressa, e la tua scia continuerà a illuminarci; lasciando il suo segno, come la farfalla ancestrale di Muzo, dalla suocera trimillenaria “gaditana”, fino alla decadente laguna veneziana, dove senza dubbio rivedrò il tuo sorriso caldo e sereno, tra la “giungla” di onde, gondole e vaporetti, quando mi affaccerò di nuovo sul Canale, al tramonto del giorno, da quel ponte che ha finito per cambiare il tuo destino, e brinderò con uno sprizzetto, alla tua memoria e alla tua vita, a quell’ultima cronaca bianca ancora non scritta, e qui rimane il tuo commissario pronto a continuare a scriverla...
(Parte tranquila y ve hacia adelante porque “todavía no estás cansada”, querida dogaresa, y tu estela seguirá iluminándonos; dejando su rastro, como ancestral mariposa de Muzo, desde la trimilenaria suegra gaditana, a la decadente véneta laguna, en donde sin duda volveré a ver tu cálida y serena sonrisa, entre la “selva” de olas, góndolas y vaporettos, cuando al Canal de nuevo me asome, al atardecer del día, desde ese puente que terminó cambiando tu destino, y brinde por ti con un sprizzetto, por tu memoria y tu vida, por esa última crónica en blanco que todavía no está escrita, y aquí queda tu comisario dispuesto a seguir escribiéndola…).
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