La Universidad de Cádiz crea un protocolo para prevenir y actuar contra el suicidio
El documento, publicado en noviembre, atiende la demanda de la comunidad universitaria en cuanto a formación, sensibilización e intervención en las conductas suicidas del estudiantado
Unos 40 estudiantes reconocieron durante el curso pasado haber tenido pensamientos de suicidio alguna vez a lo largo de su vida
La provincia de Cádiz registró 116 suicidios y 10 homicidios en 2023
Cádiz/De los 319 estudiantes que durante el pasado curso solicitaron atención del Servicio de Atención Psicológica y Psicopedagógica de la Universidad de Cádiz, 40 reconocieron haber tenido pensamientos de suicidio alguna vez a lo largo de su vida. Ante esta situación, ante la creciente preocupación social por el estado de la salud mental de jóvenes y mayores, y ante la evidencia, registrada en el Instituto Nacional de Estadística en el año 2022, de que el suicidio es la principal causa de muerte de la ciudadanía de entre 15 y 29 años (la horquilla de edad en la que se enmarcan la mayoría de estudiantes), desde la Universidad de Cádiz no se quedan de brazos cruzados y deciden actuar.
Así, desde el pasado mes de noviembre, el estudiantado del centro gaditano cuenta con un completo Protocolo de Prevención contra la Conducta Suicida que incluye planes de actuación para prevenir estas situaciones, medidas para afrontar los casos de riesgo, una guía para identificar las señales de suicicio y una serie de recomendaciones para la comunidad educativa y familiares sobre cómo actuar si, lamentablemente, el suicidio de un estudiante se llega a consumar.
Además, en este documento, realizado por el equipo del SAP, dependiente del Vicerrectorado de Salud y Binestar de la Comunidad Universitaria, en colaboración con la Asociación de Profesionales en Prevención y Posvención del Suicidio Papageno, se incluyen otros interesantes apartados como una aclaración de conceptos –y así poder detectar las diferencias entre suicidio, conducta suicida, intento de suicidio e ideación suicida...– o la desmitificación de ciertas creencias infundadas sobre el suicidio,con el objetivo de obtener un mayor conocimiento de este problema social y, así, poder atajarlo de forma efectiva.
De esta manera, desde el protocolo de la UCA se rebate de manera clara, contundente y científica ideas tan asentadas, como inciertas, como que el suicidio no se puede prevenir, que el hablar de suicidio incita a las personas en riesgo a cometerlo, que la persona que habla de quitarse la vida no lo hace, que es hereditario o que las personas que se suicidan tienen un problema mental.
También, desde este plan de actuación se identifican perfectamente los factores de riesgo y de protección contra el suicidio desde tres ámbitos: personal, familiar y el social. Así, los factores socioecónomicos adversos tanto personales como familiares, el poco apoyo familiar, el consumo de sustancias, los embarazos no deseados, los antecedentes de violencia física o sexual, la poca tolerancia a la frustración o la baja autoestima aparecen reseñados, entre otras muchas circunstancias, en este protocolo donde desde sus primeras páginas se debe bien claro que “el suicidio no es un acto impulsivo, sino el resultado de una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales”. Por tanto, con posibilidad de frenar si se realiza una adecuada atención a este problema de salud pública que afecta a personas de todas las edades, géneros, etnias y contextos socioeconómicos, generando un impacto tanto en quienes lo llevan a cabo como en sus familias, amistades y comunidad, en general.
Una cuestión social, un problema de todos. Y en esta dirección se entiende, se analiza y se arma este protocolo de la Universidad de Cádiz que ofrece la información más relevante sobre el suicidio, orientación sobre cómo identificarlo y respuestas ante la aparición de conductas suicidas. En este sentido, es especialmente útil el llamado árbol de decisiones donde se muestran de forma esquemática las acciones que deben realizarse ante una conducta suicida, tanto con riesgo inminente como no inminente.
Y si, finalmente, se alcanza el desenlace más terrible que puede suceder, desde la UCA también se ofrecen maneras para afrontar la pérdida, el duelo y hasta el impacto mediático de la muerte por suicidio.
Señales de alerta verbales y no verbales
La realización de un intento suicida “no es repentina”, sino que la persona suele dejar pistas relacionadas con la aparición de ideas sobre morir, ganas de desaparecer y conceptos afines. De esta forma, según se indica en el Protocolo de Prevención de la Conducta Suicida. Plan de Actuación para el Estudiantado, creado por la Universidad de Cádiz, “la clave para la detección temprana de estas pistas, es conocer al alumnado en la medida de lo posible, para ser capaces de apreciar los cambios conductuales que pueda estar experimentando, tanto a nivel verbal como no verbal”.
Así, entre las señales verbales compiladas en este documento se encuentran acciones más o menos sutiles, desde la expresión directa de ideas relacionadas con el deseo de suicidarse o morir, como “ya no vas a tener que preocuparte por mí”, “me quiero matar” o la detección de despedidas ya sea en persona, por escrito o desde cualquier red social; pasando por observar una visión negativa que la persona tenga respecto a sí misma y la propia vida con verbalizaciones del tipo “estaríais mejor sin mí” o “vivir así no tiene sentido”; o actitudes pesimistas y falta de esperanza en el futuro, manifestado con frases del tipo “no tiene sentido hacer el esfuerzo, no va a servir para nada”.
Entre las 14 señales no verbales a las que habría que estar atento, encontramos una apariencia física descuidada; aumento de quejas somáticas, como síntomas relacionados con la ansiedad (dolor de estómago, de cabeza, fatiga...); apatia y desinterés; sentimiento de tristeza, desesperanza y desesperación; preocupación por la muerte y el morir; conductas de escape y huida; aislamiento social y familiar (en los cambios de clase y descansos se le empieza a ver solo); faltas injustificadas y empeoramiento del rendimiento académico; consumo de tóxicos; regalar objetos personales; o cambios repentinos de conducta tanto en aumento de la irritabilidad, como, tras un episodio de agitación, aparición súbita de una actitud sosegada y tranquila. De hecho, si esto último ocurriera, en el protocolo se señala como “un claro indicador de la posibilidad de realización de una tentativa de suicidio”.
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