Balas de plata
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Es imposible predecir qué sucederá desde ahora hasta el último fin de semana de mayo. El presente, aunque sea sólo por día, es para disfrutar. Como para no celebrar una victoria del Cádiz CF después de más de seis meses de sequía que se han hecho eternos. La lluvia, aunque mermó la asistencia de público, no fue impedimento para la celebración.
La parroquia cadista se frotó los ojos para comprobar que no fue un sueño y pudo festejar por fin un triunfo que además permite al equipo sacar la cabeza del pozo para asomarse a una Primera División en la que aún esta a tiempo de quedarse. Le quedan unas cuantas victorias más para conseguirlo después de dar un paso importante el sábado 9 de marzo.
Con un recorrido de 23 encuentros seguidos sin ganar, pocos podían pensar en un golpe efecto frente a uno de los grandes del fútbol español. Pero así es el Cádiz CF, capaz de estar medio año sin vencer y de pronto tumbar a un Atlético de Madrid barrido del mapa en el Nuevo Mirandilla. El pequeño se hizo grande y el grande empequeñeció hasta límites insospechados.
Ganar puede ser un acto rutinario en un grande, pero para un pequeño es noticia y de las buenas. La afición vibró como hace tiempo que no gozaba en una tarde inolvidable que quizás sea el principio de un cambio de tendencia.
El personal no tardó en darse cuenta de que era posible dar la campanada, como en la pasada temporada. Vio cómo su equipo no sólo plantaba cara al gigante rojiblanco sino que además era capaz de superarlo. Esta vez su hubo coherencia entre el juego y el resultado.
La gente se lo pasó pipa con el aliciente de presenciar un triunfo de prestigio. Tras el pitido final, con los tres puntos en el bolsillo, se desató la fiesta que todo el mundo deseaba celebrar aunque sólo fuese por un día porque todavía hay que remar mucho para llegar a la orilla de la salvación.
Jugadores e hinchada intercambiaron aplausos y desde la grada salió a relucir el clásico canto '¡sí se puede!' porque la permanencia aún es posible. Volvió la comunión entre equipo y afición tan importante en la lucha por el objetivo. No hay nada como ganar para que las aguas vuelvan a su cauce.
La alegría se desbordó en una tarde gloriosa culminada con los sones del clásico 'Submarino amarillo' de Manolo Santander. Ya era hora un poco de alegría después de tanto sufrimiento.
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