Un vestidor en plena playa Victoria
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Entre casetas de madera y de mampostería se superaban las 700 unidades.
Cádiz/Las casetas de mampostería sobre el cemento y las casetas de madera, más pequeña y a pie de arena, han sido durante décadas una de las imágenes más características de la playa de la Victoria en Cádiz. Comenzaron a construirse en la década de los cincuenta, como parte del plan del alcalde José León de Carranza de potenciar el uso de litoral gaditano como el principal aliciente turístico de la capital. Se levantaron poco a poco, según la disponibilidad presupuestaria del municipio, entre la hoy calle Brasil y hasta el Fuerte de la Cortadura. 700 casetas en total, salpicada por grandes restaurantes de nombres inolvidables: Bar Ramón, Bar Jerónimo y El Anteojo, además de los puestos de helados, refrescos y patatas fritas ubicados entre las casetas de madera.
Si ya existía una diferencia económica en el coste del alquiler, y casi social, entre las casetas de mampostería y de madera, en las primeras también tenían sus clases pues con el tiempo un reducido grupo de ellas llegaron a contar con ducha, el máximo lujo. En 1979 había que abonar 14.100 pesetas por temporada por las casetas con ducha, 10.100 por las de mampostería simple y 7.100 por las casetas de madera.
El Ayuntamiento mantenía un servicio de limpieza en las duchas y aseos públicos que también atendían al mantenimiento exterior de las casetas. En los buenos tiempos se llegó a contar con un equipo de 60 mujeres encargada de estos trabajos.
Más allá de estas casetas 'oficiales', desde principios del siglo XX, cuando poco a poco comenzó a normalizarse el uso de la playa, comenzaron a levantarse en las inmediaciones del Fuerte de la Cortadura y en esta misma playa casetas privadas, algunas de grandes dimensiones, que en su gran mayoría no tenían autorización municipal y que se mantenían durante todo el año, contando con librarse de los temporales del invierno. Fueron varios centenares que fueron eliminadas por la piqueta municipal cuando en 1984 comenzó la gran revolución urbanística de la playa de Cádiz.
Estamos ya en los primeros años de los nuevos ayuntamientos democráticos. La Corporación presidida por el socialista Carlos Díaz aprovechó el ingreso extraordinario del rescate del peaje del puente Carranza, unos 3.000 millones de pesetas, para afrontar una reforma integral del Paseo Marítimo de Cádiz, para modernizarlo y, también, socializarlo pues se planteó la eliminación de las ya históricas casetas.
El 6 de abril de 1984 comenzaron los trabajos de eliminación de las casetas más cercanas al complejo Reina Victoria. Eran conocidas como "las olas", por sus techos ondulados, y curiosamente eran las últimas que habían sido construidas por el Ayuntamiento.
Teniendo en cuenta que el uso de la caseta estaba metido en el ADN de muchas familias gaditanas, esencial para guardar sillas, mesas y las fiambreras de la comida, esta decisión municipal provocó numerosas protestas, a lo que se unió que una parte de la playa estuvo patas arriba en plena temporada con la modernización del Paseo Marítimo.
Hoy nadie discute lo acertado del proyecto del gobierno de Carlos Díaz. La playa dio un paso esencial hacia la modernidad y si ya entonces se decía que era "la mejor playa urbana", con estas reformas y la regeneración de la arena que se ejecutó años más tarde se afianzó como una de las grandes playas europeas. El Paseo Marítimo, que no se libró de polémicas por el cambio de diseño y de color del cemento utilizado en los dos tramos divididos por el Hotel Playa, recibido premios nacionales.
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