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Se va José María Berasaluce

José María Berasaluce

27 de junio 2013 - 01:00

El pasado 22 de junio fallecía José María Berasaluce Anacabe (Cádiz, 1939). Un cáncer de pulmón acababa con la vida de una persona clave para entender lo que representó en la ciudad su añorado sentido cosmopolita, integrador y vinculado al mar.

Hijo de padres vascos llegados al Cádiz de principios de siglo animados por una incipiente industria pesquera, establecieron su actividad en torno al muelle como armadores del norte en busca de un sur lleno de caladeros más seguros, más sol y mejores oportunidades.

Tuvo una infancia y juventud euskalduna marcada por los largos paseos de la mano de su madre, Verónica, en la playa de Saturrarán (Ondarroa, Vizcaya) en los cálidos veranos de postguerra.

Ya en su juventud, instalado en Cádiz, empieza desde muy joven en el negocio pesquero familiar junto a su padre Paco, su tío Jesús y su primo Sito en unos años en los que el muelle se convierte en un potencial que determina la economía de esta milenaria ciudad. La pesca llega a convertirse en un "sistema cultural" construyendo el símbolo de una población marítima donde la colonia vasca forma parte del paisaje y el tejido social.

En los años 70 José María contrae matrimonio con la gaditana Ana Linares con la que llega a tener tres hijos y posteriormente dos nietas y, a pesar de la crisis del sector, emprende por aquellos años con tesón pesquerías de largo alcance con nuevos buques congeladores que faenaban en Angola y que traían toneladas de gambas al puerto gaditano.

Ya en los difíciles ochenta, tras la desaparición del negocio pesquero, supo reinventarse y, siempre con su ironía y su genuino sentido del humor, combinó sus habilidades sociales con la canalla más auténtica de Bahía Blanca en La Pulga (Gri-Gri, Pub) de la calle Acacias, experiencia de gratos recuerdos tras la que finaliza brillantemente su trayectoria laboral como visitador médico en un laboratorio de referencia donde alcanza la jubilación.

Casi sin saberlo, José María Berasaluce (El primo, para sus amigos) representa la última generación de ese espíritu emprendedor, alegre y entusiasta que hunde sus raíces en los comerciantes vascos que desde el siglo XVII vincula a Cádiz con el norte.

Enseñó a sus hijos a nadar, a creer en el Nazareno bajando por Jabonería frente a la casa Lasquetty, a disfrutar de la ciudad, a saber comer con gusto, a venerar el pescado fresco, a llevar los zapatos limpios, a reír, a saber vivir…

Descansa en paz.

JOSÉ BERASALUCE LINARES

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