La vida de losCADÁVERES

El departamento de Anatomía de Medicina en Cádiz solo cuenta con cinco cuerpos para las prácticas de 250 alumnos. Visitamos la sala de disección de la facultad más antigua de España

Tres de los cinco cuerpos con los que se trabaja en la Facultad de Medicina de Cádiz.
Pedro Ingelmo / Cádiz

23 de enero 2011 - 01:00

El Manco es un icono de los estudiantes de Anatomía de Cádiz de los años 80. Fue el primero con el que trabajó el actual director de este departamento de la Facultad de Medicina, José Fernández Vivero: "No se te olvida tu primer cuerpo. Y yo recuerdo ese cuerpo que era el de un hombre que había estado vinculado al mundo del caballo y al que le faltaba un brazo. Y tampoco olvido el primer pulmón de un fumador que vi, que era una esponja negra y estrujada". Estamos en la sala de disección de la Facultad de Medicina de Cádiz, la más antigua de España, y en esta cámara en la que hablamos del mítico Manco la temperatura es de cuatro grados, la ideal para mantener a los cuerpos, cinco, con los que trabajan 250 alumnos. Aquí la UCA invirtió hace cuatro años 50.000 euros en modernizar las instalaciones, que cuentan con algunos de los aparatos más sofisticados del momento para los trabajos de disección. Una sierra último modelo, tablas para el perfecto estudio anatómico, cámaras de vaciado. Pero falta espacio, no hay sitio para albergar cuerpos y el déficit de este material docente obligado es evidente.

Uno de estos cuerpos que está en estas literas metálicas es longevo, lleva ocho años aquí, ya le queda poca vida, pero todos le quieren mucho. "Durante un tiempo, unos meses, cuando eliminamos hace unos años las piscinas de formol con sus emanaciones tóxicas para conservar los cuerpos, éste fue nuestro primer y único cuerpo. Lo mimábamos no sabes hasta qué punto. No podíamos causarle el más mínimo destrozo porque sólo podíamos trabajar con él", recuerda Fernández Vivero, que tiene en mente levantar un pequeño monumento a los escasos cuerpos donados para la ciencia en Cádiz y que han servido para formar a miles de médicos en las últimas promociones. Cuenta que la vida de un cuerpo bien cuidado y no sobreutilizado puede superar los diez años antes de momificarse siempre que no adquiera hongos, la enfermedad mortal de un "material anatómico. "Mira, oled, no huelen mal, ¿veis?", invita abriendo la tapa de una cubeta que contiene un cráneo sumergido en una nueva solución no tóxica llamada winkler.

Todo esto tiene cierto morbo, para qué negarlo cuando uno está en el lugar en el que los cuerpos tienen una segunda vida. Un cuerpo incinerado no vale para nada. Estos cuerpos, los cinco cuerpos que hay en esta sala, los corazones conservados de otras generaciones, los bebés mellizos unidos por el tórax y que son una reliquia de los años 60, el brazo que se halla en la cámara de congelación a menos veinte grados... todo está siendo utilizado, es tá 'activo', está vivo. Pero el material es escaso. "España está a la cabeza de donación de órganos, pero muy atrás en donación de cuerpos para la ciencia y en Cádiz estamos de los últimos en donaciones".

Los 1.300 estudiantes de Anatomía andaluces tienen, aproximadamente, unos 220 cuerpos destinados a la docencia, pero existe una gran descompensación. Sevilla cuenta con 80 cuerpos para 350 alumos, Málaga -la más dotada- tiene más de cien cuerpos para sus 250 alumnos y Cádiz, a la cola, sólo tiene cinco para sus 250 alumnos y sus cámaras, de hecho, no tienen sitio para albergar muchos más. "Ser cirujano es una habilidad, hay que tener mano, pero, sin duda, tiene más posibilidades quien ha trabajado directamente sobre los cuerpos en adquirir esa habilidad que quien no lo ha hecho". Los estudiantes de Cádiz observan a los docentes realizar la disección, abrir y cerrar cuerpos por capas para volver a cerrar y poder ser reutilizados, y apuntan e identifican lo que van viendo. No se pueden permitir el lujo de las universidades sudamericanas, donde cada alumno tiene su cuerpo. La lista de donantes en Cádiz alcanza el medio centenar, muchos de ellos extranjeros (ingleses y alemanes), que son los que más aportan a la Facultad de Málaga, pero no todos llegan. En realidad, cada año llegan solo dos o tres a Cádiz.

"Mi cuerpo se lo van a comer los gusanos y yo quiero contribuir a que la ciencia avance. He visto a muchos familiares míos morir de cáncer y quiero ayudar de alguna manera", explicó una donante a un forense de Cádiz cuando acudió al Instituto de Medicina Legal para mostrar sus disposición a ser donante. No es un caso habitual. A esta mujer se le ofreció el protocolo que hay que entregar a la Facultad de Medicina. Allí se explican posibles causas de que el cuerpo sea rechazado: "Realización de una autopsia para determinar la causa de la muerte del fallecido; donación de órganos internos para trasplantes, con la excepción de las córneas; estadios iniciales de descomposición; enfermedades infectocontagiosas (tuberculosis, hepatitis, SIDA); extrema obesidad; gangrena; úlceras cutáneas o mucosas".

El profesional que recibió a esta mujer también recuerda sus años de estudiante en los 70, "cuando sacábamos los cuerpos de la piscina de formol como si lo sacáramos de una olla exprés. El músculo estaba cocido, blanco, y las emanaciones del formol nos hacían pasar toda la disección llorando". Recuerda perfectamente los cuatro cuerpos que flotaban en la piscina y con los que trabajaban porque le acompañaron durante su carrera y porque, de manera inevitable, tenían cada uno un nombre y un mote. Asegura que aprendió mucho de ellos, dice no sin cierta nostalgia.

"Los alumnos de ahora tienen un escrupuloso respeto por los cuerpos con los que trabajan. Esta carrera tiene una nota de corte de 8,5, por lo que aquí llega gente muy responsable, muy buenos estudiantes", explica Fernández Vivero, que reconoce que se han forjado leyendas que ya tienen poco que ver con la realidad. Entre esas leyendas se encuentra la del uso de cuerpos de mendigos fallecidos para prácticas anatómicas, algo muy lejano en el tiempo y que prohíbe lo que se llama la policía mortuoria. "Todo está ahora muy protocolizado". Tan protocolizado que algunos ingresos pueden causar más de un problema legal. No lo fue el caso del hombre que, enemistado con toda su familia, donó su cuerpo a la ciencia y fue trasladado a la Facultad tras su muerte. Los familiares, residentes en Madrid y enterados de la noticia, se personaron cuando los técnicos procedían a la fijación a través de la inyección de winkler en el interior del cuerpo. "Todos los familiares, quince o veinte, fueron desfilando por la sala de fijación para darle la despedida al finado y me explicaban que lamentaban el desencuentro familiar. Ahí me veías, con el cuerpo tapado, intentando finalizar la fijación y escuchando viejos problemas familiares".

La escasez genera una demanda. Es algo que trata de paliar la Asociación de Donantes de Cuerpos, que desde hace seis meses funciona en Valencia. Carlos Ruiz es su portavoz: "Hay un problema de coordinación y de medios en las universidades, pero, a poco que se haga una campaña de captación, aparecen donantes. En el poco tiempo que llevamos funcionando hemos alcanzado los diez donantes por día, con lo que esperamos tener un 'fondo' de 3.600 cuerpos al año, sabiendo que no todos van a servir". El perfil de los donantes varía. Se dividen entre los que lo hacen por altruismo y los que lo hacen "para ahorrarse los 3.000 euros que te puede costar un entierro".

Y no podía evitarse que esta demanda acabara en negocio. El profesor Gunther von Hagen abandonó sus clases de anatomía para hacerse con cuerpos, la mayoría de China, y aplicar una técnica de intercambio del agua corporal por siliciona. Son cuerpos plastinados, todo un invento para la docencia. Si un cuerpo con las técnicas actuales puede durar una media de diez años, la plastinación otorga la eternidad. Von Hagen emplea a 350 personas en su industria de cuerpos y organiza exposiciones. Bajo el nombre de Body Worlds, ha recibido 60.000 visitas en Sevilla, a diez euros la entrada. Comprar un cuerpo plastinado, que se puede, cuesta unos 58.000 euros.

La Facultad de Cádiz también trabaja en la plastinación de vísceras y Fernández Vivero supone que será el futuro, "pero siempre harán falta nuevos cuerpos, que los alumnos descubran nuestra anatomía en tres dimensiones. Es el único modo de enfrentarse a su profesión con un conocimiento directo de la materia con la que trabajarán".

En el libro de la periodista Mary Rocah Fiambres , editado por Global Rhythm, se describe con humor cómo es la vida de los cadáveres. Describe el Centro Médico de Tennessee, el más avanzado del mundo en el estudio de la descomposición. Cuando Roach llegó allí descubrió un prado poblado de gente tomando al sol. Le pareció un balneario, un paraíso. Solo al acercarse descubrió que se trataba de cadáveres, hinchados, destruyéndose al contacto con el aire... imprescindibles para conocer nuestros tejidos: "Es cierto que la vida está llena de cosas así, de pérdidas y secreciones y ropa empapada, de pus y mocos y baba y blenorrea . Somos biología. Nos lo recuerdan en el nacimiento y en la muerte. Pero entretanto hacemos lo que podemos para olvidarlo".

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