El viaje en el tiempo del Celestino Mutis
educación | efeméride de un histórico centro educativo de la ciudad
El colegio celebró ayer sus 80 años de vida recreando numerosos detalles de la enseñanza de los años 30 y 40, incluyendo la ropa de alumnos y profesores
Cádiz/Un grupo de niños en pantalones cortos juega a las chapas. Las niñas saltan a la comba. En el patio, otro grupo de alumnos hace gimnasia sueca. En las clases se practica la caligrafía más florida. Otros escolares se fotografían detrás de un pupitre donde hay un globo terráqueo y libros apilados. Detrás, como decorado, un mapa de España. En los pasillos se alinean tocando con la mano el hombro del compañero de delante. Una docente entra en una clase y los niños se levantan: "Buenos días, Doña Elvira". Esto ocurría ayer, en pleno siglo XXI, en el colegio público José Celestino Mutis. El túnel del tiempo viajó hasta 1938, fecha en la que, según consta en la fachada, ya existía el centro: Grupo Escolar José Celestino Mutis. El Ayuntamiento de 1938. La comunidad educativa ponía colofón a los actos conmemorativos del 80 aniversario. "Hemos querido recrear la época en la que el colegio parece que se fundó, aunque no se ha encontrado documento que certifique la fecha oficial", dice la directora, Elvira Sánchez, que ayer no ejercía como tal. En aquellos tiempos las mujeres no podían dirigir un colegio. El puesto, por un día, recayó en Don Enrique. Con el don, por supuesto, por delante.
Fue un día especial el de ayer en el centro que lleva el nombre del polifacético gaditano que brilló, especialmente, en botánica. Muchos alumnos acudieron con pantalones cortos, calcetines altos y tirantes. El profesorado no falló con el atuendo. Don Lucas hasta se había afeitado para lucir con pose de los años 30. No quiso perderse el viaje en el tiempo Antonio Maura, el director hasta el pasado diciembre, cuando se jubiló. Lucía mostacho postizo y rosario saliendo de su bolsillo. Las profesoras, más que recatadas con falda larga. Algunas con camisas con lazos. Otras, con rebecas. La conserje, Leo Sicre, también en su papel de mujer de aquellos años. El desayuno, lo más parecido a los tiempos de escasez. Pan con mantequilla y un vaso de leche. "En 1938 ese desayuno hubiera sido un lujo", apuntaba Elvira Sánchez. La recreación iba en serio. Una campana anunciaba la hora del recreo, de la entrada y de la salida.
Durante toda la semana los alumnos han conocido numerosos detalles de su octogenario colegio, y especialmente de sus primeros años de vida junto a la plaza de España. El lunes se trató sobre cómo era Cádiz en aquella época -en un pasillo hay una exposición de fotos antiguas de la ciudad- y el martes fue el turno de los materiales escolares de entonces como el pizarrín, el tintero, el plumín o las carteras, objetos que podían verse en otro espacio expositivo junto a cartillas de escolaridad, calificaciones o fotografías prestadas por antiguos alumnos del centro. Los juegos de antaño, las normas o los castigos centraron los recuerdos trabajados el miércoles y el jueves se habló de cómo ha cambiado el registro de datos de alumnos. "Queríamos que los alumnos tuviesen conciencia de cómo han evolucionado la enseñanza y la sociedad", explicaba Elvira Sánchez, que con humor aseguraba parecerse a la señorita Rottenmeier, rígida institutriz de la serie animada Heidi.
Los estudiantes del Celestino Mutis "alucinaron" esta semana con las visitas de antiguos estudiantes del centro, que les contaron anécdotas y vivencias de hace más de 60 años. Hechos impensables para los niños de hoy. Y para la mayoría de los profesores, jóvenes, que en un panel habían colocado fotos de cuando eran pequeños para que los alumnos los identificaran. "Por ahora no están atinando", explicaba Elvira Sánchez.
Así acababa una semana en sepia para este centro. El inevitable pasado, indispensable para entender el presente. Porque, como bien repetían estos días en el Celestino Mutis, "un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla".
Las increíbles condiciones para maestras de 1923
Bromeaban entre ellas, pero tras las risas se escondía la estupefacción. Las profesoras del Celestino Mutis mostraban un documento impagable: un contrato de maestras de 1923. En el mismo se recogían 14 condiciones para acceder al empleo, según el Consejo de Educación. Entre los requisitos, no casarse, pues “este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa”. No andar en compañía de hombres, no pasearse por heladerías (sic) del centro de la ciudad, no fumar cigarrillos, no beber cerveza, ni vino ni whisky, no viajar en coche con ningún hombre excepeto su hermano o su padre o no usar polvos faciales ni maquillaje ni pintarse los labios. Increíble, pero cierto.
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