Zona Franca duplica su tarea por Cádiz: al motor económico se le une ahora el motor social
El polígono exterior se baraja ya como suelo con industrias limpias junto a viviendas y comercios
Desde la crisis industrial de los años 70 este terreno no ha levantado cabeza
El Ayuntamiento quiere viviendas, comercio e industria limpia en el polígono exterior
La hoja de ruta de la Zona Franca de Cádiz siempre ha estado muy clara desde que se constituyó hace casi un siglo: jugar un papel esencial en el desarrollo económico e industrial de todo su entorno.
Tantos años pasados ya desde su nacimiento han dado para mucho. Y también para demasiados bandazos y unos cuantos escándalos. Ha sido como una montaña rusa, con etapas al alza y otras con caídas vertiginosas.
Tiempo más que suficiente para vivir diversos modelos de desarrollo y gestión, desde el mero contenedor de todo tipo de industrias en sus primeras décadas, al apoyo de la gestión de la propia ciudad afrontando proyectos inmobiliarios alejados de su adn.
Mientras que el polígono fiscal se ha ido asentando, casi con el cartel de completo a la espera de completar los usos en los antiguos suelos de Altadis, y mientras que la propia Zona Franca ha cruzado la Bahía afianzándose como referente económico en numerosos puntos de la provincia, con especial fuerza en el Campo de Gibraltar, ahora tiene por delante solventar de forma definitiva un problema ya eterno: los usos del polígono exterior.
El gobierno municipal de Bruno García ya ha dejado claro, como ha adelantado este diario, que su plan para el polígono exterior es repetir el diseño previsto en el solar y entorno de Navalips: 800 viviendas de renta libre y pública, comercios e industrias limpias y espacio abierto con jardines.
Teniendo en cuenta que todo ello tendrá que hacerse en coordinación con la Zona Franca, cuyo Consorcio preside el propio alcalde de Cádiz (cabe no olvidar que la Zona llegó a la ciudad tras las gestiones realizadas en los años 20 del pasado siglo por el entonces alcalde Ramón de Carranza), queda por poner sobre la mesa cuál será el mapa definitivo del polígono exterior.
Un mapa que, ciertamente, no será sencillo de pintar pues la propiedad de estos 500.000 metros cuadrados de terreno está muy atomizada, en su inmensa mayoría en manos privada.
En todo caso, juguemos con la hipótesis de que saldrá adelante esta apuesta municipal que, a priori, parece la más lógica de ejecutar.
La caída tras la crisis industrial de los años 70 en la Bahía
La reforma integral del polígono exterior está pendiente desde que en los años 70 la crisis de la industria naval de la Bahía se llevó a buena parte de las pequeñas y medianas empresas que, ubicadas en este terreno, servían de apoyo al astillero.
Desde entonces no se ha levantado cabeza, creando un espacio muy degradado en todos los aspectos, con naves muchas ya obsoletas y con una generación de emplo y negocio muy limitado.
Todos los planes que se han ido diseñando en las últimas décadas han fracaso. Lo intentado por Teófila Martínez (alcaldesa) y José de Mier (delegado del Estado) en los primeros años de este siglo fue lo que más avanzó. Se creo una sociedad conjunta que elaboró el primer y hasta ahora único censo de lo existente en el polígono.
La buena voluntad de los dos políticos, de partidos diferentes pero pensando en el bien común que hoy no da envidia, no sirvió para avanzar en esta operación. Por el camino quedó también el anuncio de la creación de cinco mil puestos de trabajo sy de inversiones millonarias realizada en 2011 por el entonces ministro de Hacienda Cristóbal Montoro. Como buena promesa política, todo quedó en el aire.
Los dolores de cabeza, y de bolsillo, provocados por las gestiones en Rilco y en Quality Food, mermaron la capacidad de acción del Consorcio durante años.
Reordenadas las cuentas, el equipo del actual delegado del Estado, Fran González, ha retornado al adn original de la Zona Franca: desarrollo económico, ya en clave provincial. Y, sobre todo, su apuesta por la economía azul, con la Zona Base aún en gestación y con un apoyo decidido a los nuevos emprendedores.
Este proyecto, que crece en suelo en conexión directa con equipamientos de futuro (como una residencia universitaria y un centro hotelero), para lo que el Consorcio ha invertido 6 millones de euros en obtener suelo que estaba en manos privadas (recordemos: la atomización de la propiedad el polígono), afianza el motor económico que la ciudad necesita, en complemento con el muelle, la factoría naval, el comercio y la hostelería.
Afianzado este papel, le toca a la Zona Franca meterse de lleno en una segunda tarea de apoyo a la ciudad donde nació. Un papel con un evidente carácter social.
La definitiva transformación del anticuado polígono exterior en un gran espacio urbano con cientos (o miles, según se ajusten las cuentas) de viviendas, con comercios que dinamicen el nuevo barrio y con industrias limpias totalmente compatibles con los bloques residenciales (al estilo de Navalips), dignificará un terreno hoy degradado.
Una operación de futuro (a ser posible, a corto plazo por aquello del tiempo ya perdido), que supondrá un beneficio económico y social para toda la ciudad.
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