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LaLiga Santander
Cádiz/La vuelta de la competición al Nuevo Mirandilla se esperaba con las ganas provocadas por el mínimo hilo de esperanza generado por la victoria in extremis en Valladolid antes del parón de selecciones. Y es que ir a ver al Cádiz CF en casa se estaba convirtiendo en una sensación mucho peor que la de ir a visitar al dentista. Tres derrotas, cero goles a favor y nueve en contra en un inicio liguero nefasto como local hacen perder la paciencia hasta al más optimista de los cadistas. Al menos, aunque se sigue sin cantar gol, los amarillos se llevaron el primer bocado dulce de la temporada -la hora del final del encuentro ya invitaba al café y el pastel- al sumar el primer punto como anfitrión ante el Villarreal.
En el peor horario posible -ya saben, manda Tebas y en China estaban como locos por ver las andanzas de los de Sergio González, aunque mucho peor es jugar un lunes-, el partido contra el Villarreal se vivía en los prolegómenos con la calma tensa propia de lo que se había conseguido anteriormente y el mal recuerdo del partido ante el FC Barcelona, aunque afortunadamente el aficionado amarillo que sufrió una parada cardiorrespiratoria se encuentra en su hogar recuperándose satisfactoriamente.
Con estos ingredientes, sumados a los del bocata del descanso, la previa del partido era más de aperitivo y de buscar las viandas para hacer algo más llevadero el sufrimiento que de copa. A pesar de todo, la grada volvió a responder.
Esa calma tensa se pudo comprobar al inicio del encuentro. La última victoria apaciguaba algo los ánimos de inicio, por lo que las miradas, de momento, se alejaban del palco. Fuera de él, se hizo notar la presencia de Quique Pina en la grada de Tribuna, recientemente absuelto de la Operación Líbero, la que sirvió como principio del fin de su poder dentro de la directiva cadista. Una asistencia que, aunque ya ha estado en anteriores ocasiones desde que fue cesado de la parcela deportiva por sus problemas judiciales, servía a modo de advertencia a Manuel Vizcaíno, presidente del club y su antagonista dentro de una lucha con camino incierto a partir de los designios de Locos por el Balón.
Tras el suceso en las gradas en el partido contra el FC Barcelona, esta vez sí que estuvo una ambulancia, como normalmente era habitual, en la puerta de servicio del Fondo Sur. No hizo falta utilizarla, aunque su presencia estaba más que justificada ante los continuos errores infantiles de la zaga amarilla en la primera mitad. Sustos que no llegaron a materializarse, pero que hicieron sufrir a más de un débil corazón amarillo.
Entre algún runrún y los murmullos propios del miedo, con muy poco la grada se venía arriba. Con un par de arreones, todo se olvida, a pesar de que los de Sergio González generaban poco en ataque.
Pero solo hace falta una chispa para que la hinchada se encienda, la tome con el rival y lleve en volandas a los suyos. Pasada la media hora de partido, un rifirrafe entre Rubén Alcaraz y Raúl Albiol que acabó con amarilla para el cadista y una tibia tangana en el centro del campo -de la que también salió perjudicado Rulli con una amonestación- sirvió para que toda la grada la emprendiera con el jugador visitante y con toda su defensa. Al menos, el dinero ahorrado en el fichaje del delantero top servirá para pagar las multas que presumiblemente le pondrá la Comisión Antiviolencia al Cádiz CF por los constantes gritos de "iiiiiiiiiii ¡Cabrón!" de la grada a cada pase de la zaga castellonense.
Con estos elementos, el partido se fue al descanso. El bocadillo y el refresco sirvieron para que la visceralidad a la gaditana contra la defensa del Villarreal se serenara y se mirara a la segunda mitad con los ojos que el 0-0 te permite frente a un rival que juega con unos objetivos mucho más ambiciosos en la competición liguera. Los 15.516 espectadores que acudieron a las gradas del Nuevo Mirandilla pasaron del sosiego del arranque tras el descanso a la euforia de empezar a creerse, tras los cambios, que el Cádiz CF le podía meter mano al equipo de Unai Emery.
Sin embargo, a pesar de los nervios finales tras la oportuna expulsión de Iza Carcelén para desbaratar un mano a mano de Danjuma, la comunión entre equipo y afición volvieron al sumar un punto que sabe más dulce que nunca.
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