Pedro M. Espinosa
¿Dónde están los tíos?
Cádiz/Uno de los motivos que empujó al Cádiz CF a luchar hasta la extenuación por la permanencia fue para que su afición pudiese ver in situ al conjunto de sus amores en Primera División.
Con algo de demora por razones más que conocidas, pero por fin se produjo el anhelado reencuentro entre equipo y afición en la máxima categoría. Un sueño hecho realidad. Una fecha para recordar el 14 de agosto. Arrancó al temporada 2021/22 con el duelo ante el Levante que abrió el telón para los amarillos.
El maldito coronavirus evitó que la hinchada pudiese disfrutar desde la grada la pasada temporada. Pero la vida tiende a la normalidad, ni mucho menos alcanzada del todo pero sí con el gran paso que supone la presencia de los seguidores en el estadio. Del cerrojazo se ha pasado al 40 por ciento del aforo.
El Carranza, ahora Nuevo Mirandilla, rugió a medias con algo más de 8.000 gargantas 532 días después del último partido oficial con público.
Un año, cinco meses y 14 días. Es el tiempo transcurrido desde el 29 de febrero de 2020 hasta el esperado 14 de agosto de 2021. Una condena que no acabará del todo hasta que puedan entrar todos. Porque muchos abonados no pudieron acceder debido a las restricciones imperantes. La mitad se quedó con las ganas.
Pero el vaso hay que verlo medio lleno. Después de 25 partidos en casa en absoluto silencio, con los asientos vacíos, (seis en Segunda División A y 19 en Primera), la parroquia cadista volvió a su santuario con su equipo militante en la élite y el estadio con otro nombre que apenas han votado 250 personas. Para la inmensa mayoría sigue siendo Carranza.
Allí disfrutaron los privilegiados que dieron aliento a los jugadores, eso sí, con el incómodo obstáculo de la mascarilla y el debido distanciamiento. Todos bien ordenados, con la obligada separación. La seguridad es lo primero para evitar contagios.
Pese a las conocidas limitaciones, brotaron las palmas, los cánticos. Volvió el ruido inherente al fútbol. Volvió la pasión a Carranza-Mirandilla. La ilusión, la alegría, las protestas al árbitro y hasta alguna muestra de desaprobación por el juego del equipo en la primera parte. Y al final, euforia con el empate en el último minuto que hizo que el personal se marchase con una sonrisa.
También te puede interesar
Lo último