Aprender de la derrota

Cádiz CF

El varapalo sufrido frente al Osasuna duele más por la forma que por el fondo

No hay motivo para encender la luz de alarma pero sí supone un toque de atención

Cervera se desgañita desde la banda para dar instrucciones a sus jugadores en El Sadar.

Cádiz/Las vacaciones del periodo navideño fueron cortas pero suficientes para provocar un desajuste en la maquinaria de un Cádiz que empezó el año 2019 con un varapalo en su visita a Pamplona. Perder en el terreno del mejor local de la categoría de plata e indiscutible candidato al ascenso a Primera División entra dentro de los parámetros de la lógica.

No hay motivo para la activación de la luz de emergencia porque sólo se trata de un partido ante un adversario poderoso en su feudo, pero tampoco conviene restarle todo el jugo de la relevancia. El Cádiz cayó no sólo por el potencial del contendiente, lo hizo llevado también por su inoperancia, contagiado del frío y con ideas congeladas.

El análisis que conlleva toda derrota ofrece el consuelo de la conclusión de que no es del todo negativo un tropezón en determinados momentos del curso si se convierte en una herramienta útil para mejorar en el futuro, y en este caso supone un aviso de la inaplazable necesidad que tiene el Cádiz de rearmarse como equipo si no quiere ser cautivo de la irregularidad.

Si el Cádiz deja de funcionar como un bloque, sus opciones de puntuar se difuminan ante cualquier rival, y más si el que está enfrente atesora argumentos de sobra, como sucedió el pasado domingo en territorio navarro.

El cuerpo técnico y los jugadores son los primeros que lo saben y no eludieron la autocrítica tras el definitivo pitido del colegiado. Tienen por delante una dura semana de trabajo para corregir errores antes de recibir al líder, el Granada, en la que será una exigente prueba que servirá para clausurar la primera vuelta de un campeonato marcado un campaña más por el imperio de la igualdad. El 0-3 que el Reus –al borde del abismo- se llevó de La Rosaleda lo resume todo.

En el revés sufrido en El Sadar pesó más la forma que el fondo. El conjunto amarillo extravió la maleta que contenía sus señas de identidad y, al contrario de cómo suele emplearse sobre el césped, dio todo tipo de facilidades a un Osasuna que generó un sinfín de ocasiones en un partido alocado de principio a fin. Sólo la falta de acierto de los atacantes locales evitó lo que pudo haber sido una goleada, la derrota más abultada desde el aterrizaje de Cervera en el banquillo.

Pocas veces un equipo le ha creado tantas oportunidades a un Cádiz como el conjunto navarro. A la habilidad de los anfitriones se unieron los espacios que concedieron los gaditanos, desconocidos y arrastrados por una inusual falta de eficacia de un sistema defensivo que saltó por los aires. Los zagueros se sintieron inseguros, quizás porque se vieron desprotegidos. Las ayudas llegaron tarde, el contrario enlazó pases sin respuesta del otro lado y se repitió una y otra vez la escena de un jugador rojillo delante de Alberto Cifuentes.

No hay peor síntoma para el Cádiz que un encuentro sin el más mínimo control de la situación –más allá de la posesión del balón-, en el que el oponente pise al área con tanta facilidad. La escuadra entrenada por Álvaro Cervera no mostró ni un ápice de la solidez con la que acostumbra a desenvolverse de un tiempo a esta parte. Se pareció más equipo empantanado en la pésima racha de nueve compromisos sin vencer de los albores de la temporada que al que caminaba con paso firme con una cuenta de ocho triunfos –seis de ellos seguidos- y una derrota. En el duelo que perdió en Málaga al menos sí mostró su lado más competitivo.

La alarma continúa apagada. El Cádiz no es Superman ni figura entre los favoritos –antes están el Granada, Deportivo de La Coruña, Málaga, Osasuna…-. Sólo es un toque de atención que no emborrona la buena marcha global de un equipo que sigue metido arriba en la pelea con los más fuertes. Séptimo clasificado a dos puntos del sexto.

El Cádiz recibió más de un gol en un encuentro casi tres meses después de la última vez. Había cerrado la portería con solvencia –sólo cinco goles en contra en los últimos 11 envites–. En Pamplona se reprodujo la secuencia vivida en Almendralejo, cuando los amarillos ganaban 0-1 al Extremadura hasta que el cuadro azulgrana remontó en apenas tres minutos en un abrir y cerrar de ojos.

En El Sadar tampoco fue capaz de conservar la renta, ni siquiera un empate que hubiese sido valioso. El Osasuna tardó un cuarto de hora en dar la vuelta al marcador, una señal de la inhabitual debilidad de un conjunto amarillo llamado a reconstruir sin demora el muro de la fiabilidad.

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