Fiesta completa en Carranza
Cádiz - Almería | Ambiente
La afición recupera la sonrisa en un derbi regional en el que el Cádiz se disfraza del mejor Cádiz
Cádiz/Fiesta completa en Carranza y, por extensión, en la ciudad. La afición al fin recuperó la sonrisa en un partido en el que el Cádiz se disfrazó del mejor Cádiz para afianzar la cabeza y dar un golpe en la mesa. El sueño de Primera está más cerca.
Los prolegómenos anunciaban incluso fuera del estadio un encuentro importante. Ambiente festivo, marcado desde luego por el segundo fin de semana del Carnaval pero también por el hecho de tratarse de un derbi regional, el segundo consecutivo en la Tacita de Plata, con presencia de numerosos seguidores visitantes, y por la máxima relevancia deportiva del choque. El pulso entre el líder de Segunda y el tercer clasificado justificaba tal expectación.
Y si en las inmediaciones del Ramón de Carranza ya se respiraba fútbol de las grandes ocasiones, en el interior no iba a ser menos. En efecto, las gradas registraron una magnífica entrada, similar a los dos anteriores compromisos en la capital gaditana ante Zaragoza y Málaga, aunque, a diferencia del último, sin la tensión propia de los partidos que son considerados de alto riesgo.
El aliento a los jugadores desde el calentamiento dio paso a un espectacular mosaico de cartulinas amarillas y azules cuando ambos equipos saltaron al césped portando la bandera de la comunidad autónoma justo un día después de la celebración del Día de Andalucía.
Y todo ello, obviamente, mientras por la megafonía se podían escuchar los compases del “Me han dicho que el amarillo…” de La Familia Pepperoni de Manolo Santander, himno oficioso del Cádiz que en esta ocasión compartió protagonismo con otra letra chirigotera, la del “Aunque diga Blas Infante…” de Los Yesterday del también desaparecido Juan Carlos Aragón, sin duda muy apropiada para la cita por los contendientes y la fecha.
Ya con el balón en juego, la abrumadora superioridad de los incondicionales cadistas se dejó notar desde el pitido inicial, aunque la primera gran ocasión permitió a los hinchas desplazados desde Almería celebrar bien pronto, a los 10 minutos, el gol que inauguraba el marcador sin cortapisas, no en vano la deportividad presidió el duelo.
Pese al jarro de agua fría que supuso el 0-1, la parroquia local se rehízo, mantuvo su empuje y poco después, pasado el cuarto de hora, festejó el tanto empate, en propia puerta, como si se tratara del decisivo para el anhelado ascenso. Como tantas otras veces, la incertidumbre por la revisión del VAR posibilitó que el 1-1 se cantara una segunda vez.
Tras el descanso, la inquietud se tornó en cánticos a raíz de la entrada al campo de Salvi y su asistencia a Álex Fernández para el 2-1. Quedaba un mundo para sufrir. Pero el cadismo está acostumbrado. Y, además, la alegría así sabe aún mejor.
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