Cuando Kiko aún era Quico

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El encuentro del sábado contra el Zaragoza evoca la irrupción del canterano para evitar el descenso a Segunda en la temporada 1990-91

El día que Kiko salvó al Cádiz
Carlos A. Díaz Cádiz

30 de noviembre 2016 - 09:18

El Cádiz-Zaragoza del próximo sábado se presenta como un partido más en la temporada y son otros tres puntos en juego de cara al objetivo amarillo de luchar por la permanencia. Ni más, ni menos. Sin embargo, jamás será un partido cualquiera más si se acude a la historia porque siempre servirá para evocar recuerdos de aquel inolvidable encuentro disputado el 9 de junio de 1991 que permitió al equipo gaditano evitar el descenso directo a Segunda al alcanzar la promoción en el último suspiro. Enésimo milagro en Primera.

Kiko Narváez, por entonces aún Quico, un delantero jerezano procedente de la cantera que alternaba sus presencias en el primer equipo con el filial de Tercera División, se convertiría de forma inesperada en el héroe de aquella tarde, aquella inolvidable última jornada en la que el Cádiz se jugaba todo a una carta sin, para colmo, depender de sí mismo. El conjunto entrenado por Ramón Blanco alcanzaba el epílogo en la 19ª posición, sólo por delante del colista Betis, con 26 puntos, uno más que los verdiblancos, y dos por detrás del Castellón, que marcaba la frontera de la promoción de permanencia. El reto se antojaba harto complicado porque tocaba echar el telón a la Liga en Carranza pero recibiendo a un Zaragoza que también se la jugaba para evitar caer a las plazas de promoción. Los maños sumaban en esos momentos 33 puntos, dos más que el Español, que abría la jornada en puesto de promoción, e igualados a puntos con el Mallorca.

En uno de esos días de locura colectiva, de transistores y run run en el graderío, la clara derrota de los castellonenses en el Carlos Tartiere de Oviedo (3-0) parecía despejar el camino. El Betis, que comenzaba la jornada por detrás, preocupaba menos, o casi nada. Al final, además, su derrota en el Benito Villamarín frente a Osasuna (0-1) le condenaba a bajar como farolillo rojo. Pero el Cádiz tenía que cumplir con su parte para superar en la tabla al Castellón y alcanzar la promoción de permanencia como 18º clasificado. Y superado el ecuador, no lo hacía.

Por si fuera poco, el 0-0 con el que se llegó al descanso dio paso al jarro de agua fría que representó el tanto del Paquete Higuera mediado el segundo tiempo. La salvación se escapaba de manera irremediable. Faltaban apenas 24 minutos y el Cádiz tenía que remontar sí o sí. No quedaba otra.

Kiko, que calentaba en la banda cuando el Zaragoza se adelantó con el 0-1, entró en lugar de Poli. Sin saberlo, o puede que sí, Ramón Blanco daba la definitiva alternativa a uno de los mejores jugadores que ha dado la cantera cadista. En la recta final del duelo, el jerezano fue objeto del penalti que supuso el empate y materializó el definitivo 2-1, un gol que evitaba el descenso directo y condenaba al Zaragoza a la promoción porque el Español venció al Atlético (3-1) y el Mallorca empató en San Sebastián (0-0). Lo demás es historia. El Cádiz saldó favorablemente la también inolvidable eliminatoria con el Málaga. El Zaragoza hizo lo propio ante el Murcia. Y Kiko dejó de ser Quico para crecer, emigrar y triunfar con el Atlético.

La estrella que nació provocando un penalti y marcando el definitivo 2-1

Como no podía ser de otra forma, Diario de Cádiz se hacía eco el lunes 10 de junio de 1991 de lo sucedido la tarde anterior en el Ramón de Carranza ensalzando la figura de Narváez, en aquellos inicios conocido futbolísticamente por su nombre con Q y C en lugar de con dos K. "Quico fue el revulsivo", rezaba la primera de las páginas de Deportes, destacando la figura del canterano hasta el punto que Paco Perea tituló su artículo de contracrónica con un premonitorio "Ha nacido una estrella". En efecto, lejos de amedrentarse, el jerezano asumió protagonismo aquel día al provocar el penalti cometido por Juliá que recoge la imagen de arriba y que Dertycia transformó en el 1-1, y sólo dos minutos después, en el 83, firmó una jugada personal que acabó en el 2-1 para delirio de una hinchada entregada a su nuevo ídolo.

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