La trata negrera 'esclaviza' al Banco de Cádiz
Tribuna libre
La entidad financiera de la capital gaditana se vio obligada a suspender pagos en metálico a mediados del siglo XIX después de costear las expediciones de dos compañías marítimas para comprar esclavos en África
El apresamiento del 'América' por los ingleses dañó al Banco de Cádiz y a la economía local
La 'Vencedora', un buque con un cargamento sorpresa
Cuando Cádiz fue puerto esclavista
En 1861 Cádiz comenzaba a mostrar los primeros signos de una crisis económica que se intensificaría en 1864. La otrora pujante economía de la ciudad entraba en declive y las inversiones disminuían drásticamente. Desgraciadamente, el puerto de Cádiz mantenía su relevancia como un importante punto de embarque para el próspero negocio del tráfico de esclavos, una actividad ilegal sobre la cual las autoridades de la época hacían la vista gorda. No en vano, según el cónsul británico, Alexander Dunlop, la ciudad gaditana se había convertido "en el centro europeo del comercio de esclavos".
Entre las firmas gaditanas que enfrentaban dificultades financieras estaban 'Viuda de Portilla' y 'Manuel Lloret'. En un intento desesperado por evitar la quiebra, estas dos compañías organizaron una expedición negrera a través de lo que se conocía como ruta del tasajo. La persecución británica en las costas occidentales de África obligó a los negreros a trasladar sus operaciones a la costa oriental del continente, utilizando la ruta que unía Cádiz, Matanzas, Buenos Aires y Mozambique para el comercio de esclavos.
Los veleros partían de Cádiz cargados de vino, aceite y sal con destino a Cuba, donde completaban su carga, y se dirigían posteriormente al Río de la Plata para cargar carne de salazón (tasajo), principal alimento proteínico de los esclavos. Luego se dirigían a la costa oriental de África para cargar esclavos, y finalmente retornaban a Cuba. Para financiar esta expedición, 'Viuda de Portilla' y 'Manuel Lloret' solicitaron préstamos al Banco de Cádiz que superaron los cuatro millones de pesetas. Una auténtica fortuna para la época.
El Banco de Cádiz asumió un riesgo significativo, ya que la concesión de estos préstamos no estaba suficientemente garantizada y su capital efectivo era de 4.450.000 pesetas. A pesar de esto, tanto la dirección del banco como los prestatarios confiaban en la rentabilidad del negocio negrero para liquidar la deuda.
Dos magníficas fragatas, la Duque de Tetuán, de 585 toneladas, y la América, de 600 toneladas, fueron los buques elegidos para esta expedición. Ambos zarparon el 19 de febrero de 1863 hacia Buenos Aires, bajo el mando de los capitanes Antonio y Manuel Bísquet. A mediados de 1863 estos buques llegaron a Mozambique, aparentemente para adquirir arroz, aunque su verdadero objetivo era cargar esclavos.
Los británicos, sospechando de las actividades de ambos buques, los mantuvieron bajo vigilancia. Finalmente, la fragata América fue capturada el 5 de abril de 1864 por el barco de la Royal Navy Ariel, al mando del comandante William Cox Chapman. Se acusó a la América de violar el tratado hispano-británico de 1835 para la supresión de la trata de esclavos. Aunque en el momento de su captura sólo llevaba a bordo una tripulación de 20 personas, se encontraron numerosos indicios de que el buque estaba preparado para el tráfico de esclavos.
Entre las pruebas halladas en la bodega de la América se encontraban divisiones con tablones sueltos, cuatro toneladas de ébano, instrumentos de castigo para esclavos y una cantidad extraordinaria de barriles de agua y alimentos como arroz descascarillado y nueces de cacao, típicos del sustento de esclavos. El buque fue llevado a Sierra Leona, donde el Tribunal Mixto lo declaró buena presa el 25 de agosto de 1864.
La prensa de la época no dejó pasar desapercibido el incidente. Se mencionaba que el crucero inglés había perseguido a la América por mucho tiempo y la había apresado debido al arroz sin manifiesto y a las pipas vacías encontradas a bordo. Aunque el cónsul español trató de defender a los tripulantes, la decisión del tribunal se mantuvo firme.
Por otro lado, la Duque de Tetuán, aunque inspeccionada por los británicos, no presentó indicios suficientes para su captura y pudo regresar a Cádiz con un cargamento de arroz, cacao y nueces.
El impacto de la intervención británica fue devastador no sólo para los armadores gaditanos sino también para el Banco de Cádiz, que se vio obligado a suspender pagos en metálico, afectando gravemente a la economía local. En 1867 el problema financiero del banco seguía sin resolverse, y se reconocía en la prensa el error de conceder préstamos a 'Viuda de Portilla' y 'Manuel Lloret' sin garantías suficientes.
La crisis del sector vinatero, agravada por la crisis de 1864, y la inestabilidad económica y política culminaron en la revolución de 1868. Para entonces la trata de africanos había llegado a su fin, dejando una huella imborrable en la historia económica y social de Cádiz.
El legado de esta oscura etapa persiste como un recordatorio de los riesgos financieros y morales que marcaron la historia de una ciudad atrapada entre la prosperidad y la desesperación.
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