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Más allá del ridículo (3-0)

RAYO vallecano-CÁDIZ

El cuadro gaditano afronta el choque con los brazos caídos y es arrollado por un rival muy superior que perdona una goleada Los visitantes, sin recursos, naufragan en todas las líneas .

Jesús Jaques Nuche

02 de octubre 2016 - 19:33

El Cádiz suspendió con la peor nota posible en su visita a Vallecas, donde fue arrollado de principio a fin por un Rayo tan superior que redujo al conjunto gaditano a la mínima expresión. El Cádiz se mostró con un equipo blandengue, bizcochable, un chollo para el rival de turno, inseguro en defensa, improductivo en el centro del campo y sin pólvora en ataque. Naufragaron todas las líneas, incluida la portería. Un cero general y una imagen lamentable. Nunca dio la sensación de poder plantar cara a un adversario que fue mejor y además de perder con claridad y merecimiento, perdió también el espíritu competitivo que le caracterizaba. Con la identidad extraviada, fue como si no hubiese comparecido al partido. Con los brazos caídos, derrotado antes de empezar. Sin intensidad, sin sangre, sin alma. Síntomas nada buenos.

Álvaro Cervera aplicó tres variaciones respecto al partido anterior, dos de ellas obligadas por las bajas de Garrido y Álvaro García. Mantecón ocupó plaza en la media como pivote defensivo y Nico Hidalgo gozó de su primera titularidad en la Liga como cadista. El regreso de Abdullah devolvió al suplencia a Abel Gómez y Eddy Silvestre, que repitió en el once, se desenvolvió en tres cuartos en lugar de la media.

La primera parte del Cádiz fue caótica. Una demostración de cómo hacer el ridículo. Un milagro que acabara con un solo gol en contra. El Rayo lanzó siete veces a puerta y el cuadro gaditano no llegó a poner un tiro entre los tres palos. La diferencia fue abismal. El Cádiz fue un juguete en manos de un conjunto madrileño tan superior que no hubiese sido extraño que se hubiese ido al descanso con dos o tres goles de ventaja. Lo mejor para los visitantes fue llegar vivo al intermedio tras unos 45 minutos iniciales desastrosos, como si estuviesen empecinados en empeorar cada jornada.

El equipo gaditano, ayer con la segunda vestimenta, la azulona con franjas amarillas fue el primero en avisar antes de verse arrollado por un rival desbocado. Casi marcó Servando en el minuto 2 con una volea dentro del área que no fue gol porque repelió en un defensa cuando el balón iba a puerta a una velocidad endiablada. Una clara ocasión que se convirtió en una anécdota con todo lo que tuvo que sufrir. El isleño volvió a ser protagonista cuatro minutos después al cometer penalti por agarrón a Manucho en el corazón del área. La suerte se alió con el Cádiz porque Embarba ajustó tanto el lanzamiento desde los 11 metros que se marchó fuera.

Los amarillos parecían haberse librado de un gol tempranero pero no tardó en toparse con la cruda realidad. En el 13, dieron todas las facilidades para que Embarba se resarciera del error anterior y adelantara a su equipo ante la pasividad general de los visitantes. Carpio, muy blando, fue incapaz de sujetar a Lass, que penetró hasta la cocina y sirvió el pase de la muerte para que Embarba, tras un rechace, empujara el esférico a placer a un metro de la portería. Los hombres de Cervera se encontraron con un tanto en El potencial ofensivo de los vallecanos se alió con la fragilidad defensiva de un Cádiz inseguro que no olió el balón.

El Rayo, dueño absoluto del cuero, estaba empeñado en cerrar el partido por la vía rápida. En 16, Lass volvió a entrar como Pedro por su casa y Cifuentes evitó el gol. Casi sin respiro, un derechazo de Embarba se escapó muy cerca de un poste. El Rayo empequeñeció a un Cádiz tímido, apocado, con vías de agua por todos lados aunque trató de salir a la contra, como la que protagonizó Salvi (minuto 27) que culminó con un disparo lejos de la portería. Ortuño sí vio algo más cerca el empate con un remate colocado (en el 28) que se perdió junto a un poste. Ahí se acabó fuelle en ataque ante un rival que activó al tormenta perfecta en la recta final del primer acto. Cifuentes emergió como salvador y repelió el latigazo de Cristaldo antes de que Manucho enviara fuera. Después sacó un taconazo a bocajarro de Santi y tocó el balón a lo justo para desviar el misil de Lass al poste.

El 1-0 al descanso se quedó corto para los méritos del Rayo y fue una bendición para un Cádiz que tenía la oportunidad en la reanudación de rascar al menos un empate.

Lo intentó pero sin sensación de poder hacer daño. Cervera no tardó en quitar a Mantecón y dar entrada a Rubén Cruz como segundo delantero. Eddy se asoció con Abdullah en la medular pero el balón no cambió de dueño. El Rayo robó, tocó y llegó con claridad. De nada sirvieron los cambios. El preparador cadista se la jugó a la desesperada con todo la artillería y colocó a tres delanteros cuando Santamaría sustituyó a Carpio. Justo después de ese movimiento ofensivo, el Rayó dio la puntilla con el segundo gol en el minuto 62. Un gol de esos que se llaman tontos. Cifuentes, sostén del equipo hasta ese momento, se comió el zurdazo de Álex Moreno después de un jugada de tiralíneas de los locales. El remate, dentro del área, se dirigió al centro de la portería y el cancerbero, con todo favorable para atrapar o despejar, tocó la pelota y ésta se fue para dentro Un error de bulto que además resultó decisivo porque puso el partido imposible por más que el Cádiz acumulara hombres arriba.

Tuvieron que pasar 70 minutos para que los gaditanos lanzasen por primera vez a puerta. Lo hizo Ortuño desde muy lejos y Toño paró sin dificultad. Ya estaba sobre el césped José Mari, quien se estrenó de manera oficial en sustitución de un renqueante Eddy.

El duelo se adentró en los minutos de la basura porque el Cádiz era incapaz de generar el más mínimo peligro. Y el Rayo, ya con los tres puntos en el bolsillo aumentó la cuenta goleadora en el minuto 75 por medio de Miku. El venezolano remachó sin oposición en el segundo palo tras cabecear Zé Castro un saque de esquina. El 3-0 se ajustó con fidelidad a lo sucedido en el terreno de juego. El partido se le hizo demasiado largo a un recién ascendido que está obligado a levantarse para no coquetear de nuevo con la Segunda División B, aquella que en teoría abandonó para no volver jamás.

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