Palmas en ataque, pitos en defensa

La afición ya ha calado al equipo. Ha aprecia del tirón las debilidades y las fortalezas de un Cádiz con una doble estrella, la que brilla cuanto ataca y la que se apaga cuando defiende. Y el personal, listo como el hambre, no es indiferente a lo que ve sobre el césped.

La hinchada recibió con calor a los jugadores pese a las dos derrotas consecutivas. Aunque las gradas estuvieron mucho más vacías que llenas, quedó patente, una vez más, la excelente acústica de un recinto ya terminado. Sólo hay que imaginar el aforo completo cuando lleguen tiempos mejores para el cadismo, si es que llegan.

La salida en tromba de los locales hizo olvidar los recientes tropiezos y los aproximadamente 6.500 espectadores que acudieron a la cita agradecieron el electrizante inicio que traía premio. El 1-0 subió a un marcador de futbolín impropio de un estadio moderno como es ahora el Carranza. Colocadas en la parte central de Preferencia, dos cartulinas -una con un fondo blanco y la otra de amarillo- sirven ahora para informar del resultado del encuentro. Si el Cádiz está en Segunda B, el marcador es de Regional como mínimo.

La parroquia cadista se quedó estupefacta con el empate de los leperos nada más empezar el segundo tiempo. El grave error defensivo que propición el 1-1 fue uno de los tantos que cometió el Cádiz. Y claro, la afición llegó un momento en que repartió su particular justicia. Arropó con un sinfín de ovaciones las acometidas ofensivas de los suyos, pero acabó entregada a los pitidos harta de los continuos fallos en la zaga.

La grada se contagió de la inseguridad del equipo en la zona trasera y el personal llegó a temerse lo que a final acabó ocurriendo, un empate en la prolongación del encuentro que supo a derrota.

La hinchada se marchó a casa decepcionada y con la sensación de que el equipo de sus amores pudo haber ganado sin apuros y la seguridad de que está obligado a mejorar un mundo en defensa si quiere aspirar a lo máximo.