El brillante papel del jugador 12
Las dos aficiones intercambian aplausos a la conclusión del partido
Los más de 800 aficionados cadistas que se dieron cita en El Sardinero amortizaron el largo viaje de la mejor manera posible, con una victoria que hizo que el desplazamiento mereciese la pena. Da igual si hay que cruzar la Península de arriba abajo, ida y vuelta, en poco más de 24 horas. Por el Cádiz, lo que sea.
El ambiente que ayer se vivió en el estadio santanderino fue espectacular, digno de un partido de Primera por el escenario y las dos hinchadas. La local trató de llevar en volandas a su equipo con constante consignas de aliento desde la grada. La visitante, en clara y lógica minoría, no se amilanó y se hizo notar ante los más de 15.000 cántabros. Los amarillos, ubicados en una esquina entre un Fondo y Preferencia, no pararon de cantar, de aplaudir, de decir a su manera que el Cádiz no estaba solo. Todo lo contrario. Estaba muy acompañado. El jugador número 12 hizo un partido perfecto. Ya lo había hecho con su sola presencia en un enclave tan lejano, pero su entrega fue tan encomiable como la del equipo.
El momento más emotivo estaba reservado para después del pitido final. Ya con la final asegurada, la afición cadista, además de celebrar la clasificación con su equipo, dedicó cánticos de "¡Racing, Racing!" y "el Racing es de Primera" a la parroquia local, triste pero agradecida por el consuelo del ganador. Intercambio de aplausos en una comunión entre aficiones realzó la fiesta del fútbol y los cadistas llegados desde varios puntos de España regresaron felices a sus puntos de origen. No importaron los kilómetros.
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