Cádiz CF-Real Madrid: El partido del runrún

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El Nuevo Mirandilla se olvida ante el Real Madrid de las grandes tardes en las que la grada rugía cuando llegaban los todopoderosos

Rodrygo destroza a un combativo Cádiz CF (0-3)

Un mosaico amarillo y azul recibe a Cádiz CF y Real Madrid en el Nuevo Mirandilla. / Jesús Marín

Hay partidos en los que parece que el resultado está escrito a partir de la actitud, tanto la que se ve en el campo como en la grada. Con los brazos caídos y con la desesperanza de saber lo que dicta la lógica, es muy complicado llegar hasta la victoria. Corazón encogido y miradas constantes al reloj para que los 90 minutos pasen los antes posible con el menor daño posible.

Aunque es cierto que la trayectoria reciente del Cádiz CF no invitaba al optimismo, la tarde de este domingo, con la visita del Real Madrid, debía haber sido una de esas en las que el Nuevo Mirandilla aprieta de principio a fin sin dejarse nada guardado. Con el estadio a reventar, al final la dinámica del equipo contagió desde muy pronto a la grada, contemplativa en demasiados minutos excepto cuando se despertaba de su letargo con las ocasiones que tuvo el conjunto amarillo. Todo esto a pesar de los continuos intentos de Brigadas Amarillas de insuflar ánimos a los suyos y contagiar al resto.

Fue el partido del runrún constante. Un murmullo casi continuo, sobre todo en los momentos en los que la posesión se alargaba en manos de los merengues y el balón pasaba por los Rodrygo (que parecía lesionado, pero no), Bellingham y compañía.

Fue el partido de mirar hacia los lados para ver a los madridistas camuflados. Al menos en Tribuna, en donde se notó hacia qué bando se había destinado el taquillaje. Ya saben, hay que ser pudiente para poder ir a un partido de estas características, por lo que las entradas caen del lado del más poderoso. Es decir, el Real Madrid, sobre todo en una ciudad en la que el dinero escasea. Aunque las quejas del club son constantes, un mayor aforo solo serviría para que en partidos como este los más pudientes puedan acudir para teñirlo de blanco.

Y fue el partido de la globalización -esa que hace que una niña con la camiseta del Real Madrid cante el 'Me han dicho que el amarillo'-, los focos, de las luces, de la música atronadora, de los ojos de medio mundo mirando hacia Cádiz pero solo para ponerle la alfombra roja a las estrellas, como se hizo con Modric al salir del terreno de juego.

No fue el partido del alma y la identidad, esas que te diferencian de los todopoderosos para recordarles que no todo es producto del marketing y la globalidad, que a pesar de ser pequeños, su fuerza y su dignidad son inmensamente mayores. Un mosaico amarillo y azul, un atronador 'Me han dicho que el amarillo' y algunos momentos en los que la grada sí consiguió activarse, sobre todo en la segunda parte, pero poco más.

Una identidad, la gaditana, que sí se vio reflejada en el bonito homenaje que la grada le rindió a Miguel Ángel Resuelo Willy, gaditano, cadista y carnavalero que en vida fue un ejemplo de integración a pesar de su discapacidad. Un minuto de aplausos en el 17' para demostrar que, al menos, los gaditanos no se olvidan de los suyos.

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