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La doble moral: defender una causa y destrozar a una persona

Tan grave es un insulto racista como ciscarse en la presunción de inocencia para marcarse una portada o linchar a una persona en las redes sociales mendigando votos

Cala dedicó a su abuelo fallecido el gol que marcó ante el Valencia. / Lourdes De Vicente

Cádiz/La cabezonería global de querer engullirlo todo en una décima de segundo sin el más mínimo análisis sitúa a Juan Cala, futbolista del Cádiz CF, en la plaza pública expuesto a todo tipo de barbaridades. Ya ha sido juzgado y condenado por muchos en un ejercicio de escapismo. Nada de defenderse, nada de pruebas. A la hoguera.

No hay pausa, no hay margen para la investigación, para tratar de averiguar qué pasó. No. Es tan fácil como creer a uno, obviar a la otra parte y dictar sentencia sin más. A lo bestia. Las leyes, para otro día porque hay que apropiarse de loa valores y dar lecciones. Todo prefabricado, sin pruebas palpables pese a la gravedad de la situación. Las sospechas no son hechos.

Lo mejor, sin duda, es que se pueda llegar a aclarar todo lo que sucedió y que pase lo que tenga que pasar si hay algún culpable.

Pero hasta entonces debería imperar el máximo respeto a todas las partes. A Mouctar Diakhaby, jugador del Valencia que se sintió insultado y dejó el partido, y a Juan Cala, que considera que no emitió un improperio de carácter racista. El futbolista del Cádiz CF no debería haber esperado un solo instante en empezar a defenderse si tiene claro que no ha hecho nada.

Parece que hay a quienes no les conviene esperar a que se puedan esclarecer los hechos porque lo que realmente les importa es tener carnaza suficiente para proceder al linchamiento que sacie sus ansias de protagonismo.

Y algunos ya han dictaminado que Cala es culpable. Lo machacan sin piedad, como si perteneciese al Ku Klux Klan. Le colocan la etiqueta de racista sin miramientos. Qué fácil es triturar al de enfrente y hacerse el bueno.

En este caso no hay Estado de Derecho que valga, convertido en puré pasado por la batidora de los que van dando lecciones pero no tienen reparos en destrozar a una persona si ello les sirve para colmar sus intereses mediáticos y políticos.

Defender una causa y a la vez provocar un daño a una persona sin tener pruebas no parece muy cercano a los derechos humanos. Es muy fácil atacar a un jugador del Cádiz CF y dejar impune, por poner un ejemplo, a Sergio Busquets cuando llamó mono a Marcelo, como captaron las imágenes en su día. Aquella vez hubo pruebas y no se armó la de San Quintín.

La presunción de inocencia es arrojada al cubo de la basura antes de que pueda estropear una portada con una marca impactante o frene el afán de rapiñeo de algunos políticos en las redes sociales. Si la presunción es de culpabilidad y no de inocencia, la república bananera está más cerca de lo que parece.

Algo pasó entre el defensa del equipo amarillo y Diakhaby en un lance del partido. Eso es innegable. El futbolista del conjunto ché aseguró que le dijo "negro de mierda" y después vino todo lo demás.

La furibunda reacción de Diakhaby puede hacer pensar que Cala le soltó una burrada. Pero el lebrijano, aunque aún no se ha pronunciado de manera pública, sostiene que no dijo esa frase. No todo tiene que ser una manera u otra al cien por cien. Puede haber tonos grises en toda esta historia, como en otras muchas que suceden en un partido. Nada se puede dar por hecho de antemano.

Tan posible es que hubiese un insulto racista como que no. Mientras no haya pruebas que lo demuestren, es la palabra de uno contra otro. Lo demás son ganas de enredar.

Lo único que se sabe hasta ahora es que ningún jugador escuchó el supuesto insulto en medio del silencio que se impone en los estadios sin la presencia de público. Tampoco el equipo arbitral ni los micrófonos que todo lo recogen. Si hay algo más, que salga a la luz y se sepa con todas las consecuencias.

No se trata de defender a nadie, sino de poner la cosas en su sitio. En pleno siglo XXI, el racismo no tiene cabida en la sociedad. Cualquier acto o palabra racista es inadmisible y sus responsables deben responder por ello, pero cuando llegue el momento si llega el caso.

Si se demuestra que Cala se pasó de la raya, que pague por lo que dijo si es que lo dijo. Pero siempre con pruebas por delante. Lo demás sobra. A lo largo de su carrera nunca ha tenido un problema en ese sentido.

Tan grave es proferir un insulto racista como poner en la diana a una persona sin demostrar su culpabilidad.

El Valencia protege a su jugador como el Cádiz CF hace lo propio con el suyo, aunque Cala debería haber salido ya a dar explicaciones y no esperar hasta el martes.

Mientras, los que quieren lideran una causa compartida por el común de los mortales se ciscan en la presunción de inocencia. Pura contradicción.

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