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Hubo un tiempo en que daba miedo atravesarla. Su nombre evocaba todo lo tenebroso que atraen las zonas portuarias, gente de mal vivir, lupanares, garitos frecuentados por tipos pendencieros, chulos de manual. Hubo un tiempo en que Plocia era una de las calles con peor reputación de Cádiz, por ello su transformación, su metamorfosis en ejemplo de vía urbanita, de bastión de la hostelería, merece estudiarse a fondo para poder exportarse a otros lugares de la ciudad.
Actualmente, podría decirse que Plocia -prácticamente- ha colgado el cartel de completo. De hecho sólo queda un local libre, el llamado bar Las Calesas, situado junto al restaurante El Aljibe. El resto está ocupado por establecimientos de hostelería de toda índole, salvo un bar de copas, curiosamente. Es, quizá, lo único que falta a la completa oferta de la calle Plocia en estos momentos, un lugar donde poder prolongar la sobremesa.
Pero la transformación no ha sido fácil. Ni siquiera el efecto del Palacio de Congresos y su ubicación en la antigua fábrica de tabacos fue inmediato. Aunque el Ayuntamiento de la época intentó dinamizar precisamente la calle atrayendo un foco importante, no fue hasta hace una década cuando algunos locales fueron tomando auge y empezó el efecto llamada.
Uno de los primeros, de los que ha vivido ese cambio desde el inicio, ha sido La Cepa Gallega. Allí, en su local, Félix Fernández Verdejo ha conseguido reunir a buena parte de la sociedad gaditana que tiene cosas que decir al calor de su magnífica bodega, su gran chacina, sus conservas de calidad y, sobre todo, de un trato muy cercano y cálido.
Junto a La Cepa, está el Atxuri, que ha cambiado de ubicación pero que sigue representando al restaurante de calidad que toda calle hostelera que se precie debe tener. En el Atxuri puede degustarse una buena cocina vasco-gaditana que sigue haciendo las delicias de todos.
Hace poco abrió en el lugar que ocupara el mítico bar Los Pabellones un establecimiento que también está haciéndose su hueco día a día, se trata de El Chicuco, que de la mañana a la noche oferta productos gourmets.
Plocia tiene un poco de todo, desde hamburgueserías como La Huella hasta italianos como La Bella Italia o Usodimare.
Garum, que ha ampliado su local anexionándose el de al lado, es un lugar muy recomendable de esta calle que la pasada semana vio como el restaurante Alamar completaba la oferta. Está situado en el lugar que ocupara el mítico bar Los Negritos, en la esquina del Callejón de los Negros, y su filosofía es la de trasladar un buen chiringuito playero, el Potito, al centro de la ciudad.
En frente está otro local emblemático que en poco tiempo se ha hecho con una clientela fiel: La Bodeguita de Plocia. En este local la relación calidad-precio es impecable.
Locales como El Patio de Plocia, la Tapería de Cortes, Casa Postas o el ya tradicional restaurante El Aljibe completan una oferta donde no falta ni una cervecería con aires alemanes, The Cabin, justo en frente de la estatua dedicada a La Perla de Cádiz, llegando ya al compás de Santo Domingo.
La calle vive un trasiego constante de la mañana a la noche. Desde la parada obligada en La Cepa para la tertulia de turno hasta la cena en el Atxuri. La oferta es variada y ahora sólo cabe plantearse por qué no exportar el modelo, con la peatonalización por bandera, a otros lugares de la ciudad. La pinturera calle La Palma, que en verano vive su eclosión gastronómica, también es un ejemplo de aprovechamiento, aunque en este caso el abanico de posibilidades no se le acerca a Plocia. Sus vecinos han tenido que acostumbrarse a un cambio que ha sido para bien y que incluso se expande a zonas cercanas, como Sopranis, donde, al cobijo de la vecina, se han instalado algunos de los mejores bares de la ciudad.
Ese es el camino, lo marcaron unos cuantos pioneros que apostaron hace años por Plocia y que han visto su esfuerzo recompensado. Nadie dijo que fuera fácil pero el tiempo ha dado la razón a quienes apostaron por su transformación.
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