16.000 descendientes de Macarty

La afición se deja las palmas de las manos y las cuerdas vocales en apoyo de su equipo, pero abronca al árbitro

Cargas policiales y lanzamiento de botellas a la llegada del autobús

16.000 descendientes de Macarty
16.000 descendientes de Macarty
W. Doña

16 de junio 2017 - 02:32

Cádiz/La afición cadista lo pasó en grande gracias a que los jugadores de su equipo cuajaron una espléndida actuación que tuvo menor premio del merecido. La hinchada también tuvo mucha culpa de que los locales volaran sobre el rectángulo de hierba porque apoyó sin cesar, rompiendo todas las plusmarcas de decibelios, desde el minuto inicial hasta el último. Acudieron más de 16.000 seguidores del Cádiz, la enorme mayoría de ellos vestidos con la camiseta amarilla -alguna incluso con el escudo del Mirandilla- que guardan como oro en paño los días que no hay partido en el Ramón de Carranza. Qué lejana queda ya la época en que el inolvidable Macarty, el predecesor de quienes ayer se dejaron las palmas de las manos y las cuerdas vocales con el objetivo de catapultar a sus ídolos futbolísticos, era el único que iba al campo de fútbol vestido como los jugadores.

El árbitro no gustó desde antes de empezar. ¿Cómo se le ocurrió dejar que el portero canario jugara de rojo cuando sus compañeros iban de rosa? Invitación a la confusión. Y es que en un cuarto de hora se demostró que el pobre hombre no tenía su día... ni su noche. Corría el fatídico minuto 13 cuando invalidó el gol de Aridane por una presunta falta de Sankaré que más bien pareció un accidente para nada merecedor de ser interpretado así. Pero peor aún fue lo que acaeció un minuto más tarde, cuando perdonó una clamorosa tarjeta amarilla a Amath, por zancadillear por detrás a José Mari, con la burda excusa de que se llevaba poco tiempo de partido. La monumental bronca que aún le estaba cayendo a Arcediano Monescillo se multiplicó en ese momento, tanto en el volumen de los pitos como en la gravedad de los insultos. En la época de Macarty, el campo se hubiera cubierto de almohadillas de la Cruz Roja.

El éxtasis de la hinchada alcanzó parámetros de impresión tras el descanso. La exhibición de los anfitriones calentó más al personal, que explotó con el gol de Aketxe y contribuyó a que a los jugadores chicharreros les entrara una descomposición intestinal de cuidado. El miedo escénico del Bernabéu se quedó en pañales, lo de ayer fue auténtico pavor escénico.

Tras las ovaciones atronadoras a Rubén Cruz y Ortuño llegó la apoteosis final, con la afición entonando diferentes cánticos sin abandonar las gradas.

El único borrón se había producido tres horas y media antes durante el recibimiento al autobús en los aledaños del Ramón Carranza. Hubo algunas cargas policiales y también lanzamiento de varias botellas.

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