"El true crime funciona porque hay un punto de voyeurismo importante"

Toni Garrido, Iñigo Pérez, Juan Moya y Nerea Sanjuan debaten sobre los límites de este formato tan en boga en el South Series Festival de Cádiz

Sitúan al periodismo, los derechos fundamentales y, sobre todo, la honestidad de los creadores como las barreras que marcan las líneas rojas

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Toni Garrido, Nerea Sanjuan, Juan Moya e Íñigo Pérez durante el coloquio

Cádiz/Los límites del true crime es uno de los debates que ha reunido este martes a la industria audiovisual en el contexto de este II South International Series Festival que se está celebrando en Cádiz durante estos días. Para analizar el formato, sus líneas rojas o las causas de su éxito han contado con Toni Garrido como moderador e Iñigo Pérez, Juan Moya y Nerea Sanjuan como intervinientes.

Pérez ha comenzado definiendo el true crime como "cualquier serie o contenido que relata un hecho real en el que ha acontecido un crimen. Funciona tan bien porque hay un punto de voyeurismo importante, la gente quiere saber cómo ocurrió" y ejemplifica esa curiosidad de la audiencia en su trabajo en Callejeros, donde "lo que mejor funcionaba es que abriéramos las ollas y las neveras" de la gente.

Juan Moya, director de Yo fui un asesino o Arny, historia de una infamia, se basa en otro de sus trabajos, El caso, crónica de sucesos, para argumentar que tuvo que ver muchos crímenes para documentarse, un semanario que era "lo que más se vendía en su momento". "Nos interesa conocer cómo han ocurrido los hechos pero sobre todo el por qué, saber por qué ha hecho eso. El true crime es una extensión del periodismo pero con más detalles e investigacion de un hecho, no quedarte en la crónica corta de alguien ha matado a alguien, sino entenderlo todo: por qué una persona sale de sus casillas y llega a matar a alguien. Es más interesante hablar del mal que hablar del bien".

Para Íñigo Pérez, productor de El sapo o En el nombre de ellas, el límite del true crime empieza con un debate con uno mismo cuando afronta un proyecto, "cómo afrontarlo desde tu honestidad como productor y con el equipo. El límite está en el periodismo. A veces tienes debate con cruzar o rozar ciertas líneas rojas que debes traspasar para contar una buena historia. Te tienes que preguntar a quién quieres o no darle voz", como en el caso de El sapo. Otras veces el productor lo tiene más claro, como en En el nombre de ellas, que trata de una persona que ha abusado de numerosas mujeres, "pero los abogados nos dijeron que había que mandarle al menos una carta para darle la posibilidad del derecho de réplica que él declinó y yo respiré tranquilo porque hubiera tenido un debate moral importante, yo no quería darle voz".

Nerea Sanjuan se dedica a asesorar judicialmente estos casos (por ejemplo, Soy Nevenka, actualmente en cines) y expone que "cuando asumes riesgos es importante saber cuáles son y a partir de ahí se decide si seguir. Los usos sociales modelan el marco porque lo que era instrusivo hace 20 años no es igual que ahora" y añade que "aunque hay un marco jurídico que nos ayuda, no hay una línea clara y hay que estudiar pormenorizadamente cada proyecto". El derecho a la información recogido en la Constitución fricciona en muchos casos con los derechos al honor, la intimidad o la propia imagen o con el derecho al olvido, sobre todo cuando se habla de casos que han pasado hace muchos años y cuyo culpable ha podido ya haber cumplido su pena de cárcel y rehecho su vida.

Pérez introduce en el debate el concepto de la responsabilidad social. "Si hay siete mujeres violadas, ¿qué me cuentas del riesgo reputacional de la marca? Hay un punto gris en el que si le preguntas a un abogado te va a decir que no lo hagas pero entonces tu producto no es honesto. Yo asumo la responsabilidad", reconoce el productor que dentro de un mes estrena un proyecto que recoge el caso de Anabel Segura.

"La documentación te da una panorámica diferente a la avalancha de las noticias del día a día", argumenta Juan Moya. "Casos como el Arny, solo años más tarde ves la dimensión de todo aquello, el bluf del juicio y el daño que hizo a los que estaban involucrados". Íñigo Pérez añade que "el true crimen y la actualidad están peleados, hay que dejar espacio para la perspectiva, que haya sentencias de los casos, capacidad de análisis". En el caso de Anabel Segura, ejemplifica, hace 30 años "la policía no sabía cómo afrontar un secuestro porque no había protocolos y este caso ayudó a cambiar el sistema" y reconoce que con el derecho al olvido tiene problemas morales porque cuando hay un asesinato, una persona ha dejado de poder ejercer todos sus derechos porque ha resultado fallecida.

"El problema es sobre todo cuando una persona cumple su condena, se reinserta y se cuenta su historia sin contar con él" explica Sanjuan con un caso en el que el Tribunal Supremo le ha dado la razón porque un periódico recordó un el crimen que había cometido treinta años antes, con su nombre y su imagen. Su entorno, que no conocía su historia pasada, le ha reconocido. Pero, ¿dónde está el límite temporal? Cuando algo recupera relevancia, como el caso Nevenka, aunque hayan pasado veinte años y haya cumplido su pena el condenado, sigue estando vigente y en ese caso concreto fue ella además la que tuvo que abandonar el país para retomar su vida.

El debate continuó por otros muchos temas como la reinserción, la empatía con el monstruo cuando te llevas semanas grabando con él, lo explícito que se tratan diversos temas en sociedades más permisivas o la sensibilidad que levanta tocar casos de los que no han cicatrizado las heridas como el del pececito.

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