El Cádiz CF y el fracaso del antifútbol
El equipo amarillo va camino de Segunda arrastrado por el miedo a perder y su nula capacidad en ataque
Cádiz/El Cádiz CF desanda el camino que le llevó hasta Primera División y toma sin freno la dirección hacia Segunda salvo un giro radical de manera inmediata. Transcurrido el ecuador de la temporada, no emite una sola señal que invite a pensar en la permanencia y únicamente el amplio calendario restante (18 encuentros por disputar) mantiene viva la esperanza.
Pero el deseo de quedarse en la élite se estrella una y otra vez contra el rocoso muro de la dura realidad. Ahora mismo es carne de Segunda. El equipo hace aguas por todos lados en el plano colectivo e individual. Ocupa la penúltima posición con sólo 14 puntos de los 60 disputados.
Pasan las semanas y el catálogo de excusas empieza a agotarse. No hay la más mínima reacción, no hay capacidad para activar un plan B que con el tiempo se demuestra que no existe. Después del sistema defensivo no hay nada. Ir por debajo en el marcador es una condena. Fuera de casa, cada vez que empieza perdiendo la derrota es segura.
El Cádiz CF está pagando una factura muy cara por su persistente racanería futbolística que le da para alguna alegría puntual forjadora de falsas expectativas. De qué le vale empatar en el Santiago Bernabéu, más allá del espejismo disfrazado de euforia, si a la hora de la verdad, contra los rivales directos, no gana un solo partido.
La reciente cita en El Sadar (2-0 ante el Osasuna) es el último ejemplo. Juega a no jugar y no dejar a jugar al contrario, pero en la máxima categoría, a la que pretende agarrarse huyendo de la pelota, siempre aparece un rival que te la acaba enchufando. A diferencia del Cádiz CF, los demás sí juegan. Porque los equipos atesoran aunque sea un poco de calidad que en los amarillos cuesta ver.
No es casualidad que haya sido precisamente el Cádiz CF la víctima del final de la racha negativa de diez duelos consecutivos sin ganar que llevaba el Osasuna. El equipo amarillo es, a día de hoy, el menos fiable del campeonato y los demás lo saben. Un gol y se acaba la historia.
El conjunto de Álvaro Cervera es como un perro ladrador, que ya se sabe que es poco mordedor. Muestra una aparente fortaleza aunque se desmorona a la más mínima cuando el rival se crece. Suele iniciar los partidos con buenas sensaciones hasta que el adversario percibe que detrás de ese cuerpo de solidez se esconde un equipo sin respuesta ante las dificultades.
El Cádiz CF salta al césped con la mentalidad de no perder más que de ganar, con más voluntad de cerrar su portería que de perforar la contraria. Cuando tiene que atacar no sabe cómo hacerlo. Un solo remate en 90 minutos en Pamplona.
Es un equipo acomplejado que con su planteamiento asume su papel de equipo inferior y entrega al oponente todos las herramientas. En su segundo curso en Primera experimenta una involución, cada vez más enrocado en un modelo ultradefensivo, paradigma del antifútbol, huidizo del balón y con una plantilla limitada fruto de una deficiente planificación deportiva que no es fácil corregir en enero. El error fue pensar que era posible repetir la hazaña de la pasada campaña.
Y acobardado va camino de volver a Segunda un Cádiz CF con la cabeza agachada, abocado al fracaso arrastrado por el miedo a perder cuando la gloria sólo está reservada para los valientes.
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