Cádiz CF-Valencia | Ambiente de gala a la hora de la verdad

El ambiente

El Nuevo Mirandilla se entrega a los suyos para conseguir la victoria ante el Valencia

El Cádiz CF se agarra a Primera con un triunfo de gran valor sobre el Valencia (2-1)

La afición recibe el autobús del Cádiz CF.
La afición recibe el autobús del Cádiz CF. / Lourdes De Vicente

Cádiz/El fútbol es un mundo en el que imperan los tópicos. Pero si existen es porque se cumplen. El de este domingo era un partido a vida o muerte para el Cádiz CF. Los últimos resultados obligaban a una reacción necesaria de todos para dar un paso importante hacia la permanencia en LaLiga Santander. Porque si por un lugar pasa la salvación es por el Nuevo Mirandilla, tanto por calendario como por la dinámica a lo largo de la temporada.

Sin embargo, el fortín inexpugnable había dejado de serlo en los últimos tres partidos con tres derrotas consecutivas. Por eso, era el momento de que el típico tópico del jugador número 12 volviera a activarse. Y la afición, siempre entregada a los suyos pero algo timorata últimamente debido a los resultados y las sensaciones, volvió a resurgir para alentar al equipo amarillo en un momento en el que las fuerzas pueden empezar a flaquear.

Con un horario propicio para que en China se enganchen al amarillo, la copa de la previa se cambió por el café y la tostada, aunque estas también sirven para entonarse. Esto para algunos, porque otros no perdonan la cerveza del mediodía.

Y con esas, desde días antes el Cádiz CF se había encargado de intentar encender el ambiente convocando a la hinchada a un recibimiento que, precisamente, no es sinónimo de buena suerte para los intereses cadistas. Aun así, la afición no volvió a fallar esperando a los suyos en el acceso al Estadio por Fondo Norte. Con el autobús amarillo haciéndose un hueco lentamente entre el público, llegó al coliseo gaditano entre el colorido y los cánticos. Imágenes que no se borran de la memoria fácilmente, siempre que vengan acompañadas de una victoria, como así fue al final.

La otra parte de la ambientación previa del encuentro, además del cartel de "no hay billetes" colocado en las taquillas, estaba en el interior del Nuevo Mirandilla con los aplaudidores repartidos a los 18.650 espectadores que asistieron al encuentro. Un elemento más para hacer ruido, aunque no indispensable porque las ganas aparecen solas cuando se necesitan.

Con estas alforjas, solo hacía falta cantar y gritar hasta que no quedaran fuerzas. La ambientación fue la de las grandes citas, esas que en Primera pasan siempre por la salvación. Auténtica locura amarilla tanto a la salida de los jugadores al campo, con traca y gran lluvia de papelillos para dar ruido y color, como a lo largo de los 90 minutos, con una grada totalmente entregada siguiendo el ritmo marcado por Brigadas Amarillas. Porque muchachos, este año nos volvimos a ilusionar para ver al Cádiz en Primera... y con eso solo puede llegar la victoria.

La tensión del césped también se llegó a trasladar en algún momento a la grada con algún cántico desagradable y la aparición de la carga gaditana (que siempre supera a la pena) pidiéndole a Peter Lim que se quede en el Valencia.

El éxtasis estalló con el tanto de Gonzalo Escalante. Una jugada de saque de banda de Luis Hernández con la que el Cádiz sigue sorprendiendo y que sirvió para que la grada soltara toda la rabia contenida en las últimas semanas. Un acicate para seguir llevando al equipo en volandas, presionando al rival en cada pelota y alentando a los suyos para no desfallecer.

Los restos de la batalla ambiental se vieron en el descanso, cuando varios operarios del club tuvieron que usar sopladores para retirar todos los papelillos que quedaban sobre el césped, especialmente en la banda de Preferencia.

Y tras el descanso, volvió a llegar el éxtasis con el tanto de Sergi Guardiola a los 48 segundos de la reanudación. Pero el fútbol es un juego en el que todo puede cambiar a causa de una acción, como la desgraciada de Conan Ledesma, que regaló un gol al Valencia cuando todo parecía controlado. Y ahí fue el momento de la afición, que se hizo notar cuando más se necesitó. Porque la tensión se palpaba en el ambiente por lo que estaba en juego. Una segunda parte no apta para corazones débiles.

Y el corazón resistió gracias a una hinchada enorme, que estuvo muy por encima de las constantes adversidades.

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