El parqué
Jaime Sicilia
Jornada de caídas
Cádiz/La fiesta empezó por la tarde mucho antes del partido entre el Cádiz CF y el Valladolid y se prolongó más allá del último pitido del colegiado. Era un día especial por todo lo que había en juego.
No había término medio. El conjunto amarillo tenía que ganar o de lo contrario condenarse a sufrir lo indecible para lograr la permanencia. La afición era consciente de que no era un encuentro más y se entregó en cuerpo y alma.
Centenares de seguidores esperaron la llegada del autobús al estadio Nuevo Mirandilla en torno a las siete y media de la tarde. Una comunión espectacular. Los jugadores comprobaron una hora y media antes del encuentro lo enchufada que estaba la gente. Recibieron un estímulo impagable nada más llegar al santuario cadista.
Después, en el interior del estadio, a la hora de la verdad, la parroquia cadista lo dio todo y fue casi un jugador más. Llevó en volandas a los suyos desde el principio hasta el final. Para arrancar, el clásico 'Submarino amarillo' cantado a capela por más de 18.000 aficionados puso los vellos de punta al personal, entregado a la causa desde la grada.
Una vez consumada la victoria, comenzó el festejo. Técnicos y futbolistas se fundieron en abrazos interminables sobre el césped y se fueron a la zona de Fondo Sur a cantar con los hinchas más animosos. La gente tardó más de lo habitual en irse del estadio. Era una noche para celebrar aunque aún no esté todo hecho. Pero sí está más cerca la salvación.
La fiesta se trasladó después a la Avenida principal. Los aficionados se fueron a casa entre cánticos de alegría y resonaron los cláxones de coches y motos. Alegría desbordante, sonrisa colectiva y sensación general de que el Cádiz CF tiene el objetivo al alcance de la mano.
La afición disfrutó de un viernes completo con desenlace feliz. Ganó el Cádiz CF su penúltimo partido en casa. Queda un es esfuerzo más para cerrar el círculo.
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