El análisis: Lo que mal empieza, peor acaba
El primer gol tan tempranero condiciona la capacidad de un equipo muy limitado para levantar marcadores y que a partir del 2-0 desaparece del campo del Getafe
Cádiz/El Cádiz CF vivió un episodio nefasto en el Coliseum Alfonso Pérez. No sólo el 4-0 fue un revés duro, pues a esa goleada hay que añadir un batiburrillo de malas sensaciones que preocupan más que el hecho de salir sin premio de suelo madrileño. Una cadena de errores dentro y fuera del rectángulo de juego que acabó dejando al equipo como una presa demasiado fácil para el 'farolillo rojo'.
Casi todos los encuentros de fútbol tienen una máxima en cuanto a aguantar las embestidas del rival sobre todo si toca el papel de visitante. El Cádiz CF sabía que la delicadísima situación clasificatoria del Getafe podía provocar una salida entusiasta para aprovechar el balón que siempre otorgan los amarillos. Lo complejo es que esa tendencia se tradujera en gol, como sucedió a los siete minutos. No está el Cádiz CF futbolística ni mentalmente preparado para verse con la cuenta en contra y la cuesta empinada.
Es de agradecer la reacción posterior con los mejores minutos del equipo en el Alfonso Pérez, pero tal y como reflejaba Álvaro Cervera en la sala de prensa, esos mejores minutos no se traducen en gol, que es en definitiva lo que sostiene un proyecto dentro de un partido. El descanso se echó encima con victoria moral por las sensaciones aunque el marcador reflejara un 1-0.
Cervera lo vio tanto claro que planteó la segunda parte con la idea de reforzar carencias y, a partir de ahí, crecer un poco más para ir a por el empate e incluso el triunfo. La fe en el ecuador del encuentro daba para mucho. Sin embargo, el Cádiz CF se apagó cuando a los 14 minutos de la reanudación un balón colgado desde el infinito y más allá lo remató Cuenca como si estuviera ensayando en un entrenamiento. Impropio de un equipo de Primera por mucho que el entrenador metiera la pata con los cambios.
Se acabó el Cádiz CF de la esperanza de poder remontar y comenzó el del calvario que acabó por salir goleado, con las orejas hacia abajo y con la toalla en el verde a falta de media hora más la prolongación.
Hay derrotas y derrotas, si bien la de Getafe no es uno más de esos tropiezos duros del equipo. La de Getafe es una paliza de la que no se salva ningún jugador porque lo hicieron tan mal en la fase nefasta, que la cara amable entre el 1-0 y el descanso termina ocupando un lugar insignificante.
Cervera no estuvo fino en los cambios y su lectura le llevó al equívoco cuando efectuó una apuesta extraña en la banda derecha tras pensar desde el convencimiento que Fali y Chapela representaban las soluciones a la hora de defender y atacar. Lo cierto es que desde antes del 2-0 el equipo no hizo ni una cosa ni otra es ese lado del campo y en cualquier otro. Fue un naufragio general empezando por el banquillo.
Lo del balón parado o aquellos esféricos colgados al área tiene varias lecturas. Por un lado, la facilidad del adversario de encontrar en muchos casos un centro fácil; el éxito de una labor defensiva no consiste sólo en despejar lo que llega al área, sino en evitar que eso se produzca en tantas ocasiones. Por otra parte, a pesar de las carencias en defender ese tipo de acciones, una buena colocación de los futbolistas y una concentración adecuada en lo que está sucediendo se traduce en una eficacia mayor para que los contrarios no cabeceen solos, sin oposición, como dejó de manifiesto el partido. Hay cosas que a jugadores profesionales se les da por sabida; con Cervera en el banquillo, todavía más.
Hay doble misión esta semana: una corrección rápida y clara de la vergüenza de Getafe, y mirar al Atlético de Madrid como algo más que apostar por el factor sorpresa. La clasificación aprieta -como parece que va a suceder todo el año- y todos los partidos suman.
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