La universalidad de Paco de Lucía conjura una noche histórica en Cádiz
Música
El evento de la Academia Latina de la Grabación, promotora de los Latin Grammy, reúne en las tablas del Teatro Falla a leyendas del otro lado del Atlántico, a compañeros y a legatarios del maestro de Algeciras
Leyendas y legatarios de Paco de Lucía, el evento de los Latin Grammy en el Teatro Falla de Cádiz
Cádiz pone una alfombra roja al legado de Paco de Lucía
Cádiz/Cosas de la tierra, que a veces puede más que el cielo. La mágica relación de Paco de Lucía con Cádiz –donde se encontró por primera vez sobre un escenario con Chick Corea, donde nunca hubo tanto silencio para un recital gratuito, abarrotado, y enclavado en la plaza de unos vientos que enmudecieron– escribió este sábado 13 de abril un nuevo capítulo incluso diez años después de la muerte del maestro. Y es que su vivísimo y universal legado fue el culpable de que en el Gran Teatro Falla se haya vivido una noche histórica con leyendas de la música del otro lado del Atlántico compartiendo sones con figuras nacionales que, bien compartieron andanzas con el genio de Algeciras, bien son dignos legatarios de su espíritu y de su obra. El padre del cajón flamenco, Rubem Dantas, el sobrino del llorado, José María Bandera, los alumnos y compañero Juan Manuel Cañizares y Niño Josele, el cómplice Tino di Geraldo, la leyenda del bajo Abraham Laboriel, y uno de los últimos músicos que lo acompañaron en la etapa final de su vida, El Piraña. Juntos, en armonía, invocan Entre dos aguas. Así comienza la misa pagana del dios que vino a revolucionar no sólo el flamenco, sino la música. Así empezó...
Un foco para la guitarra de Juan Habichuela nieto; se entrevera el teclado tan moderno como jondo de José Heredia El Gato (el hijo de Niño); María José Llergo que se une como salida de las aguas, con su voz de sirena; y Tremendita, la tremenda Rosario, que raja y duele con la navaja que es su garganta, con la metralla que dispara su bajo... Ellas, ellos, sólo quieren caminar tomando entres sus manos el legado y reinterpretándolo, haciéndolo suyo.. Así acaba la noche... Así acabó...
Entre medias del inicio y el fin, entre medias del pasado y el futuro, entre medias de un océano y otro, entre medias de la historia y la esperanza, la cita con la que la Academia Latina de la Grabación (sí, la que organiza los Latin Grammy) conmemoraba en Cádiz el décimo aniversario de la muerte de Paco de Lucía dejaba al público presente en el coliseo de Fragela una serie de estampas históricas, un puñado de documentos gráficos y audiovisuales que nos devolvían la vida y la obra del inolvidable, unos momentos musicales de altura y amor, mucho amor y respeto (¿acaso existe el uno sin el otro?) por el creador pero, también, por el hombre.
Amor que seguro es el que reventaba el corsé de presentador que ahogaba a Miguel Poveda, más cómodo en el cante y en la anécdota –el jamón que cobró De Lucía, y que la discográfica todavía le debe, por su colaboración en Artesano– , que en las palabras que le dicta el teleprónter; amor que late en la cajonada sideral que protagonizan Dantas, Antonio Carmona, Ané Carrasco, Víctor Martínez, Piraña y Tino Di Geraldo (“¡qué momentazo, hermano!”, no se aguanta el de Badalona); amor en la voz sabrosa, que pone al Falla a bailar, del mayúsculo Óscar D´León compartiendo la Señorita que hizo en el último disco que dejó grabado el algecireño, Canción andaluza; amor en las palabras de Bryan Adams –que recuerda cómo se fraguó la colaboración del guitarrista en el tema principal de Don Juan Demarco– del mismísimo Slash; de Israel Fernández que se levanta con la música de Paco todos los días; de Sergio Vallín de Maná; de Juanes y de cada uno de los músicos nacionales e internacionales que intervienen en uno de los vídeos que se proyectaron en la escena del teatro.
Unas tablas por donde pasó mucho, y bueno. Elíades Ochoa, todo sombrero y brillo en los zapatos, todo compás el guajiro con sus canas y sus cuerdas, que ahora improvisa sobre el Buana Buana King Kong mensajes en una botella que aspiran a llegar al cielo; que ahora hace un estremecedor Siboney al que le sigue La flor de la canela con la leyenda de las cuerdas clásicas, Berta Rojas y María Toledo en la voz y ya liberada del piano en el que, minutos antes, se sentaba para interpretar junto a la paraguaya y a nuestra India Martínez la imponente Te he de querer mientras viva, también grabada en el póstumo Canción andaluza, y que se acabó convirtiendo en un mano a mano entre las dos españolas dejando que Rojas brillara más en el clásico de Chabuca Granda.
El espíritu de Paco en los vientos (Juan Parilla) y en las teclas (Jumitus, Diego Amador); en las voces (sus queridos Chonchi Heredia y David de Jacoba a los que se une Noemí Humanes, Makarines) y, cómo no, en las cuerdas (virtuoso el isleño Jesús Guerrero en sus apariciones con Poveda) para devolvernos una versión inédita de Volar o para acordarse de Monasterio de sal.
El espíritu de Paco en todos los cuerpos –hombres, mujeres–, de todos los colores, de diferentes geografías y paisajes. El espíritu universal de un talento universal. En una noche de esas..., ya me entienden, de esas que no se olvidan.
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