La violencia de género se ceba con las más jóvenes

El machismo entre la juventud

Colectivos ciudadanos alertan sobre el incremento del machismo entre adolescentes. Las chicas sufren acoso psicológico y ataques físicos.

La violencia de género se ceba con las más jóvenes
José Antonio Hidalgo

06 de marzo 2016 - 06:00

Esa tarde había decidido quedarse en casa. Se puso cómoda y se sentó a ver la televisión, tal vez una película, tal vez su serie favorita, de la que no se pierde episodio alguno. Una llamada al móvil le sobresalta. Es él. Su novio. "¿Dónde estás? ¿Qué estás haciendo?". Ella le contesta que está en su casa, sola, viendo la televisión. La voz del chico se crispa. No se lo cree. Le pide, le exige que se lo demuestre. Le pide, le exige que con su móvil haga una captura de lo que está viendo por la tele. Ella, sumisa, asustada, lo hace. Se lo manda. Él, aparentemente, se tranquiliza. Ella, a su vez, suspira aliviada. Evitó la tormenta.

Ella y él existen. Ambos viven en Cádiz. Son apenas unos adolescentes. A quien viva ajeno a este mundo le podrá parecer exagerado, abusivo, este control del chico sobre la chica. Pero los hay peores. Como aquel que pidió, exigió, a su novia (hablaban por el móvil cuando ella estaba en el aseo) que tirase de la cisterna para comprobar que no mentía. No es una película, es la realidad. Es pura violencia de género entre adolescentes.

"Estamos en 2016 pero parece que hemos retrocedido al siglo pasado". Es una frase que se repite en todas las personas a las que ha entrevistado Diario de Cádiz para elaborar este reportaje. Todos coinciden en que, en materia de violencia de género entre adolescentes, vamos retrocediendo de forma dramática e imparable. Algunos intentan reducir esta evidente situación de alarma social afirmando que "avanzamos dos pasos y retrocedemos uno", como comenta Ángeles Sepúlveda, directora general de Violencia de Género del Instituto Andaluz de la Mujer. Pero más allá de este matiz puramente dialéctico hay una cuestión muy clara: metidos ya en pleno siglo XXI, con la sociedad de la información en plena ebullición, con los mayores niveles de formación jamás alcanzados por nuestro país, los jóvenes son cada vez más violentos cuando hablamos de las relaciones entre chico-chica.

Carmen Guijarro lleva muchos años, toda la vida, intentando sacar del pozo a las jóvenes adolescentes gaditanas que se ven atrapadas, muchas, casi todas, sin saberlo, en una relación que les daña como persona, que les daña psicológicamente, que les daña físicamente.

Carmen está al frente de la Asociación Encuentros de Familia. Habla con Diario de Cádiz en un pequeño despacho que hace las veces de biblioteca en el Centro de Promoción Ciudadana de El Puntal. No tiene sede propia y mientras conversamos entran varios menores en un fallido intento por buscar algún libro.

Es un torbellino hablando, ejemplo de su implicación en este tema. Tras su charla afrontamos que la realidad es extremadamente grave y con una solución, hoy, complicada.

"En todos estos años hemos avanzado en igualdad, pero los jóvenes han ido para atrás. Cada vez son más los chicos que desde los 13 o 14 años de edad tienen ya órdenes de alejamiento. Son muchos los chicos que controlan todos los movimientos de su pareja. Y para ellas, el amor está idealizado y piensan que es un coladero en el que todo vale asumiendo que si él tiene celos es "porque me quiere", denuncia Guijarro.

No hay estadísticas claras sobre este tipo de violencia. Más allá de las pocas que acaban en Comisaría, quienes trabajan en asociaciones destacan que el porcentaje oculto es muy alto, especialmente en lo que se refiere a la violencia psicológica, a la vez que va en aumento la física.

"Muchas jóvenes no son capaces de visualizar esta situación de riesgo y asumir que los ataques psicológicos también son violencia. Es cuando acuden a los talleres de formación que se organizan cuando se dan cuenta de su verdadera situación". La situación supera el ámbito de la víctima y se convierte ya, por su calado, en un problema de toda la sociedad, como constata Carmen Guijarro a quien le pregunto cómo una sociedad donde hay un mayor grado de educación y donde hay más comunicación se está produciendo este retroceso en los derechos de la mujer.

"Parece imposible que la adolescencia del siglo XXI estén así. Es un colectivo que tiene mucha información, sí, pero poca formación. Ya estamos viendo problemas desde los trece años, cuando empiezan la relación e incluso con malos tratos", responde Guijarro con un análisis que coincide con lo que se relata desde el IES San Severiano, uno de los centros educativos de Cádiz más implicados en esta lucha y que cuenta con un Departamento de Orientación y un Plan de Igualdad que lleva trabajando en estos temas desde hace más de una década.

"Hemos visto una evolución en negativo en los últimos años. Hemos pasado de una generación que ha luchado por la igualdad a otra, los últimos seis o siete años, en la que ven con normalidad la dominación sobre ellas del novio", comenta el equipo del IES San Severiano con el que conversa este diario.

A ello se le suma la lacra que para las parejas suponen las redes sociales, que han cambiado las relaciones personales de forma muy sustancial.

"Con las nuevas tecnologías el control que se produce es total. Es horrible. Con ellas se ha destapado un control absoluto. Con los móviles el joven puede saber dónde está su chica y le exige información continua de lo que está haciendo". Y ellas lo aceptan, "aunque tengas un nivel académico maravilloso, porque el sentimental puede estar por los suelos". "Las redes sociales se han convertido en el Gran Hermano, que todo lo controla. No hacen nada bueno ni el individualismo que acompaña a su uso", se alerta desde el centro académico.

El cine y la televisión también son caldo de cultivo para esta violencia. Como ejemplo pone Carmen Guijarro películas como 50 sombras de Grey "donde se traslada el mensaje de que una mujer sumisa puede dominar al machote".

En los talleres que se organizan desde la Asociación Encuentros en Familia se les pregunta a las jóvenes si consideran que existe la figura del Príncipe Azul. Ellas, en su gran mayoría, responden que no. Es la respuesta correcta si no fuera porque después describen cuál es su pareja perfecta, pareja que responde a un retrato radicalmente machista, buscando a un chico "que me proteja". Ellas tienen el amor idealizado y piensan que es un coladero en el que todo vale y que si su chico no tiene celos es que no me quiere". Y en el otro lado, la valoración de la pareja ideal para los jóvenes: "Ellos lo que quieren es que tengan buenas tetas y un buen culo. Dicen que rechazan la violencia, pero sólo de palabra". Se llegan a producir casos de chicas que se enfrentan a la policía cuando ésta intenta detener a un novio acusado de malos tratos.

Tras la violencia psicológica y la física, se llega también a la violencia sexual que ha acabado en más de una ocasión con el embarazo de mujeres que apenas acaban de entrar en la adolescencia y con los padres mirando hacia otro lado. "Se llegan a producir situaciones en el que el chico no quiere ponerse el preservativo y la chica lo acepta, provocando el embarazo", se constata desde San Severiano.

Junto a ello, la familia. "Cuando a una chica le falta el pilar emocional en la familia, busca esa relación fuera. Llegan con la autoestima vacía y caen en las redes de la primera persona que le dice 'te quiero'. Muchos de estos jóvenes no tienen por qué ser hijos maltratados; basta con una vida llena de gritos y, sobre todo, una postura machista en la familia".

Desde San Severiano se hace un análisis de la familia aún más severo al constatar que "la generación de padres y madres de estos chicos ha sido muy permisiva, porque lo que es la educación en el centro sigue siendo igual en cuanto a los valores y la igualdad. Sin embargo, padres y madres les han consentido todo y no han sabido gestionar los valores sociales". Ponen como ejemplo cómo hay madres que siempre se ponen del lado de los hijos cuando se les recrimina su mala conducta o padres que frente a la igualdad consideran que la existencia de tantas mujeres al frente del centro educativo supone quitar puestos de trabajos al hombre.

"Detrás de una chica permisiva hay, en la mayor parte de las ocasiones, una familia desestructurada y para ellas esta conducta, aunque las daña, es una forma de escape y de llamar la atención". La crisis económica ha sido, además, brutal en cuanto a la persistencia de este problema. El IES San Severiano cuenta con más de 700 alumnos, siendo así uno de los principales centros de la ciudad. Tiene un alumnado muy heterogéneo que va desde la Secundaria y el Bachillerato hasta los ciclos formativos, donde se traslada la vieja imagen del aprendizaje por sexo pues en estudios técnicos la gran mayoría son hombres y en otros como peluquería se cuentan con los dedos de una mano los chicos que lo cursan, frente a una mayoría de mujeres. Una diferenciación que, cuentan, se nota también en el uso de un lenguaje claramente sexista: todo lo guay es masculino y todo lo chungo, femenino.

El hundimiento de la economía, con el desmesurado crecimiento del desempleo y la caída de la clase media, ha acabado por trasladar en los abuelos la carga del mantenimiento de muchas familias, donde se crea un ambiente de enfrentamiento entre sus miembros renaciendo el fondo machista de los hombres. Se produce también un drástico recorte en todo lo que sea cultura.

Con todos estos mimbres, Carmen Guijarro constata que es difícil sacar estos casos del interior de cada persona, aunque sus años de experiencia le han permitido descubrir en los gestos de quien tiene enfrente los rasgos de una joven que sufre violencia de género psicológica. Porque la violencia física resulta más evidente.

"En los talleres funciona mucho la empatía. Es difícil que ellas verbalicen y más en esas edades en los que los insultos y el menosprecio por parte de sus parejas lo tienen normalizado". Cuando finalmente todo sale a la luz y comienza una terapia, la recuperación es muy complicada y más a medida que la afectada cumple años. El diálogo entre ellas es siempre un paso importante pues descubren que sus problemas son también las de otros y que la normalidad no es tal.

Con las redes sociales en su contra, con la familia en muchas ocasiones escasamente implicada, a estas asociaciones privadas les queda el apoyo de las administraciones. O por lo menos, les debería de quedar, pues con todas las que este periódico ha contactado evidencian el limitado de este apoyo, en medios y en dinero. "Sí hay programas impulsados por la administración, pero no tienen continuidad. No vale con dar un taller de unos días y largarte. Es esencial una programación continuada, porque si estas niñas se nos acercan y al final te cuentan los problemas es por el tiempo que empleamos. Nosotros mismos no tenemos subvención desde 2014", comenta Carmen Guijarro. La misma denuncia traslada el IES San Severiano. "Necesitamos que las administraciones ayuden a estas asociaciones. Nosotros, desde hace cerca de una década contamos con los talleres que gestiona Carmen Guijarro, en los que se forman a mediadores. También pusimos en marcha un plan director con la participación de la Policía y con especial atención sobre el acoso a través de las redes sociales, así como talleres de sexualidad, donde se toca mucho la prevención de la violencia de género desde principio de la relación. Pero no se cuenta con todos los medios y tememos que la situación empeore. Márgenes y Vínculos ya está en la calle. Trabajan de forma voluntaria pero muy en precario y así no se puede seguir".

"Ahora se lleva de moda el modelo del chico malote, fuerte. Estamos en una clara marcha atrás porque las denuncian que se presentan son apenas la punta del iceberg", concluye Juan Jesús Cardoso, de Márgenes y Vínculos.

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