Subidón (2-0)

LaLiga 1|2|3 | Cádiz CF-Real Zaragoza

El equipo amarillo doblega a un rival directo en un gran partido y escala de la octava a la cuarta posición

Barral celebra el primer tanto frente al Zaragoza. / Fito Carreto
Jesús Jaques Nuche

15 de mayo 2018 - 09:05

Cádiz/Al fin ganó. Con toda justicia. El Cádiz dio un paso de gigante en su carrera hacia la fase de ascenso con una merecida victoria sobre el Zaragoza, al que se mostró muy superior de principio a fin con una gran actuación coral. Fue un triunfo de equipo equipo que pone las cosas en su sitio. El conjunto amarillo pasó el fin de semana fuera de lo puestos de play-off pero acaba la 39ª jornada en una cuarta posición que es toda una bendición. Regresa a la senda de la victoria en el momento más oportuno, ante un rival directo al que redujo a cenizas, y respira después de una sequía de siete partidos sin ganar. Con tres puntos de oro refuerza su candidatura para sacar el billete que conduce a las eliminatorias.

Álvaro Cervera desplegó un once de vocación atacante, quizás el más ofensivo de la temporada, Había mucho en juego. Ubicó a David Barral y Álvaro García -recuperado- en las bandas, le dio la titularidad a Alberto Perea, en tres cuartos, y José Ángel Carrillo se movió en punta. No tardó en dar frutos esa apuesta en un arranque de vértigo, como si no hubiese un mañana. En el minuto 6, cuando todavía había gente llegando al estadio, el utrerano se coló por la izquierda y sirvió un pase envenenado al corazón del área que el isleño aprovechó como en sus mejores tiempos. Controló el balón, se dio media vuelta y soltó un disparo cruzado a media altura que dejó sin respuesta a Cristian Álvarez.

El tempranero 1-0 elevó la temperatura de los locales y congeló la de los visitantes. El Cádiz se desmelenó hasta tal extremo que acorraló a un adversario herido y lo hizo de la manera más inesperada: con un trato exquisito del balón, con acierto en los pases y frecuentes aproximaciones a la portería contraria que derivaron en múltiples saque de esquina. Trató de aprovechar la corriente positiva para hacer el segundo y poner de tierra de por medio, con Barral inspirado, fino con el cuero y fresco en el aspecto físico.

La vida sonreía a un Cádiz que con el paso del tiempo ralentizó sus acometidas arriba y se arremangó para afanarse en tareas de destrucción. Es lo que tocaba cuando los maños dieron un paso adelante pero sin llegar a meter miedo hasta que en el minuto 40 despertó Borja Iglesias para enviar al poste un misil en una acción invalidada por fuera de juego pero convertida en un aviso del peligro de uno de los máximos artilleros de la categoría.

Los amarillos tejieron su habitual telaraña con la que apenas concedieron espacios. Alberto Cifuentes apenas tuvo que intervenir más allá de un par de centros inofensivos y un tiro de Toquero en los compases iniciales. Los de casa lograron lo que les conviene cuando van por delante: que no pase nada. Y nada pasó hasta el intermedio, que llegó con una mínima renta para los de Cervera que dejaba las espadas en todo lo alto. El Cádiz se fue al descanso con una justa ventaja pero le quedaba la misión más difícil en los 45 minutos definitivos, que no era otra que retener esa cuarta posición tan golosa.

Los amarillos con energía en la reanudación, con una de las clásicas internadas dd Álvaro García que culminó con un centro al primer palo que Carrillo no pudo rematar molestado por un zaguero.

La batalla volvió a librarse en el centro del campo, con Garrido y Álex Fernández en modo pegamento, sin dejar maniobrar a sus pares, aunque los visitantes casi empataron en el minuto. Javi Ros, en el 48, soltó un zapatazo lejano bien dirigido, cerca de la escuadra, que Cifuentes desvió con una mano.

Los locales contuvieron con seguridad a un Zaragoza sin ideas pero la renta era demasiado corta. El técnico visitante, Natxo González, quiso dar frescura con Buff y Guti mientras Rober Correa se tuvo que ir lesionado mediada la segunda mitad, quizás por una entrada que habría de Borja Iglesias justo antes del descanso. Servando se hizo cargo del lateral derecho y Kecojevic salió desde el banquillo para colocarse en el centro de la zaga. Eran los minutos claves de un partido que quedaba resuelto en una cadena de acciones. En el 65. el árbitro expulsó a Delmás, que vio la segunda cartulina con todo merecimiento por una dura entrada sobre Álvaro García. Los maños se quedaron sin su lateral derecho, lugar que ocupó Zapater, y los de casa encontraron una mina. Por ahí dieron la puntilla. Otra vez por la izquierda. En el 67, Alberto Perea, exhausto, hizo su último servicio antes de marcharse renqueante con un fantástico pase en profundidad al utrerano, que aceleró en los últimos metros para plantarse solo delante de la portería y marcar con un zapatazo raso que cruzó las piernas de Cristian Álvarez. 2-0 con un jugador más y poco más de 20 minutos por delante.

Los amarillos supieron jugar cartas ante un Zaragoza anulado por el eficaz entramado defensivo de los anfitriones.

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