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Cádiz/El Cádiz CF borró de un plumazo las malas sensaciones con las que había retornado a la competición después de casi dos meses de parón por la irrupción del Mundial de Qatar.
El empate milagroso (1-1) en el envite ante el Almería (el pasado 30 de diciembre) tras una preocupante actuación (estuvo cerca de perder) encendió las alarmas que el equipo amarillo desactivó en la primera oportunidad que tuvo. Lo hizo nada menos que en el estadio de un histórico en el estreno de 2023. Arrancó el año por todo lo alto. La llama de la esperanza se reaviva con un contundente golpe sobre la mesa. Lo hizo todo bien.
La victoria (0-1) sobre el Valencia en Mestalla (16º capítulo liguero) tuvo un efecto terapéutico. Pocos podían esperar la inmediata reacción de un equipo que demostró sus ganas de quedarse en la máxima categoría en un contexto nada sencillo: ante un adversario de calado y con un ataque mermado, sin sustituto tras la marcha de Lucas Pérez. Nadie se acordó de quien ya no está ni de que hay que fichar un ariete cuanto antes.
Fue suficiente con la participación de un delantero, Choco Lozano, que protagonizó su desempeño más destacado de la temporada pese a que sigue sin estrenar su casillero goleador.
El Cádiz CF dio la campanada en el mejor momento hasta el extremo de transformar en positivo el punto que pareció escaso frente a los almerienses. Cuatro puntos de seis en dos partidos en el esperado regreso de la Liga no es precisamente un mal reinicio. Esa secuencia en el futuro le daría de sobra para renovar el visado en la élite del balompié patrio.
Los argumentos que el Cádiz CF exhibió en la ciudad del Turia fueron simples pero de compleja ejecución. Un equipo armado hasta los dientes en defensa y el contragolpe como factor sorpresa. No es nada fácil mantener la concentración durante noventa y tantos minutos como visitante ni combatir con un contrincante que, empujado por cerca de 40.000 seguidores, exigió la máxima intensidad.
No es fácil poner en práctica la teoría. En la pizarra todo se ve muy bonito. Lo difícil es plasmarlo sobre el césped. Y eso fue lo que hicieron los jugadores de Sergio González, que acertó con la alineación. Se aplicaron al cien por cien, se emplearon como un bloque de cemento armado que se hizo indestructible.
Fue la victoria de un equipo con mayúsculas, con limitaciones arriba pero con una labor colectiva encomiable, muy por encima de la personal. Las individualidades son imprescindibles para marcar diferencias, pero la senda del éxito es el trabajo en grupo y en esa facete el Cádiz CF sacó la menor nota.
El equipo juntó líneas y cerró espacios mientras sobresalió la constante colaboración entre los jugadores para evitar que saliera a relucir el potencial de los valencianistas. Fue una demostración de principio a fin de que la permanencia es una misión nada imposible con semejante eficacia en las áreas, que es donde se deciden los partidos. Dominó el anfitrión, aunque a la hora de la verdad no generó demasiadas ocasiones gracias al vigoroso entramado defensivo del visitante.
La relevancia del triunfo es múltiple. Además del indispensable oxígeno que dan los tres puntos, los de Sergio González lanzan un mensaje a sus rivales directos y aprietan la lucha en la zona baja de la clasificación. Se rearman de autoestima y enseñan el camino que deben recorrer en fechas venideras sin dar la más mínima tregua. Se trata de que el triunfo de prestigio en Mestalla no sea flor de un día.
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