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La gran torre de Cádiz que se derribó por culpa de los americanos

El adiós del último guerrero del Cádiz

Cádiz CF

Las botas de Abraham Paz ya reposan en el baúl que cierra una carrera intensa e inolvidable en la que el central baja su propio telón tras una brillante 'función' de 20 años

Abraham Paz celebra el decisivo tanto de penalti en Chapín, que supuso el ascenso del Cádiz a Primera.
F. J. Díaz

07 de octubre 2018 - 05:00

Cádiz/Los artistas marciales son guerreros por definición y su estado natural es la paz. Y Paz es un ex futbolista que tuvo por arte el balón y ahora, una vez que ha colgado las botas, reposa entre el regusto de lo que ofrece una extensa mirada al pasado. El eterno recuerdo a 20 años de profesional en una de las pasiones de su vida. El balón deja de rodar ante los pies de este inolvidable central... La otra vida comienza con el deseo de disfrutar de los suyos. Haya Paz y un justo reconocimiento por el mayor de los hermanos de una saga futbolera a rabiar.

Un rincón de El Puerto ha recibido, esta vez para quedarse, a uno de los suyos que ha estado dos décadas 'pregonando' el fútbol por esos campos de Dios, antes de hacerlo por los del fútbol profesional español y los de Israel. En la Tierra Prometida, juró que lo de jugar se iba a acabar. Dicho y hecho. El bueno de Abraham Paz, ese canterano de una generación muy recordada y añorada, ha comenzado la carrera por la vida de un ciudadano normal que seguirá trabajando sin lucir un dorsal a la espalda. Acaba el jugador de élite y comienza la persona, con la humildad que siempre le ha acompañado.

Diario de Cádiz ha podido compartir con este gaditano las reflexiones y las sensaciones después de cerrar el baúl con los borceguíes arriba del todo. "El fútbol ha sido mi vida y espero que lo siga siendo", el deseo no lleva tacos pero si la huella de estos. "He jugado desde los cinco o seis años. Mi abuelo y mi tío -de su mismo nombre deportivo que jugó en el Cádiz B al inicio de los 90- me llevaban a ver el Cádiz B. Y recuerdo que me colaba Pepe Mejías para ver al primer equipo". Por sus venas la sangre se vuelve amarilla. Está justificado. "Yo me sigo emocionando cuando veo al Cádiz. El ambiente es brutal a pesar de que en nuestra época era aún mejor", relata remontándose a los años en los que conquistaba el Carranza.

Casi nueve temporadas en el primer equipo cadista, un año cedido en el Racing Portuense y un recorrido posterior que le llevó al Hércules, Cartagena, Sabadell, Maccabi Haifa y Bnei Sakhnin, estos dos últimos en Israel, la Tierra Prometida en la que acabó todo.

Abraham Paz, en compañía de Sergio Iglesias y Velázquez. / Julio González

Veinte años de vivencias y hazañas, decepciones y llantos de una rama sólida nacida de un tronco generacional de canteranos que fue como sacar petróleo de una bañera. Sambruno, Sergio Iglesias, Velázquez, Víctor García, Víctor Vía, Navas, Javi Navarro, Iván Guerrrero, Zurdo, Beardo o Capi fueron los 'fichajes' forzados de aquel Cádiz CF 2000-01 al que Carlos Orúe hizo campeón. Niños en un grupo con jugadores de la personalidad de Armando, Cortijo, Benito, Julio Puig, Raúl López o Zafra, y con los 'chispazos' de Duda y Palacios. Ese vestuario sufridor tuvo a Paz como invitado novel. "He vivido a lo largo de mi carrera tres campañas de impago, pero aquella (2000-01) fue increíble. La grave crisis del club nos dio la oportunidad a los canteranos porque no había dinero. Aquello me hizo valorar todo mucho más. Yo ganaba poco y vivía con mis padres, pero vi compañeros que no cobraban, que tenían hijos y que no podían pagar sus casas", recuerda con pena. El fútbol ha ido cambiando y también es más difícil ver hoy en día algo así en una de las tres primeras categorías españolas. "Lo de las deudas se ha ido solucionando al existir un mayor control económico. Hay menos impagos en Segunda B y Tercera", dice para aprovechar como coletilla reivindicativa: "Los jugadores de Segunda B tienen que tener un trato profesional y vivir de esto, no sólo los de Primera y Segunda".

Paz se ha encargado de bajar su propio telón. Nadie lo ha echado de su pasión por el deporte rey y es hora del recuento: "Año tras año he mejorado como persona y me voy con más de 600 partidos oficiales y 70 goles". Números de un grande, uno de los nuestros que superó dos lesiones de las que destrozan la rodilla.

El ascenso A tras la travesía larga por el desierto de bronce, el Chapinazo, aquel año en Primera... Son cuadros con marcos de oro en su carrera; penaltis que significaron la gloria de un equipo, de una afición y de una ciudad. Pero los once metros le penalizaron en Alicante aquel recién estrenado verano de 2008. "Tiré penaltis muy importantes y prefiero recordar los de Las Palmas y Chapín".

Abraham Paz desarrolló el final de su carrera en Israel. En la imagen, defendiendo la camiseta del Bnei Sakhnin.

Veinte años y muchos vestuarios. "Me marcó mucho Víctor Espárrago. Era muy respetado". Y en esa lista incluye a Marco Balbul, que le entrenó en Israel: "Me marcó como persona; un tío espectacular". Sin olvidar a Lluis Carreras (Sabadell), "grandísimo entrenador al que le llegará su momento porque ve el fútbol de forma increíble". En su cofre de inolvidables mete también "a todos aquellos canteranos con los que viví tanto en el Cádiz, así como a Armando, De Quintana y Oli, de los que aprendí mucho". El Hércules le dio el caché estar junto a Tote -"brutal jugar con él"- y Trezeguet, "campeón del mundo de gran nivel".

Paz reposa y cierra su corazón como si fuera el álbum de una vida en 90 minutos. Se va el central de garra y clase, el jugador que firmó momentos para la historia, el último linaje de una gran generación de canteranos. Se va Paz y llega Abraham.

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